miércoles, marzo 01, 2006

Los ocho principios de la excelencia

TOMADO DE PORTAFOLIO - COLOMBIA



Hace 25 años se publicó un libro que partió en dos la historia de la literatura sobre cuestiones empresariales. Nos referimos a En busca de la excelencia de Tom Peters (hoy en día el experto en ‘management’ más cotizado del mundo) y Robert Waterman. Ese libro, que se vendió como pan caliente, fue tan importante porque popularizó la discusión de los temas gerenciales, que hasta ese momento estaba reservada al ámbito académico y a una pequeña élite corporativa.


Con un lenguaje sencillo y práctico, pero con gran rigor académico, los autores explicaron los ocho principios esenciales que encontraron en las compañías sobresalientes (seleccionadas con base en su desempeño financiero durante un lapso prolongado). Dichos principios siguen teniendo plena vigencia en la actualidad, y son particularmente válidos para las firmas colombianas que quieren modernizar sus gestiones. Por ese motivo los traemos a colación, con algunos comentarios de nuestra propia cosecha.


Una marcada preferencia por la acción. Las empresas exitosas toman decisiones con agilidad, actúan con decisión. No se enredan en discusiones bizantinas, ni necesitan de análisis exhaustivos para proceder. Saben que lo mejor, después de una etapa de estudio, es lanzarse al agua, aprender y corregir. Son organizaciones pragmáticas, que sin desconocer el valor de la investigación, comprenden perfectamente que la mejor manera de avanzar es experimentando buenas hipótesis.


Gran cercanía al cliente. Esto suena obvio, pero en la vida real muchos directivos y ejecutivos están alejados de los compradores. Dejan esa relación en manos del tercer nivel. Les da pereza hacer el esfuerzo de escuchar a los clientes, de convencerlos con buenos argumentos. En Colombia a muchos presidentes y gerentes les gusta encerrarse en sus torres de marfil a gobernar por correo electrónico o por teléfono, y rara vez descienden al campo de batalla comercial a ayudar a sus tropas.


Mucha autonomía y un fuerte espíritu empresarial. Lo ideal en una firma es que sus colaboradores piensen y actuén como si fueran sus dueños. Las empresas que tienen toda clase de procedimientos, controles y comités ahogan la más rica fuente de crecimiento rentable -la iniciativa individual. En donde no hay un ambiente donde se puedan tomar riesgos aparece -y se riega velozmente la maleza de la burocracia, que termina devorando a las plantas sanas.


Obsesión por la productividad de los empleados. Las empresas ganadoras miden constantemente la eficacia y la eficiencia de todo su personal. Fijan metas claras, hacen seguimiento continuo, dan feedback oportuno a toda su gente, premian a los que sobrepasan sus metas, tienen definiciones precisas de productividad para las diversas funciones y todos los niveles de la compañía.


Valores puestos en práctica. Muy simple: si la cúpula de una firma no aplica -a diario en todo lo que hace lo que predica en sus mensajes a la organización, los valores que se quieren fomentar nunca pasarán a ser parte de la cultura corporativa. Por eso hay que escoger dichos valores con sumo cuidado -que sean pocos, claves, y que cuenten con un compromiso inquebrantable de cumplimiento por parte de los capitanes de la nave.


Adiós a la burocracia. Los burócratas son los principales enemigos de la innovación y de la creatividad. Su objetivo es complicar las cosas para aumentar su poder. No saben de negocios pero les encanta dar sus opiniones superficiales -que entorpecen la dinámica empresarial. Son expertos en descubrir las fallas pero poco o nada aportan a las buenas soluciones. Desesperan a los emprendedores, dificultan su desarrollo. Un buen líder minimiza los trámites y no les da a los burocrátas juego alguno en las decisiones cruciales de la empresa.


Zapatero a tus zapatos. Todo está dicho en la expresión. En los últimos tres lustros los empresarios colombianos han sufrido en carne propia el no haber aplicado al pie de la letra esta sabia recomendación.


Flexibilidad. En un mundo tan cambiante, es vital tener la capacidad de adaptarse rápidamente a los nuevos entornos. El futuro le pertenecerá no a los grandes sino a los versátiles. Una compañía lenta y torpe en reaccionar ante nuevos fenómenos que afecten sus mercados, perderá participación frente a sus rivales maleables

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