viernes, diciembre 01, 2006

El despegue de la innovación y el emprendimiento en las universidades latinoamericanas

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Uno de los factores que explican la débil competitividad de América Latina en el dinámico escenario global del siglo XXI es la ausencia de innovación. Por eso, muchos se preguntan si los países de la región y las empresas están aprovechando al máximo la investigación realizada en sus universidades para contribuir al desarrollo de nuevos productos y servicios, o bien si estas instituciones de educación están empleando su conocimiento para apoyar el surgimiento de emprendedores y nuevos negocios.

A la hora de examinar el rol de las universidades como centros generadores de innovación, lo primero que suele evaluarse es el sistema de transferencia de tecnología desde éstas a las empresas. Anita Kon, profesora de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUCSP), Brasil, sostiene que las investigaciones analíticas sobre la realidad social, así como las investigaciones tecnológicas para el desarrollo empírico de productos y servicios, “deben ser canalizadas para la utilización directa de la sociedad a través de instituciones especializadas que posean la infraestructura organizacional, financiera y física necesaria para este trabajo conjunto”. En ese sentido, Kon explica que las entidades gubernamentales o de carácter privado e incluso Organizaciones No Gubernamentales (ONG), potencialmente tienen capacidad para crear asociaciones entre universidades, gobiernos y empresas, “siempre que estén apoyadas por un marco legal que controle su operación”.

En otra de las economías más activas de la región, Colombia, la relación universidad-empresa se ha fortalecido mucho en los últimos 10 años bajo el liderazgo de la Universidad de Antioquia (Medellín), a través de vínculos directos entre los grupos de investigación más calificados y las unidades de investigación y desarrollo del sector productivo. Dentro de las universidades, dice Hugo Macías Cardona, coordinador del Centro de Investigaciones Económicas, Contables y Administrativas (CIECA) de la Universidad de Medellín, “está aumentando la conciencia de que los procesos de investigación no deben responder sólo a las inquietudes e iniciativas académicas de los profesores, sino que deben responder más a las necesidades de su entorno empresarial y a las necesidades de desarrollo de su país”. En Colombia se crearon recientemente cuatro Centros de Excelencia, que están integrados por grupos de investigación de alta categoría, mediante una red construida dentro del sistema nacional de ciencia y tecnología. “Cada uno de esos centros trabaja sobre unas líneas de investigación que fueron definidas previamente como líneas estratégicas para el desarrollo nacional, tanto desde el punto de vista productivo como de bienestar de los habitantes”, relata el académico.

Pero también son las empresas las que han comenzado a acercarse a las aulas universitarias, especialmente las vinculadas a las tecnologías de información. Por un lado, logran que sus productos o servicios sean utilizados y reconocidos por los académicos y alumnos. Éstos, por su parte, acceden a una formación que los califica para el empleo de esas herramientas en el mercado laboral.

Es un camino que SAS, el gigante global de inteligencia analítica y de negocios, ya ha comenzado a recorrer en América Latina. Así, por ejemplo, la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, con el apoyo de la filial local de SAS, implementó una versión de su Diplomado en Gestión de Negocios con la solución Business Intelligence, que considera diversas herramientas, entre ellas el Data Mining o minería de datos. “A las universidades les permite diferenciarse de otras y los profesores adquieren presencia internacional, porque estas herramientas ofrecen una biblioteca analítica virtual, donde los académicos de distintas áreas pueden intercambiar experiencias sobre la forma en que enseñan sus materias con las soluciones de SAS”, explica Andrea Szyfer, gerente de Programas Académicos de SAS en Argentina, Brasil y Chile. Para los alumnos, añade, “significa una ventaja competitiva frente a los demás, ya que se les enseña un conocimiento que les garantiza una mayor contratación en el mercado laboral”. Y para SAS, también hay beneficios: “Se expande el conocimiento sobre nuestras soluciones. Ese alumno que hoy día aprende en las clases, algún día saldrá al mundo empresarial y se va a acordar de SAS. Cuando las universidades enseñan con nuestra solución, aumenta nuestra credibilidad en los mercados en que están presentes y, además, se garantiza una base de usuarios capacitados, tanto para trabajar en SAS, como en las empresas socias o clientes”, señala Szyfer.

Potenciando ideas innovadoras

Más allá de los esfuerzos en investigación y desarrollo en distintas áreas, las universidades de la región ya parecen estar tomando conciencia del rol clave que pueden jugar en el surgimiento de nuevas empresas. Siguiendo modelos de Estados Unidos y Europa, las principales facultades de economía y administración latinoamericanas han comenzado a establecer incubadoras o potenciadoras de negocios, con el objetivo de seleccionar proyectos de empresas innovadoras y dar apoyo a sus emprendedores a través de diferentes mecanismos.

Es lo que ocurre en Brasil, donde la PUC de São Paulo ya ha comenzado a tomar ventaja del know-how académico a través de PUC Júnior Consultaría, una empresa sin fines de lucro, formada por alumnos de la Facultad de Economía y Administración, y orientada por profesores con el objetivo de maximizar el desempeño profesional y personal de sus miembros, diferenciándolos en el mercado del trabajo para que puedan prestar servicios de excelencia en áreas como gestión empresarial, investigación de mercado y desarrollo social, pero respetando valores como la ética y la responsabilidad social. Según la profesora Kon, un caso de éxito empresarial surgido de la PUCSP lo constituye DERDIC, una compañía del área de la fonoaudiología que atiende a personas con deficiencia auditiva y que ya es considerada “una de las mejores y más eficientes del país”. Otras universidades brasileñas también han lanzado iniciativas empresariales, entre ellas FGV Projetos, una unidad de la Fundación Getulio Vargas orientada a la prestación de servicios de consultoría, entrenamiento, seminarios, certificación y concursos; el Instituto de Pesquisas Tecnológicas (IPT) de la Universidad de São Paulo, capacitado para atender las necesidades tecnológicas de empresas de diversos tamaños y áreas productivas; la Fundação Instituto de Pesquisas Econômicas (FIPE), de la misma universidad, que provee de consultorías en el área de economía; FGV Júnior Consultoria, con las mismas características de PUC JR.; y Empresa Junior Mackenzie Consultoria, de la Universidad Presbiteriana Mackenzie, con experiencia en consultoría empresarial.

Colombia también ha sido testigo del surgimiento de muchas incubadoras de empresas bajo el paraguas universitario. Las primeras fueron de base tecnológica y luego nacieron otras en sectores especializados. “Esas iniciativas han presentado una dinámica muy grande y han logrado que se presenten y se apoyen financieramente muchas propuestas; sin embargo, los resultados son muy pobres en términos de número de empresas incubadas exitosas”, reconoce el profesor Macías Cardona. Pero eso no ha detenido a las universidades locales, algunas de las cuales están incursionando en la creación de fondos con capital de riesgo para apoyar iniciativas empresariales de sus recién licenciados, como es el caso de la Universidad de Medellín, que dispone de un fondo de 1 millón de dólares para apoyar iniciativas de estudiantes y licenciados. “Este modelo ha sido implementado posteriormente en otras universidades, en completa conexión con las incubadoras de empresas que están por fuera de las instituciones de educación superior”, destaca el académico colombiano.

De la teoría a la práctica

¿De qué manera las incubadoras de negocios pueden transformar la investigación realizada en las universidades en empresas exitosas? Gabriel Hidalgo, gerente general de Octantis, una potenciadora de negocios creada hace tres años por la Universidad Adolfo Ibáñez en Santiago de Chile, responde que a través de cuatro aspectos fundamentales. “En primer lugar, juntamos a los investigadores con gente de negocios, para crear equipos o ‘matrimonios de buena química’ entre las ciencias y los negocios. En segundo lugar, acercamos los conceptos de investigadores a clientes reales para evaluar su validez comercial: es lo que se conoce como diseño de los negocios mediante Prototipos. En tercer lugar, apoyamos al equipo emprendedor con el Patentamiento, a través de aliados cuando se requiere y, por último, acercamos a inversores para que la empresa pueda partir con el capital requerido”. Es un modelo que está produciendo resultados. Dentro de una cartera de 50 proyectos, Octantis ya tiene alrededor de 12 patentes internacionales en curso y al menos 6 empresas en formación con participación de científicos e investigadores. La facturación compuesta de las empresas bajo el paraguas de la potenciadora chilena superará los 8,5 millones de dólares a fines de este año.

El concurso de capitalistas de riesgo o inversionistas ángeles, como se los suele denominar, parece resultar clave en la consolidación de un proyecto innovador, por eso uno de los aspectos más valorados de las potenciadoras o incubadoras de negocios son las redes de contactos que proporcionan a los emprendedores. Hidalgo sostiene que “las conexiones pueden marcar toda la diferencia entre que una empresa ocurra o no. Incluso las redes de inversionistas son antes que redes de capital, tejidos de confianza y de contacto. La gente invierte en proyectos por su rentabilidad y atractivo de negocio, pero también porque los emprendedores que están detrás les proporcionan confianza y les parece viable una relación de colaboración con ellos”.

Desde la perspectiva de los inversionistas, ¿qué pueden ofrecer las incubadoras de negocios para acotar el riesgo y qué nivel de rentabilidad se estiman óptimos? El representante de Octantis admite que el “riesgo cero” no existe, pero dice que una cualidad que tiene el emprendimiento por la vía de una dinámica de redes como la que efectúa Octantis, “es que al ir colocando redes atingentes a cada etapa de los emprendimientos estos pueden ir fertilizándose paso a paso. Si se cometen errores, estos se transforman rápidamente en aprendizaje. Si algo no despega, también se sabe tempranamente minimizando cash burning rate”. En cuanto a la rentabilidad, Hidalgo prefiere hablar de “crecimiento rentable”. “Nosotros tomamos ideas y las llevamos por nuestro proceso de apoyo en redes, pasando por el acceso a inversionistas a través de sucesivas etapas y cultivando el crecimiento sostenido. De ese modo, el crecimiento rentable lo hacemos conjuntamente con los emprendedores. Eso sí, necesitamos que ellos sean pilotos que no le tengan miedo al vuelo en altura”, advierte Hidalgo.

Reciclando basura electrónica con acento social

Octantis está especialmente orgullosa de su apoyo a la consolidación de Recycla, una pequeña empresa innovadora creada en Santiago de Chile en el año 2003 y dedicada al reciclaje de desechos electrónicos (llamados e-waste), la primera de este tipo en Sudamérica. Recycla ha recibido premios internacionales por su compromiso con la reinserción laboral -un 60% de su planta está integrada por ex presidiarios-, y su modelo de negocios ya ha sido caso de estudio de universidades estadounidenses y europeas. El servicio que presta consiste en generar un inventario de los equipos electrónicos de grandes empresas, para luego retirar el material desechado e ingresarlo a su planta, donde empieza el proceso de reciclaje. Los equipos son desmantelados en sus componentes y los materiales que se logran rescatar (un 75% aproximadamente) se transforman en e-scrap, el cual es exportado como materia prima a fundiciones certificadas ISO 14001 en Europa y Norteamérica.

“Salimos a buscar recursos en la banca, pero nos fue bastante mal”, recuerda Fernando Nilo, gerente general y fundador de Recycla. Ese fue el motivo que lo llevó a presentar la empresa a un concurso de Octantis en 2004. “Lo primero que nos facilitó (la potenciadora de negocios) fue el acceso al crédito. Que un tercero del prestigio de la Universidad Adolfo Ibáñez dijera que nuestro proyecto tenía valor nos abrió las puertas de los bancos. Segunda ayuda: cuando uno emprende tiene que saber escuchar. Cuando analizábamos el plan de negocios (con los tutores de Octantis) siempre atendimos con mucha humildad, ratificamos lo que estaba bien y lo malo lo rectificamos. Ese feedback nos permitió dar pasos más largos y avanzar más rápido”, reconoce Nilo. Sin embargo, Recycla optó por no incorporar inversionistas de riesgo como vía para obtener recursos. “Los que se interesaron no nos parecieron adecuados. Fue duro tener que dejar dinero en la mesa, pero a la larga fue la mejor decisión porque pasamos el valle de la muerte solos (en la jerga emprendedora aquel momento en que las ventas están entre 500.000 y 1 millón de dólares y en el cual las empresas suelen estancarse). Recycla se ha ido levantando sin ceder parte del control”, señala orgulloso. Aunque prefieren mantener su facturación bajo confidencialidad, Nilo dice que la empresa ha aumentado sus ventas y que ya se ha consolidado en el mercado local. Por eso, su próximo paso es exportar el modelo de Recycla -innovación, sustentabilidad y responsabilidad social-, a otros países de la región. “Tenemos ofertas para comprar este modelo. Ya nos han visitado desde Colombia y Venezuela”.

Desafíos pendientes

Una de las barreras principales para la consolidación de las universidades como centros generadores de negocios, es la poca disponibilidad de recursos financieros y logísticos. Por ejemplo, dificultades para obtener un local físico adecuado para el acomodo de la administración y emprendimiento de los servicios a ser ofrecidos, o carencia de recursos para viajes y hospedaje, al igual que para inversiones en laboratorios y publicaciones”, señala la profesora Kon de la PUC de São Paulo. Macías Cardona, de la Universidad de Medellín, pone el acento en la falta de recursos financieros y apunta a la creación de mecanismos para que aquellos destinados a capital de riesgo se puedan fortalecer, especialmente en los países de mediano tamaño. “Es mucho lo que se ha avanzado en países como Argentina, Brasil, Chile y México, con respecto a países como Colombia, Perú o Venezuela”, advierte el académico.

Otro aspecto que debe ser resuelto, añade la profesora Kon, es la carencia de normas regulatorias, ya sean legales u otras, para la efectiva materialización de la cooperación entre universidades y empresas. “Instituciones sin fines de lucro, organizadas sobre la forma jurídica de Fundación, al igual que otras entidades de interés social y colectivo en Brasil, no disponen de suficiente apoyo de dispositivos legales definidos específicamente para facilitar el establecimiento de la cooperación. Muy por el contrario, se puede afirmar que el marco legal existente contiene disposiciones que bloquean y retrasan la concreción de asociaciones”, concluye la académica.



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