domingo, octubre 26, 2008

Venezuela y su sistema de circulación de monedas comunales: El Dinero Open Source





Posted by: Andres Schuschny on: Lunes 29 Septiembre, 2008


Recientemente llegó a mi la noticia de que en Venezuela se estaba promoviendo un sistema de monedas comunales. Hace ya tiempo me había referido al tema, en una exposición sobre instrumentos económicos alternativos. Según se decía en el artículo, las nuevas monedas comunales, que ya circulan en Venezuela, se utilizan para facilitar las operaciones de trueque comunitario legalizadas por el Gobierno desde julio de este año, como una medida para desarrollar el modelo económico de producción socialista. Si bien, no sirven para ahorrar ni para hacer compras y mucho menos para enriquecerse, el modelo implementado merece un comentario.

El presidente Hugo Chávez aprobó el decreto ley para el Fomento y Desarrollo de la Economía Popular el 31 de julio de 2008, un día antes de que vencieran los poderes especiales que le otorgó el Parlamento para legislar durante año y medio. La norma autoriza a las comunidades, organizadas en “grupos de intercambio solidario“, a crear su propio signo monetario, darle un nombre y establecer su valor por equivalencia con el bolívar fuerte, la moneda de curso legal desde la reconversión de enero de 2008.



Las nuevas monedas únicamente pueden emplearse en el ámbito comunitario y canjearse por “saberes, bienes y servicios“, nunca por dinero corriente o por monedas de otras comunidades. El Banco Central de Venezuela está encargado de regular su emisión. Estas monedas circulan en Venezuela desde el año 2007, cuando el Ministerio para la Economía Comunal comenzó a experimentar con los mercados de trueque. Hasta hoy existen diez tipos. En el Estado de Yaracuy, se usa la lionza; en Miranda, el cimarrón; en Nueva Esparta, el guaiquerí; en Trujillo, el momoy; en Falcón, el zambo; en Sucre, el paria; en Zulia, el relámpago del catatumbo; en Lara, el tamunange; en Barinas, el ticoporo; y en Monagas, el turimiquire.



Quienes utilizan los mercados de trueque solidario fueron bautizados por el Gobierno como “prosumidores“: una amalgama de productor, distribuidor y consumidor. La palabra, hoy muy usada en el contexto de la sociedad del conocimiento, fue acuñada por Alvin Toffler, en los 70′, en su libro El Shock del Futuro.

Según el ex director del Banco Central de Venezuela (2000-2007), Domingo Maza Zavala, quien ha sido muy crítico con la decisión de Chávez, la emisión de nuevas monedas es ilegal ya que está al margen del sistema monetario establecido: “Si el Banco Central se atiene a su propia ley, no puede emitir otra moneda distinta del bolívar fuerte. Quien se niegue a aceptar la moneda con fuerza legal de circulación en Venezuela como medio de pago también viola la ley“. Lo incoherente es que tal sistema está ciertamente avalado por una ley. Siguiendo, para Maza Zavala, las monedas comunales representan un retroceso al siglo XIX, cuando los peones de las haciendas venezolanas recibían su pago en fichas que sólo eran válidas en las bodegas de sus patrones. Sin embargo, en este caso, como sucede con las monedas de curso legal tradicionales, es el estado (a nivel estadual) quien avala la conformación del sistema, cuya soberanía recae en las personas a través de sus representantes.

Ronald Balza, profesor e investigador de la Universidad Central de Venezuela, considera críticamente que el sistema “es una manera de controlar los precios y de obligar a las personas a realizar sus transacciones en el lugar en el que vive, sin posibilidad de salir de allí“. Otros economistas plantean que las monedas comunales pueden incidir en el crecimiento de la inflación. El principal problema radica en que puede darse el caso de que aumenten los medios de pago pero no la oferta de bienes. Obviamente, ello depende de la responsabilidad y buen juicio del órgano emisor, en este caso los estados.

Un poco de historia

Dado que el estado se arroga la potestad de emitir la moneda, lo que a mi parecer es el propio fundamento que da existencia al Estado es evidente que quienes representan a los Bancos Centrales sentirán erosionado el poder de estas instituciones frente a este tipo de iniciativas.



No obstante, en el pasado, ha habido muchas experiencias de emisión de divisas alternativas o comunales. Recordemos a los Sellos Moneda (Stamp Crip). En 1891, el economista naturalizado argentino llamado Silvio Gesell , quien fuera muy citado por el mismísimo John Maynard Keynes, que lo ubicó como un pensador por sobre el mismísimo Karl Marx, propuso un sistema de divisas con interés negativo. Los “sellos moneda (stamp Crip)” requerían de un sello que se estampaba en la parte de trasera del billete cada mes, para revalidarlo.

Gesell creía que el dinero está bien como medio de cambio, pero que tiende a ser usado como un instrumento de poder, capaz de dominar y distorsionar, por su propio poder, al mercado. En su obra El Orden Económico Natural afirma que el dinero puede ser atesorado y manejado con fines especulativos. Los bienes materiales reales, por otro lado, no pueden ser atesorados sin costos significativos ya que están sometidos al deterioro natural, la obsolescencia o los costos de almacenamiento.

Entonces, con el propósito de estimular la circulación natural de la riqueza en lugar de su acaparamiento especulativo, Gesell propuso los “billetes oxidables” (diría yo, con mi deformación profesional de físico: “billetes radioactivos”) en franca metáfora de dinero que posee una tasa de interés negativa), para traer una “reforma orgánica” del sistema monetario.

Según Gesell, con el dinero comportándose como la riqueza material “real”, las distorsiones en el sistema causadas por el atesoramiento y otras formas de usura serían suprimidas con la moneda alternativa. Esto, argumentaba, traería como consecuencia que los trabajadores reciban las ganancias completas de su propio trabajo, y permitiría a grandes sectores de la población a librarse de la esclavitud del salario y trabajar de una forma autónoma en negocios privados y cooperativos. Yo no soy tan optimista al respecto, sin embargo creo que su propuesta es digna de considerar a nivel descentralizado.

Un experimento exitoso, basado en las ideas de Gesell, tuvo lugar en la ciudad austriaca de Wörgl en 1932, durante la gran depresión. El condado de Wörgl efectivamente se había quedado sin dinero, por lo que el alcalde decidió imprimir el suyo propio. La divisa resultante, el sello moneda de Wörgl, fue diseñado para generar automáticamente interés negativo. Cada mes sus tenedores tenían que pagar una tasa del 1% del valor del sello moneda, por lo que la gente gastó el dinero lo más rápido posible. Esto resultó en un enorme incremento en la “riqueza real”: nuevas casas, un nuevo sistema de agua, calles pavimentadas, un nuevo puente, etc. El desempleo se había reducido en un 25%. Sin embargo, cuando cientos de otras ciudades austriacas elaboraron planes para copiar el esquema de Wörgl, en el banco central austríaco cundió el pánico ya que veía amenazado su monopolio, y pronto se volvió ilegal el emitir una divisa alternativa en Austria.

En 1933, Hans R. L. Cohrssen junto al economista Irving Fisher trataron de introducir los sellos moneda en los Estados Unidos, llegándose a someterse la propuesta a escrutinio en las más altas esferas del gobierno de Roosevelt.

Dinero Open Source


Más allá del trabajo seminal de Silvio Gesell, existe todo un movimiento emergente que debate acerca del uso de divisa complementarias. Un texto que vale la pena conocer es
The Future of Money: Creating New Wealth, Work, and a Wiser World
de Bernard Latier. Otro libro interesante es Money: Understanding and Creating Alternatives to Legal Tender de Thomas H. Greco. Si no quieres comprarlo, existe tambien una version gratuita en PDF.

En mi opinión

Las iniciativas de monedas alternativas me resulta por demás interesantes, siempre que esta moneda no pueda ser repudiada a través de la adquisición de otro bien que actúe como almacén de valor. El modelo de monedas comunales sería perfectamente aplicable en la actualidad ya que cerca del 90% de lo que hoy llamamos como “dinero”, no es más que información en una base de datos. Entonces, cada uno de nosotros, podría disponer de dos cuentas bancarias: una corriente y otra de ahorro. Lo depositado en la cuenta corriente, siempre a disposición del titular, sería tratado como efectivo y su valor disminuiría a una cierta tasa cada mes. Cualquiera que tuviese es su cuenta corriente más dinero que el necesario para los gastos mensuales estaría tentado (para no perder dinero) a transferirlo a la cuenta de ahorro, la cual se podría utilizar para prestar dinero a tasa nula a quien lo necesitase. Con esto los bancos estarían más dispuestos a conceder créditos. Los tomadores de crédito no pagarían intereses, pero sí arriesgaría primas de riesgo y costos bancarios.

Una reforma monetaria de estas características, si es a gran escala, tendría que ir acompañada por una reforma impositiva territorial ya que sin ella, el dinero excedente tendería a invertirse en la especulación inmobiliaria.

En mi opinión las iniciativas como la instaurada por Hugo Chávez en la República Bolivariana de Venezuela merecen una especial atención. En un contexto en el que pareciera que el sistema financiero internacional hace agua por todos lados y se cae el telón de fondo de muchas paradojas económicas que otrora fueron transformadas en paradigmas bajo el imperativo del pensamiento neoliberal reduccionista, la exploración de opciones alternativas, como las de las monedas comunales, deberían ser analizadas con apertura mental. Más aún cuando dichas iniciativas fortalecen la tendencia hacia la gestión descentralizada hoy posible gracias a la existencia de tecnologías de información que la fluidizan y la hace posible. Veremos qué es lo que el sistema de monedas comunales depara. Habrá que darle algún seguimiento en el futuro.

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