sábado, septiembre 23, 2006

El éxito ya no se mide en ascensos

PORTAFOLIO.COM.CO - Wall Street Journal -> El éxito ya no se mide en ascensos

POR GEORGE ANDERS - THE WALL STREET JOURNAL

El avance laboral y un gran cheque solían ser el objetivo de todo trabajador. Las cosas han cambiado y ahora pesa más la libertad y la comodidad.

BILL Y SARA sabían lo que querían, con una ambición que no se molestaban en ocultar. Estos amigos míos de la universidad empezaron a trabajar en pequeños periódicos en la década de los 80, justo después de graduarse. Pero no tenían intenciones de quedarse allí por mucho tiempo.

Menos de un año después ya habían conseguido entrevistas en Nueva York para empleos de mayor prestigio, más responsabilidad y mucho más dinero. En aquel entonces, cambiar de trabajo constantemente era el camino más obvio hacia el éxito y, por lo tanto, la felicidad. El objetivo era claro y simple: un cheque con más ceros.

Ahora todo se ha vuelto un poco más complicado. Mucha gente aún se replantea sus perspectivas laborales de cuando en cuando. A veces, incluso cambia a algo totalmente nuevo. Pero ahora el debate sobre qué cambios tienen sentido y cuáles no es mucho más intenso. A medida que se avanza en la vida, la cifra en el cheque deja de ser una referencia tan confiable.

En primer lugar, tenemos más práctica para descubrir el lado oscuro de los empleos con grandes sueldos. Algunos puestos suenan muy bien, hasta que uno se da cuenta de los viajes que involucran, lo que puede hacer que su rutina de un jueves implique comerse una empanada fría en el aeropuerto de Bogotá.

También cobra más importancia la relación con nuestros colegas. No importa cuán prestigioso sea el trabajo o lo grande que sea el cheque, la gente pronto se da cuenta que no vale la pena unirse a una organización llena de imbéciles, bandidos o idiotas. Muchas personas se arrepienten de cambiar de trabajo en cuestión de días, cuando se dan cuenta que hay algo insoportable en el ambiente de su nuevo empleo.

En otros casos, el dinero no define nuestras ambiciones. Los billetes extra nunca caen mal, pero a medida que uno llega a los 40 y 50 años, cosas intangibles como la autonomía y la expresión personal comienzan a marcar una mayor diferencia. Yo he rechazado un par de ofertas jugosas para escribir libros debido a que los editores a cargo se veían muy controladores, con visiones estratégicas que no tenían sentido para mí. En cambio, una oferta de trabajo por menos dinero me aportó mayor libertad y satisfacción.

De hecho, balancear esas compensaciones entre dinero y comodidad se convierte en la lucha por excelencia del punto medio de nuestras carreras. Nos hemos acostumbrado a la búsqueda del éxito y a veces puede ser difícil salirse de ese camino. Pero mucha gente en esta etapa tiene familias y distracciones que también exigen tiempo. Nadie quiere convertirse en un trabajólico con un matrimonio fracasado y una casa vacía.

Claro, algunos trabajos bien pagados son un pasaporte a una vida mejor. Un ex vendedor de Wall Street, que renunció a su trabajo a mediados de los 90, creó su propio fondo de inversión y ahora gana cinco veces su salario, lo cual se ha traducido en un ambiente de oficina en el que él escoge a su equipo de trabajo y no tiene que viajar, porque otros vienen a verlo a él.

Sin embargo, para la mayoría de las personas estos fantásticos alineamientos de dinero y libertad nunca suceden. En profesiones que cobran por proyecto —como la publicidad, el derecho y la medicina—, las oportunidades con mayores salarios tienden a afectar más las esperanzas de una vida equilibrada.

La gente más arriesgada simplemente deja la carrera que no le gusta, sacrificando su sueldo si es necesario. La mayoría no disfruta de esa libertad.

Hasta cierto punto, uno puede elegir un trabajo que le gusta y rechazar otro que no, si la diferencia en sueldo es modesta. Pero por mucho que uno disfrute una actividad como atender la huerta, no va a vender su laptop para mudarse a una finca. A medida que pasó el tiempo, Bill y Sara también ampliaron sus horizontes. Bill cambió de trabajo constantemente con aciertos y errores y hoy escoge con más cuidado. Sara optó por la estabilidad de un sólo empleador y una comunidad en la que le gusta vivir.