Análisis /
TOMADO DE LA REPUBLICA
Décima: Hacer las cosas con precisión, consistencia y argumentación sólida. Lo que hace que una marca se convierta en algo memorable y que un mensaje tenga el resultado que se espera es, sin lugar a dudas, la precisión y la argumentación con la que se trabaja.
No se trata de pensar que esto se alcanza con una oferta eventual, ni una promoción de ventas exitosa, ni la publicidad, ni los testimonios de la gente. Todo ello influye, y bastante, pero estos elementos o herramientas por sí solos no son los que hacen que se llegue a lo que se busca, y todos los anteriores tienen que ser precisos, consistentes, argumentados, se deben comunicar a tiempo, donde debe ser, y con mensajes concretos y correctos en todo el sentido de la palabra.
Las acciones de mercadeo tienen que ejecutarse con base en una generación de confianza con los clientes, y unas experiencias que necesitan ser coherentes con lo que se dice y hace. Por eso se requiere de un programa de comunicaciones constante y permanente con quienes conforman la cadena de la organización, con todos y cada uno de quienes tienen que ver con el desarrollo de las actividades de la empresa, incluyendo los clientes y los proveedores, con el fin de escuchar lo que opinan, lo que sugieren, las frustraciones, las alegrías, las aspiraciones, las expectativas, los deseos, y, en fin, todo lo que un mercadólogo requiere para alcanzar las metas y ser exitoso.
Todo ello se combina para lograr una “oferta irresistible”, que sea casi imposible pasar por alto cuando se necesita de lo que se hace y ofrece para satisfacer necesidades y/o vacíos que el ser humano (cliente) tiene. Swartz opina que de no lograrse este propósito (ofrecer algo que se convierta en irresistible para el mercado), prácticamente podría afirmarse que se está perdiendo.
Si se siguen las nueve primeras reglas, la décima será muy sencilla y se puede afirmar que será una consecuencia lógica de las anteriores. Si después de todo lo anterior los resultados no se dan, la revisión de la sexta (Saber aprovechar y medir la importancia de cada momento) debe ser obligatoria, o, dice el autor-consultor, debe “volver a recostarse”.
Como indicamos en nuestro comentario inicial sobre el mercadeo estilo El Padrino, no se trata de copiar y/o imitar las acciones que desde la ética y la moral son condenables, sino de analizar la mentalidad con la cual actuaban Vito Corleone y sus “empleados”, cuya filosofía de trabajo es la que Swartz deja entrever como reglas de un mercadeo exitoso, fundamentando lo que se hace en un sistema de comunicaciones efectivo, atractivo, con mensaje claro y respetuoso.
Con todo esto se logra una posición ventajosa en el mercado, que lidere la categoría seleccionada en el segmento determinado, para construir una gran marca con reconocimiento y admiración.
Bien sea en la actividad productiva, en la comercial, en la política, en la religión, en la cultura, en la salud, o en lo personal, el mercadeo se ha convertido, como predijo Drucker desde 1954, en la actividad que rige las acciones de los mercados, pues la competencia que se observa y es realidad en todos los escenarios de la vida humana, hacen que el mercado se tenga que desarrollar (hacer o formar los clientes), y mantenerlos con un interés que “bloquee” los competidores en los afanes por atraer a quienes ya han decidido aceptar y hacer propia una marca y sus productos.
Entender que estamos en un mundo de competencia, en todos los campos, sin excepción; comprender que el ser humano es competidor por naturaleza; aceptar que la lealtad del cliente se tiene que lograr y mantener, son la base del mercadeo, y de éste estilo El Padrino.
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