Tomado de la recista DINERO - edición 229 -
En medio de grandes contrastes, China avanza hacia su meta de ser la primera potencia económica mundial. Shanghai, ciudad definida por una arquitectura de extrema vanguardia, aspira a desplazar a Nueva York como centro financiero internacional |
Dinero participó en el viaje que realizaron 146 empresarios colombianos para acompañar al presidente Álvaro Uribe y al presidente de Proexport, Luis Guillermo Plata, en la exploración a China que tuvo lugar entre el 12 y el 24 de abril. La idea era abrir los ojos a este país. El objetivo, podemos asegurarlo, se cumplió. Es difícil imaginar que alguno de estos empresarios conserve las mismas nociones que tenía antes de subir al avión respecto a cuál es su lugar en este mundo.
El nuevo motor del planeta
Para cualquiera que viva en el mundo occidental, imaginarse a China es bien difícil. Se oye hablar de la modernidad, de la transformación de ciudades de la noche a la mañana, de puertos capaces de movilizar millones de contenedores y de cambios radicales en la forma como los chinos viven la sociedad de consumo y perciben a Occidente. Al mismo tiempo, sin embargo, tenemos la imagen de un país donde la mayor parte de la población viste de la misma manera, al estilo Mao, transita en bicicleta y vive en aldeas donde el tiempo se ha detenido. Lo que resulta difícil de asimilar es que ambas versiones son correctas.
Llegar a Beijing y encontrarse con una ciudad de 17 millones de habitantes, grandes avenidas, lujosos automóviles y modernos edificios, donde la actividad edificadora no se detiene, es indescriptible. En esta metrópolis es posible encontrar innumerables tiendas de las grandes marcas mundiales, como Chanel, Louis Vuitton, Prada y St. John, que no paran de atender a los 100 millones de chinos que ya forman parte de las clases medias y altas de ese país. Un impacto similar ocurre al llegar a Shanghai, una ciudad igualmente poblada, definida por una arquitectura de extrema vanguardia y que aspira a desplazar a Nueva York como centro financiero internacional.
El viaje de los empresarios colombianos comenzó con una rueda de negocios en Beijing, a la cual asistieron alrededor de 200 empresarios chinos. La rueda fue inaugurada por el presidente Álvaro Uribe y Cheng Siwei, vicepresidente de la Asamblea Nacional Popular.
Algunos de los asistentes habíamos participado en la reunión que sostuvo el presidente Uribe en Tokio unos días antes con representantes del Keidanren, la federación de organizaciones de negocios que articula los intereses del sector privado y el gobierno en Japón. Así, pudimos verificar las abismales diferencias que hay entre el Japón y la China de hoy. Japón aparece como una sociedad muy madura, de viejos, donde el ímpetu creador ha sido reemplazado por una actitud de pausa, lentitud y prevención. No se percibe un deseo de asumir riesgos y mucho menos de hacerlo en un país como Colombia, donde, de acuerdo con las palabras de un representante del Keidanren, "los índices de seguridad no son los adecuados y no se respetan los contratos".
En contraste, en China, la entusiasta acogida de los empresarios locales al presidente Uribe y su delegación permitió apreciar una sociedad que pasa por una etapa de desarrollo completamente diferente. Al participar con estos empresarios en las reuniones y ver su dinamismo, no era posible dejar de pensar que quizás hace apenas tres décadas la mayor parte de este grupo pertenecía al campesinado. En una sola vida han hecho el tránsito desde el atraso absoluto hasta convertirse en los nuevos actores del crecimiento mundial. Cuando se percibe esto, se puede entender la contagiosa energía que transmiten en todos sus actos. Es como si cada uno de ellos viviera la exaltación de saberse protagonista de un nuevo modelo de desarrollo, que está funcionando bien y los ha ubicado en el centro de un mundo que no parece tener límites. Se sienten deslumbrados al verificar lo que ellos mismos han alcanzado. Esos logros los motivan a mantener una actitud voraz hacia la toma de riesgos y el desarrollo de emprendimientos.
Esta etapa de desarrollo moderno de China no tiene más de 26 años. En 1979, tres años después de la muerte de Mao Tsé-tung, su sucesor Deng Xiaoping decidió dejar atrás los dogmas del marxismo leninismo y del maoísmo e inició las reformas de la economía, así como la apertura a la inversión extranjera.
Los cambios que siguieron a la política de puertas abiertas de Deng Xiaoping han sido rápidos y dramáticos. La economía ha crecido en promedio al 9,4% anual en los últimos 26 años, al punto de que China es hoy la séptima economía del mundo en tamaño y la cuarta cuando la medición tiene en cuenta un ajuste por paridad de poder adquisitivo. De igual forma, en estos años, China ha atraído más de US$600.000 millones de inversión extranjera directa, representados en 500.000 proyectos. Unos 50.000, la mayoría perteneciente al sector manufacturero, se han ubicado en las zonas económicas especiales. Entre los principales inversionistas están los multimillonarios chinos residentes en Taiwán, Hong Kong y Singapur, que, fieles a su país de origen, han trasladado sus fábricas desde estos países hacia China en sus zonas especiales. De hecho, China es el principal receptor de inversión extranjera del mundo, con US$62.000 millones en 2004.
Como resultado de la apertura, el comercio exterior ha crecido 16,5% anual desde 1990, frente al 6,1% del comercio global. En 2004, con US$594.000 millones, China fue el cuarto exportador del mundo, después de Alemania, Estados Unidos y Japón (70% de las exportaciones fueron hechas por las FIC, empresas con inversión extranjera que han otorgado acceso a mercados, tecnologías avanzadas y know how en administración). Las importaciones en el mismo año fueron de US$561.000 millones, lo que convirtió al país en el tercer importador del mundo, después de Estados Unidos y Alemania.
¿Qué venderles?
Para un país como Colombia, entrar en una relación económica con China no es fácil. China es un fuerte competidor de Colombia en el mercado mundial de productos manufactureros de valor agregado intermedio. El modelo chino fue creado para fabricar muchos de los mismos productos que Colombia aspira a vender, solo que a precios extraordinariamente bajos. Estados Unidos, Japón y la Unión Europea le temen a este gigante, cuya productividad ha crecido en 17% anual en los últimos cinco años, de acuerdo con el US Conference Board. China está invadiendo los mercados internacionales con productos de bajo precio, cuyos costos de producción pueden ser inferiores entre 30% y 50% a los que tienen en los países a los que llegan e incluso pueden estar por debajo del costo de las materias primas en estos mismos países.
Por otra parte, está la posibilidad de abastecer el mercado chino. Se espera que este mercado, calculado en 100 millones de personas, se duplique para el año 2010. De hecho, para muchas multinacionales, como Volkswagen, China se ha convertido en un foco importante de generación de utilidades dentro de la operación global.
Sin embargo, la opción de vender dentro de China tampoco es sencilla y requiere una planeación y un compromiso poco usuales en las empresas colombianas. Como afirma Luis Guillermo Plata, presidente de Proexport, "la penetración del mercado chino requiere una presencia local y músculo financiero, para mantenerse allí soportando pérdidas por lo menos durante 4 ó 5 años. Habría que evaluar qué empresas colombianas estarían dispuestas a hacer este tipo de inversiones y compromisos a largo plazo".
La competencia de China implica un reto de vida o muerte para una diversidad de sectores. En Estados Unidos, gran importador de productos chinos, muchos productores de confecciones, zapatos, electrodomésticos y productos de plástico han tenido que cerrar sus plantas por cuenta de los bajos precios de los productos chinos. Para los estadounidenses, el bajo costo de la producción china se ha traducido en la pérdida de 2,7 millones de empleos desde 2000. Su déficit comercial con China llegó en 2004 a US$150.000 millones.
Lo que ha pasado con las importaciones de confecciones en Estados Unidos y la Unión Europea desde cuando la OMC liberó las cuotas para los textiles y confecciones chinas, a comienzos de este año, es otro ejemplo de la gran amenaza que representan los productos chinos. Las exportaciones de textiles y confecciones de China crecieron casi 25% en el primer trimestre de 2005.
Para Colombia, no hay un buen pronóstico en negocios con China en un sector como confecciones. Shi Guo Zhen, vicepresidente de Shanghai Win Wing, una empresa que vende al año US$3.500 millones, dijo al levantarse de la mesa en la que estábamos trabajando durante la Ronda en Shanghai: "llegaron tarde y llegaron mal". Shi estaba interesada en invertir en Colombia en una lavandería para jeans producidos en China. Su idea era traer los jeans prácticamente listos desde China, terminarlos en Colombia y luego lavarlos para exportarlos a Estados Unidos como producto colombiano. Sin embargo, esto no sería posible en el marco del TLC entre Colombia y Estados Unidos, pues las reglas de origen exigen un componente local del 100% en la producción. Tampoco es el tipo de inversión que Colombia está buscando, pues no agrega valor.
No obstante, el caso ilustra los intereses de los potenciales inversionistas chinos en Colombia. El TLC les resultaría muy atractivo para acceder al mercado de Estados Unidos, donde tienen crecientes dificultades de entrada. No obstante, es difícil superar el beneficio de la alta productividad china y los bajos costos de producción en este país. De hecho, incluso tras la liberación de las cuotas, una prenda hecha en China puede llegar a Estados Unidos pagando arancel a precios inferiores a prendas mexicanas o colombianas, que cuentan con preferencias arancelarias. Se estima que en pocos años, el 50% de las confecciones del mundo se producirán en China.
Por otra parte, China no se limita a productos intensivos en mano de obra. No es, de ninguna manera, el productor de baratijas que todos creíamos. Se trata de un productor eficiente y moderno también en productos de alta tecnología. Huawei, la gigante china de las telecomunicaciones, con solo 17 años de fundada, compite con empresas de talla mundial como Siemens y Alcatel. Sus plantas de producción están ubicadas en Hangzhou (Hangchow), que se ha convertido en una ciudad tecnológica futurista a partir de los estímulos que brinda a las empresas que se instalen en su zona industrial. Gracias a la calidad de sus productos y al bajo precio de sus equipos, Huawei cuenta ya con el 15,7% del mercado global. La empresa ha registrado 6.500 patentes y en el área de investigación y desarrollo trabajan 11.500 personas.
¿Qué despierta, entonces, el interés de la gente de negocios china por una relación con Colombia? En las tres ruedas de negocios en las que participaron los empresarios colombianos, en Beijing, Shanghai y Xian, pudimos ver dos focos de interés. Por una parte, los chinos quieren vendernos sus productos. Por otra, los empresarios chinos querrían invertir en Colombia en los sectores que su gobierno ha definido como estratégicos y para los cuales, por tanto, está dispuesto a entregar subsidios. En su estrategia de desarrollo para las próximas décadas, para China será esencial contar con los recursos que va a requerir el desarrollo de todo el país en los próximos años. Esto explica que tengan un fuerte interés en los sectores de energía y minería en la relación con Colombia.
En energía, se firmó un memorando de entendimiento entre la Agencia Nacional de Hidrocarburos, ANH, y la Corporación Nacional de Exportación de Gas y Petróleo de China, CNODC, para una eventual alianza en exploración. Por otra parte, los chinos tienen interés en carbón, pues buscan nuevas reservas que garanticen un flujo constante de este mineral.
El modelo
Además de analizar la posibilidad de hacer negocios, la visita a China permitió a los empresarios colombianos conocer de primera mano un modelo económico y social que escapa a cualquier definición convencional.
La ideología comunista es real y su influencia sobre la sociedad es incuestionable, lo que se puede verificar en el dominio de la autoridad del Estado en todas las esferas y la existencia del modelo de planificación central más ambicioso y efectivo en la historia del planeta.
Sin embargo, el marco de referencia del comunismo sobre la propiedad privada fue simplemente dejado de lado con un propósito específico: convertir la inversión en el eje de desarrollo del país. Se decidió hacer de China el lugar más atractivo para la inversión en el mundo, a partir de la entrega de ventajas tributarias, subsidios en infraestructura y suministro de mano de obra calificada en las zonas económicas especiales. El resultado es un modelo de desarrollo económico y social que encierra grandes contradicciones y que es difícil de entender desde muchos puntos de vista.
A pesar de la enorme base de inversión extranjera con la que cuenta hoy, al país le faltan muchas piezas esenciales en el funcionamiento de una economía capitalista. Los mercados de valores y acciones, el derecho corporativo o el concepto de la propiedad solo se han desarrollado en los últimos años y todavía son bastante imperfectos. Aunque las leyes contemplan mecanismos de protección para la inversión extranjera, es aún difícil que los jueces hagan cumplir la ley.
Entre los chinos no hay consenso frente a las reformas y mucho menos frente a la transformación del país. Los menores de 40 años, que crecieron en la época en la que se introdujeron el mercado y la competencia, se sienten bastante cómodos y ven grandes oportunidades en el nuevo modelo. "La gente está contenta con el cambio y disfruta las ventajas del desarrollo moderno", opina Yu Jai, reportera del Oriental Morning Post.
Por otro lado, la generación anterior, que tiene entre 40 y 70 años, fue fuertemente influenciada por la Revolución Cultural y las campañas anticapitalistas. No tuvo educación y es escéptica con el cambio, aunque tampoco quisiera volver al pasado.
Hacia adelante, el gran reto de China es llevar el desarrollo económico a toda la población. De un país comunista, donde el Estado era el único dueño y responsable de todas las actividades y donde todos los ciudadanos eran iguales, China pasó a convertirse en una economía cada vez más abierta, donde la empresa privada surge como el eje del desarrollo y se hacen visibles las diferencias entre clases sociales.
Las políticas de libre mercado han tenido un impacto desigual sobre los diferentes tipos de negocios y además se han centrado en las zonas urbanas. Las zonas rurales, donde vive el 60% de la población, permanecen intactas, sin agua potable y sin acceso a salud.
La brecha que se está gestando entre las regiones del país es notoria y creciente. La inversión extranjera se concentra en la Costa, de modo que su PIB per cápita se disparó frente al de las regiones centrales y occidentales. Mientras el ingreso per cápita en China es de US$1.200 al año, en Shanghai es de US$5.000 y en Beijing es de US$3.500. En el interior es de US$626 y en el resto de China de US$778. La gente de las zonas pobres quiere buscar trabajo en las regiones más ricas. Pero esto no está permitido, pues en China la movilización de una región a otra no es libre. Como dijo una traductora con quien conversamos en Beijing, "en China cada uno tiene su lugar". El gobierno provee la mano de obra que se va requiriendo en las diferentes regiones del país.
Las incógnitas
Si bien desde la perspectiva de nuevos negocios en la misión empresarial no se lograron grandes avances, los viajeros colombianos pudimos apreciar el impacto de la transformación de China sobre el mundo, y tener una aproximación al tipo de competidor que enfrentamos.
Para el grupo fue evidente el rezago de Colombia en un mundo donde China será jugador de primer orden en el siglo XXI. Basta una mirada superficial a China para que cualquiera pueda apreciar qué tan lejos estamos de siquiera lograr un consenso sobre la forma en que vamos a hacer de Colombia un mejor país.
Nadie plantearía que el modelo chino es el que Colombia debe seguir. No es replicable, pues es único de esa nación. Mirando las cosas desde Shanghai, sin embargo, resulta evidente también que un país no puede aspirar a salir adelante, si no escoge una meta de largo plazo y se dedica con seriedad a lograrla. Y queda claro que resulta muy difícil crecer, si no se cuenta con una política y unos instrumentos que busquen agresivamente la inversión. Metas, largo plazo, inversión. son consideraciones básicas que, más allá de cualquier modelo, son pilares de crecimiento económico. Si Colombia no desarrolla un esquema propio que permita plantar esos pilares del crecimiento económico, la brecha que nos separará de los países de vanguardia en el mundo será cada vez más grande en este siglo
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