Perfil de Pedro González, el empresario
Por: Carolina Gutiérrez Torres
Foto: Ómar Medina
Pedro González en su restaurante ‘Don Jediondo’, en el centro comercial Gran Estación.El señor de los negocios, el inversionista, es Pedro González: el de traje gris, zapatos lustrados, cabello corto y bien peinado, rostro rasurado y discurso elocuente. La imagen de los negocios, la marca de los restaurantes, es “Don Jediondo”: el señor de ruana y sombrero, el boyacense nacido en Sutamarchán que sonríe siempre. Son dos personajes y para esta entrevista, sobre el hombre empresario, el que habla es Pedro. Su álter ego, ‘Don Jediondo’, aparecerá con algún chiste flojo una o dos veces durante la conversación y González se disculpará por la imprudencia.
La fortuna en los negocios le llegó a Pedro luego de 20 años de trabajo y algunas inversiones fracasadas, como un concierto de Darío Gómez que organizó en Sutamarchán y sólo se vendieron unas cuantas entradas, o una presentación de humor con Jeringa y Alerta, a la que sólo asistieron tres personas porque ese día jugaba la selección Colombia con Paraguay. Hoy, es el dueño de 14 restaurantes en la capital, otro en Cali y uno en construcción en Medellín.
Años y años de ahorros
Su primer empleo formal fue en la emisora Radio Reloj. Comenzó siendo periodista deportivo y luego se convirtió en el lector de las noticias, imitando la voz de Cristóbal Américo Rivera, el locutor del clásico “aleeerta Bogotá” que se había ido para otra emisora por un mejor salario. Trabajando allí conoció a María Eugenia Díaz, una mujer de ojos cafés, cabello largo y castaño, y sonrisa efusiva, que se convirtió en su esposa en 1989. Se vieron por primera vez en la Federación Colombiana de Esgrima, cuando ella era una deportista consagrada y él su entrevistador. Ahora ella es la administradora de los restaurantes y el dinero de la casa, y “a mí me tienen sólo de fachada”, dice González y suelta esa risita burlona de ‘Don Jediondo’.
El nacimiento del señor de la ruana vino años después, cuando González perdió el trabajo en la emisora y se convirtió en el boyacense cuenta chistes de Sábados Felices. Desde entonces, como ‘Don Jediondo’, comenzó a viajar por el país y por ciudades de todo el continente. El dinero que recibía en los show de humor lo ahorraba para algún día tener un restaurante como él lo soñaba: con gallinas expuestas al público, arepas boyacenses pendiendo de las paredes y, como plato especial, la mazamorra de la abuela. Con $100 millones comenzó la construcción del primero, en el centro comercial Plaza Imperial.
La imagen debía ser tan boyacense como ‘Don Jediondo’ y lo mismo las recetas y los nombres de los platos. Finalmente, el menú quedó compuesto por: “La punta de anca del aguelo medásculo”, “las pechugas de mis primas”, “el cuchuco de trigo con espinazo de marrano chiquinquireño”, “la chuleta de marrano mono, preparada con carne de marrano dietético que se criaba a punta de corn flakes”.
Cuando habla de los platos típicos de su pueblo, González otra vez se convierte en ‘Don Jediondo’. Está sentado al frente de su restaurante en el centro comercial Gran Estación, donde una señora le pide una fotografía y le dice que lo admira. Él le responde con algún chiste y le encarama el pie para la foto. Entonces aparece nuevamente el empresario para decir que sus restaurantes han generado 150 empleos. Luego el señor de los negocios y el de la ruana se confunden para aclarar que sus platos están en toda la ciudad porque son “multiestrato”. Se ríe con la risita de siempre, pero está hablando ese serio.
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