martes, octubre 28, 2008

La cita con ‘El Profeta Nicholls’ (Colombia)









Hace 29 años, en octubre de 1979, viaje en bus a la ciudad de Cali con un puñado de ilusiones, acompañado únicamente de inmensos rollos de papel, que contenían planos esquemáticos de lo que sería la primera Red de Relojes Electrónicos para una ciudad.

El motivo de ese viaje, que se inició a las tres de la madrugada de ese dichoso día, era el de conocer y convencer de mis ideas a “El Profeta Nicholls”, como era conocido nacionalmente, Hernán Nicholls Santacoloma, el hombre que por esos días le había dado como apellido “Hace las Cosas Bien” a Carvajal S.A. Ese publicista nato, que recién bautizara una nueva empresa asadora de pollos, “Kokoriko, con otro apellido inolvidable: “No tiene presa mala”. El mismo que se había atrevido a desafiar las normas eclesiásticas que regulaban los comerciales de televisión de la época, para mostrar ropa interior, donde a las modelos sólo se les movían los ojos!
Antes de que llegará el primer empleado de Hernán, yo ya estaba en el antejardín de esa plácida casa que ocupaba la Agencia Sancho Nicholls, que el mismo dirigía desde el año anterior, cuando fue creada con otros hombres creativos e irrespetuosos, como luego descubrí que eran sus elogios preferidos.

Hernán llegó con un mazo de periódicos bajo su brazo, saludó a todos los que le esperábamos en forma amable, ingresó a la más grande de las oficinas, es decir a la sala de esa casa republicana y cerró esa gigantesca puerta, la que sólo se abrió de nuevo ¡a las cuatro horas de espera!
Durante ese tiempo, me dediqué a la contemplación, recibí la más poderosa de todas las energías, la energía de la creatividad, estaba en la meca criolla de la innovación y la poesía, sólo decorada por doquier con un solo color, el morado obispo, el color de la sabiduría, el color de la creatividad.

“A ver, jovencito, adelante... pase. ¿Qué es lo que usted trae en ese cartapacio de papeles?”
Esas fueron las primeras palabras que le escuché a ese hombre cálido y alegre como ninguno. Su generosa sonrisa hecha de sus bigotes desteñidos y dientes amarillos como señal de la nicotina que dejaban los dos paquetes de cigarrillos que consumía a diario, me animó a contarle mi cuento a ese personaje único.

Al cabo de una hora de oírme en absoluto silencio, me dijo: “Vea negro, ese cuento hay que echárselo a otra persona, espéreme yo hago una llamadita”. Y delante de mi, cogió un inmenso teléfono Ericsson, negro y pesado, marco cuatro dígitos y al otro lado de la línea alguien contestó. El diálogo fue el siguiente: “Vea Rodrigo, aquí hay un joven, con una ideas locas que quiero que usted las escuche”.

Ese día, a las 5 pm, Hernán y yo estábamos con Rodrigo Escobar Navia en el propio despacho del mejor Alcalde que la ciudad de Cali haya tenido en su historia.

La demostración de mi cuento, gracias a la ayuda del “Profeta”, fue magistral y a los pocos meses, ese par de colosos “cortaron la cinta” del Reloj Electrónico del Conservatorio, que encendía la primera Red de Relojes Públicos de Colombia.

¡A Hernán Nicholls, le debo mi oficio!
Lo demás ya es conocido, Publik es hoy, transcurridas estas tres décadas, la compañía líder en Información Pública Digital en América Latina.

Hace poco le llamé para prometerle que por fin le entregaría personalmente el encargo que me había hecho hace algunos meses. La historia escrita de nuestra amistad y en especial, la historia de sus cientos de consejos aplicados en Publik.

El periódico El País de Cali le dedicó un suplemento especial a su intempestiva muerte, ocurrida en su finca La Morada, en Jamundi Valle, a pocas horas de nuestra fraterna conversación.

Se ha ido un auténtico maestro, un creativo puro, una mente brillante e irremplazable. Se nos fue el conversador incansable, el poeta y el profeta. Hernán se anticipaba a todo, era el mago del Mercadeo, el adivino de la buena Propaganda, el más efectivo de los Publicistas.

¡Se murió de vida, de ganas, se murió convencido de su inmortalidad, porque sus ideas eran luminosas, por que siempre su mente fue joven!
Nicholls se murió rico en conocimientos, nunca necesito del dinero, su calidez y el profundo sentimiento de la amistad fueron su más preciado capital.

Como bien lo dicen Mario Fernando Prada y Carlos Duque, otros dos discípulos entrañables, en sus notas póstumas: ¡“Se ha ido el Profeta, porque siempre se anticipó”!
¡Te llevaremos por siempre, querido Maestro. Nuestra cita, queda aplazada!



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Ignacio Gómez Escobar
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