domingo, abril 05, 2009

Leopoldo Abadía, el gurú que llegó de la lógica





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Hace apenas un año, Leopoldo Abadía, profesor jubilado de IESE, la escuela de negocios de la Universidad de Navarra, se embarcó en la aventura de escribir su propio diccionario con términos que aparecían en los periódicos. “Sin ningún criterio”, recuerda él mismo en una entrevista concedida a Universia-Knowledge@Wharton. Este sencillo hobby avanzó con normalidad, hasta que llegó la palabra “crisis”. Sin saberlo, Abadía estaba escribiendo las líneas de una nueva revolución civil, como a él le gusta definir el papel que puede jugar cada uno de nosotros para salir del agujero en que está sumida la economía mundial. Eso sí, siempre con el respaldo de la tecnología, la nueva arma que puede convertir a un sencillo hombre de 75 años, padre de 12 hijos y abuelo de 36 nietos, en el nuevo gurú de las finanzas desde su retiro de San Quirico, un pueblo de apenas 200 habitantes, en Cataluña, que está conquistando el mundo gracias al milagro de Internet.

Allí, en San Quirico, empezó a esbozar su particular Crisis Ninja, término que utilizó para definir, hace más de un año, el huracán económico mundial que ha sacudido los cimientos del mundo capitalista, y que ahora da título a todas sus ideas en un libro recién sacado al mercado. Con esta palabra, que recuerda más a las famosas tortugas que a los directivos de Wall Street, el profesor Abadía ha sabido explicar a todo el mundo el epicentro de la crisis. Los ninja son personas sin ningún dinero, trabajo, ni patrimonio (no income, no job, no assets) a quienes los bancos concedieron hipotecas, las famosas subprime. Para repartir el disparado riesgo que habían asumido, las entidades dividieron esa deuda en pequeños paquetitos que repartieron entre otros inversores, quienes, a su vez, volvieron a dividir su parte y la vendieron a otros cuantos, hasta extender el virus a lo largo y ancho de todo el planeta. ¿Moraleja? En cuanto los ninjas dejaron de pagar sus hipotecas, el mundo financiero se vino abajo como un castillo de naipes.

Con esta sencilla explicación, el profesor Abadía se ha convertido en el nuevo gurú español y en una de las voces más autorizadas para hablar tanto de la crisis como de sus posibles soluciones. Remedios que él extrae de su propia vida, de su familia, de los vecinos de San Quirico, porque para comprender y salir de esta dura situación, hay que comprenderla y ponerle sentido común. Sin olvidar el importante papel que juega Internet, una herramienta sin la cual esta historia no sería posible, y que ha permitido a Abadía llevar su medicina a cualquier punto del planeta en cuestión de segundos, más rápido todavía de cómo se extendieron las hipotecas subprime. Un primer paso para conseguirlo quizás sea escuchar esta historia por boca de su protagonista.

El nacimiento de un gurú

“Cuando pasé a escribir la definición de crisis, en vez de salirme 4 o 5 líneas, me salieron 6 páginas. Entonces, decidí enviarle a un amigo mis reflexiones, sin firmar, para que me dijera, simplemente, qué le parecía. Le gustó mucho y se lo envió a otros 3 o 4 amigos más. A los 15 días, me llegó a mí ese mismo escrito, que me lo había enviado otro amigo, con una nota, donde decía que debía estar escrito por un joven periodista, lo cual me llenó de ego”. Así rememora el profesor Abadía el germen de su historia, un relato que siempre ha contado con mezcla de ironía y sencillez, dos elementos que le han convertido en el nuevo gurú de la crisis

De hecho, la sencillez de sus explicaciones ayuda a entender que le gente haya recurrido masivamente a él para encontrar un remedio contra este virus que ha infectado a toda la población. Los datos de su éxito hablan por sí solos: en un año, su blog suma 2.200.000 visitas; el portal www.elconfidencial.com, uno de los medios online más importantes de España, le ha fichado como firma semanal, y sus artículos siempre figuran entre los más leídos; hasta el talk-show nocturno de mayor audiencia en España, Buenafuente, ha requerido sus servicios cada dos semanas; una asistencia que alterna con su presencia semanal en Espejo Público, uno de los matutinos más importantes de la televisión española; y las más de 400 entrevistas que ya ha concedido a diversos medios.

Suma y sigue, porque la prestigiosa editorial Espasa le encargó escribir el libro “La Crisis NINJA”, que salió al mercado en enero y, apenas un mes después de llegar a las librerías, sumaba ya por la octava edición, con más de 100.000 ejemplares vendidos. Hasta la Embajada de España en Londres ha requerido sus servicios para dar una conferencia. Encuentro que él prepara con el mismo interés que las otras 190 citas que tiene en agenda. “Hasta un colegio de niñas de Zaragoza me pidió si podía ir a dar una charla, mi hijo me dijo que teníamos que ir, y fuimos”, explica con la misma naturalidad que un abuelo lee por las noches un cuento a sus nietos. Porque, para él, se trata de una “fama muy falsa”, según sus propias palabras. Ya que, ni la buscó, ni va a dejar que se le suba a la cabeza. Simplemente, está disfrutando de hacer lo que le gusta, enseñar, con la ventaja de tener las canas suficientes y la falta de ataduras necesaria para “decir lo que me da la gana”.

La revolución civil de Internet

Ese lenguaje didáctico, cercano, vestido de mucho sentido común y desnudo de términos grandilocuentes es parte de su secreto, porque Abadía sólo habla de aquello que entiende. De hecho, cuando estaba escribiendo el famoso diccionario que cambió su vida -y la de muchos-, nunca apuntaba una palabra que no comprendiera. Y cuando creía entenderla, y luego comprobaba que se había equivocado, la borraba.

Aunque en este viaje a todos los rincones del mundo el profesor Abadía ha contado con un aliado fundamental: Internet. Porque, como él mismo reconoce, esta historia habría sido imposible hace una década, cuando las tres W eran unas desconocidas para la mayoría de los mortales. “Cuando ahora recibo todas esas visitas en el blog, en Facebook, me doy cuenta de que llegar al otro lado del mundo es cuestión de segundos, eso es algo realmente increíble. Gracias a Dios, siempre he apostado por la tecnología, en cambio, muchos amigos de mi edad nunca han encendido un ordenador”.

Algo inimaginable para este espíritu inquieto, que nunca pensó en jubilarse, ni siquiera después de abandonar las aulas de IESE, en 1993. Entonces, siguió ligado a la consultora que había fundado junto a sus hijos, con una jornada laboral de 8 relajadas horas, ya que si un día no le había dado tiempo a terminar algo, se acostaba tranquilamente esperando a que llegara el día siguiente para terminarlo. Ahora, en cambio, dedica 10 horas, como mínimo, a dar a conocer sus reflexiones a todo aquel que quiera oírlas o leerlas. Y cada vez son más sus seguidores. Tantos, que Abadía puede empezar a acariciar la revolución civil que está pregonando.

Una marcha alejada de cualquier atisbo de sedición y dirigida a hacer entender que “cada uno tenemos que ser empresarios de nosotros mismos. La primera empresa que tengo soy yo mismo, porque si estoy esperando a que el Gobierno venga a resolver mis problemas, no tengo nada”, afirma, poniendo como ejemplo su propia historia. “Yo he reaccionado, sin querer, de esta forma”, una biografía que tuvo un golpe de suerte hace un año, cuando se le ocurrió enviar un mail a un amigo y éste empezó a reenviarlo, pero sembrada con cincuenta años de trabajo, y aderezada con el arma de las nuevas tecnologías, que tanto pueden ayudar ahora a que cada uno sea su propia empresa y colabore en la construcción de otras, como está haciendo él mismo.

Él mismo reconoce que, muchas veces, se comunica con su mujer por email. Incluso cuando están en casa, cada uno delante de su ordenador, pero separados por los cientos de metros cuadrados que suman los dos pisos de la vivienda que tienen en Barcelona. “Cuando estoy escribiendo algo y tengo una duda, por ejemplo, le pido a mi mujer que la busque en Google”, reconoce con una naturalidad más propia de un estudiante que de un profesor de 75 años.

La familia es una constante en la vida de Leopoldo Abadía, quien bromea con la inagotable fuente de información que constituyen 12 hijos y 36 nietos. Su particular empresa, que siempre ha estado en crisis económica, porque como afirma con una expresiva admiración: “¡Con 12 hijos, yo siempre he estado en crisis! Cada domingo por la tarde, mi mujer y yo hacíamos el plan económico de la semana. Justo antes de reunirnos, venía mi mujer y me decía: ¿vamos a darnos el disgusto? Y efectivamente, porque siempre había entrado menos de lo que esperábamos, y salido lo que tenía que salir”.

Sencillos ejemplos como éste sirven al profesor Abadía para explicar términos en teoría tan complejos como el modelo económico que siempre debe imperar en una economía. “Si carecemos de modelo, resulta insostenible cualquier economía. Hay que tener todo el modelo en la cabeza y saber que si tiramos de un hilo, éste arrastra al resto del modelo. Si a mí uno de mis hijos me pide dinero, y se lo doy sin preocuparme, y luego otro también me pide, y yo vuelvo a hacer lo mismo, vendrá mi mujer y me dirá que ahora de dónde lo sacamos para hacer frente al resto de nuestras obligaciones, porque ella sí tiene el modelo en la cabeza”.

Recuperar los valores

Dentro de su discurso, el profesor Abadía siempre hace hincapié en valores como el esfuerzo, la honradez, la austeridad, la lealtad y la sinceridad. Unos principios universales y atemporales, porque, insiste, los valores no son viejos, ni nuevos, son valores. “Me sorprende cuando la gente habla de recuperar el valor del esfuerzo, ¡pero si la vagancia nunca ha sido un valor!”, afirma con un ímpetu capaz de derribar cualquier barrera. La suma de todos estos principios puede resumirse en una sola: la decencia, ya que para el profesor Abadía, la situación actual es fruto de una crisis de decencia, cuya cura es muy difícil, porque exige cambiar a las personas.

“El capitalismo no es indecente, las personas son decentes o indecentes. Al final, somos nosotros, la gente de la calle, y con Internet podemos transmitir muchas cosas y, en tres minutos, llegarán a cualquier parte del mundo“. Bajo esta bandera, enarbola la defensa de cualquier negocio que respete los pilares de los valores y se construya sobre la base del esfuerzo. “Todo puede ser ético, excepto lo que sea indecente per se. Si una persona monta un negocio que es una casa de citas, es indecente, porque per se una casa de citas es indecente”, explica. Y continúa: “Si sólo se tratara de ganar dinero, sin honradez ni decencia, el modelo sería la mafia, que gana mucho dinero. Por eso, para salir de esta crisis y evitar volver a caer en otra parecida, es muy importante que la gente sepa qué está bien o mal. Si jugamos al todo vale, yo puedo ir por la espalda, y tú puedes venirme a mí por la espalda, y el que pierda, no tendrá derecho a quejarse, porque todo vale. Entonces, caeríamos en el modelo de la pillería”.

Reflexiones tan sencillas como ésta hacen que Abadía insista en el sentido común como la mejor medicina contra la crisis y como pilar para construir cualquier economía. Además, lejos de suscribir el tópico de que el sentido común es el menos común de los sentidos, el profesor insiste en la apabullante lógica que se encuentra por la calle. Y anima a todo el mundo a convertirse en su propia empresa, a llevar a cabo su particular revolución civil. “Así es como salimos adelante”. Una idea que admite haber tomado prestada de una vecina del pueblo de San Quirico, cuyo hijo ha viajado hasta Japón en busca de clientes, porque en España ya no hay mercado para el negocio familiar de productos para la industria alimentaria. “El colmo de la globalización”, que diría el profesor Abadía.


Publicado el: 11/03/2009

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