De pura palabra. Así fue el próspero negocio que durante 36 años tuvo el rey de las exportaciones de ropa en Colombia, Industrias e Inversiones El Cid, con su único cliente, situado en Estados Unidos: Oxford Industries.
Esa, que parece una locura, es un capítulo central en la vida de Guillermo Valencia Jaramillo, un empresario cuyo nombre es sinónimo de respeto en el mundo de los negocios. De consagración a la defensa de la empresa privada. De lucha sin cuartel por el libre comercio. De generoso consejo en juntas directivas para guiar el rumbo de gremios y compañías públicas, mixtas y privadas. Y, sobre todo, de un poder bien ejercido que no ha conocido excesos ni narcisistas protagonismos.
Su tiquete de entrada al mundo de la moda fue su suegro, Pedro Álvarez, a quien el periodista Adolfo León Gómez recuerda como uno de los sastres más prestigiosos que tuvo Medellín. Y además muy innovador, porque no solo confeccionaba trajes, sino que también importaba vestidos, como los afamados Palm Beach, que traía de Miami.
Gómez conoció a Valencia Jaramillo en agosto de 1949. El primero llegaba a reemplazar al segundo como periodista en El Correo, un oficio de toderos en el que les tocaba desde "inflar cables" hasta hacer notas de Policía.
Valencia Jaramillo se fue a trabajar al almacén de ropa El Cid, el mismo que posteriormente le compró a su suegro, y que hoy sobrevive con el nombre de Bobie Brooks. Más adelante abrió dos tiendas, que bautizó como Gasolina Extra, las cuales son gerenciadas en la actualidad por su hijo Juan Guillermo.
El gran cambio para Valencia Jaramillo se produjo a raíz de la visita de unos asesores norteamericanos a la planta de producción de Industrias e Inversiones El Cid. Como hablaba inglés, sirvió de intérprete. La consultoría terminó y él se quedó, haciendo una formidable llave con su cuñado, Raúl Álvarez, quien era todo un tigre para sacar producciones de calidad.
Con él viajó a Estados Unidos para conseguir la franquicia de la ropa Bobie Brooks. Al final de unas gestiones por Nueva York, Cleveland y Miami terminaron con un contrato en la mano para elaborar y exportar 100.000 sacos.
La noticia de su excelente trabajo llegó a oídos de Oxford Industries. A la planta de El Cid llegaron Neal Mangold y Ben Blount, dos altos ejecutivos de la división Lanier Clothes. Del encanto pasaron a las primeras pruebas. De Estados Unidos llegaban las prendas cortadas, El Cid las maquilaba y las exportaba a su cliente. El primer despacho fue de 600 sacos, en plena Semana Santa. Como todo salió a las mil maravillas, los paisas dijeron, "firmemos el contrato", ante lo cual los norteamericanos argumentaron que eso no era posible, por física incapacidad de calcular el mercado y el comportamiento de la demanda. Por lo tanto, la relación entre ambos siguió adelante, pero de palabra.
"El Cid se convirtió en la firma líder en exportación de confecciones", dice Jorge Alberto Velásquez Peláez, ex director de Proexpo en Medellín y de Proexport en Venezuela, quien califica a Valencia Jaramillo como "el decano de la industria de la confección en Colombia". Y muy generoso, además, porque contratos millonarios que le proponían y no podía atender, los cedió a otros que de esa manera crearon nuevas empresas.
"Hicimos millones y millones y millones de sacos y pantalones. Y en una industria en la que son normales penalizaciones de 20.000 o 50.000 dólares por diversos motivos, nosotros no tuvimos ni una sola devolución ni pagamos un solo dólar por multas", comenta Valencia Jaramillo. Parte de la clave está en que Raúl Álvarez y todos los empleados eran unos celosos guardianes de la calidad.
El trabajo era intenso. La firma llegó a tener 2.800 trabajadores. Empezaron con 500 sacos al día y llegaron a producir 3.000 sacos y 2.000 pantalones diarios. El empresario no recuerda la cantidad de divisas que eso le generó a Antioquia. La Cámara de Comercio de Medellín da una idea de ello. Solo en el período 2000-2008 marcó en exportaciones más de 324 millones de dólares.
Los norteamericanos venían a conocer la planta y decían que con el ritmo de las máquinas y las operarias se palpaba su eficiencia. Hicks Lanier, el presidente de Oxford Industries, también viajó muchas veces a Colombia para reunirse con Valencia Jaramillo. Se volvieron tan amigos, que el antioqueño era el único extranjero que se sentaba con ellos en la asamblea de fin de año.
La fidelidad era total. Un presidente de Men´s Wear House, cliente de Oxford, le pidió al colombiano que su firma trabajara para ellos, a lo cual éste respondió con un cordial y tajante no.
La prosperidad marcó buena parte de esa relación El Cid-Oxford. En el año 2004 las exportaciones de la empresa antioqueña superaron los 48,5 millones de dólares. Pero de ahí en adelante se inició un descenso, que las llevó, en el 2008, a 23,9 millones de dólares.
Como plagas cayeron la revaluación del peso, la crisis económica mundial y el deterioro de la demanda por los productos de Oxford. Los pedidos retrocedieron a 1.000 sacos diarios. Suena mucho. Y lo es. Pero no para una empresa que, como dice Valencia Jaramillo, era como un Jumbo que se debía acomodar en el hangar de una avioneta. Operar así era poner en riesgo el patrimonio de los accionistas. La decisión de no ir más se comunicó, por escrito, en febrero de 2009. El 20 de ese mismo mes llegó la respuesta de Hicks Lanier para Valencia Jaramillo:
"Gracias por tu cálido y sentido mensaje. Yo sé que todas las personas, tanto en Oxford como en Lanier, tienen un gran respeto y consideración para ti y tu equipo de El Cid. Gracias por ser un increíble socio durante todos estos años. La situación económica actual en el mundo es algo que yo jamás había visto en mi vida. Es imposible sacarle un sentido a todo esto, pero nada marchitará nuestra amistad y espero verte pronto. Tu amigo para toda la vida, Hicks Lanier".
De principio a fin parece cosa de locos, hacer, de pura palabra, un negocio de semejante talla. Pero no para Valencia Jaramillo, el economista, filósofo, comerciante y actor de teatro que disfrutaba representando La zorra y las uvas. Es que, concluye, "los altos estándares de ética, lealtad y compromiso, valen más que cualquier contrato, porque estos se rompen con facilidad y terminan en pleitos jurídicos". |
| Análisis | |
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Memo, un modelo para seguir |
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Siempre me he sentido muy afortunado de ser hijo de Guillermo Valencia y de haber podido compartir con él todos estos años de vida. Todos sus logros personales y profesionales no han cambiado la esencia de un hombre que es para mí un modelo para seguir.
Siempre fue, y es, sencillo, de muy bajo perfil, nunca aspiró a tener más de lo estrictamente necesario, ha buscado la simpleza en la vida, jamás se engolosinó con el éxito y siempre ha sabido valorar a las demás personas en su real dimensión, independientemente de su clase social o económica.
Supo escoger a su esposa, mi madre, una mujer buena que lo ha acompañado toda la vida en silencio, apoyándolo, respaldándolo y llamando su atención sobre las cosas que consideró que debía hacer.
Siempre nos inculcó valores, tan venidos a menos en los tiempos actuales, como la honestidad, la rectitud y la justicia. Lo hizo sin decirnos una palabra. Le bastó el ejemplo, que es la mejor manera de educar a los hijos.
Creo que no hay una sola persona sobre esta tierra que pueda decir que Memo lo engañó o le dijo una mentira. Memo siempre ha sido un hombre de palabra. Jamás entendió la necesidad de firmar un contrato, jamás ha entendido que alguien no cumpla con lo acordado.
Todas esas virtudes están ligadas a una disciplina interminable, la misma que sigue en todos los quehaceres de la vida, como el fútbol, que ha sido su gran pasión, el cual todavía practica al menos tres días a la semana.
Resumiendo, diría que Memo es un hombre bueno, bueno en todo el sentido de la palabra, y en el que siempre he visto su incansable interés por el bien de los demás y la bondad con que lo hace.
* León Darío Valencia Álvarez, hijo de Guillermo Valencia Jaramillo
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| Opinión | |
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El secreto está en la calidad de las personas |
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"No tengo conocimiento de un caso similar. Solo personas excepcionales pueden hacer negocios como ese, de palabra. Guillermo Valencia es de una enorme calidez humana. Lo conozco hace 22 años y con él se puede hablar de filosofía, negocios, economía, literatura, fútbol y ciclismo. Como empresario es muy pragmático y ha sido insistente en la tesis de que las exportaciones no pueden depender de la tasa de cambio". Javier Díaz Molina, presidente de Analdex
"Normalmente se dice que detrás de toda empresa exitosa hay un buen administrador. Eso caracterizó a Industrias e Inversiones El Cid. Guillermo Valencia Jaramillo siempre tuvo una gran capacidad gerencial, fue abierto y nunca obró de manera egoísta, al punto de ceder a otros negocios que él no podía atender. Es un hombre de cero egoísmos, al que mucha gente le debe su empresa". Jorge Alberto Velásquez, ex director de Proexport Venezuela
"Conozco a Guillermo Valencia desde hace 36 años y no tenía la más mínima idea de que el contrato con Oxford Industries siempre hubiera sido de palabra. Yo creo que, de boca, no haría jamás un negocio con una firma norteamericana. Con un paisa, sí, como de hecho lo he venido haciendo con Interllantas. Para eso se necesita una buena dosis de confianza". Mario Múnera Jaramillo, gerente de Marllantas
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1 comentario:
Increible historia, este mundo sería tan distinto si existieran más personas como Don Guillermo!.. que nos sirva esta historia como ejemplo de lo grande que pueden ser los ideales de una persona y lo grande que hace a las personas que lo rodean.
Mil gracias por esto!
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