TOMADO DE:
Julio 15, 2008El sábado murió en Australia la blogger más vieja del mundo: Olive Riley, de 108 años; un personaje tierno e irónico a la vez, increíblemente adaptado a los tiempos.
Olive Riley frente a su “herramienta de trabajo”: una computadora nacida más de un siglo después que ella misma.
Había nacido el 20 de octubre de 1899. Dos meses después que Jorge Luis Borges. Cuatro años después que el cine. Cuatro años antes que la aviación. Algunas décadas antes que la radio y muchas antes que la televisión. Y casi un siglo antes que internet.
Pese a eso, en tiempos en que es habitual encontrarse con personajes de 35 años que no distinguen un email de una página web, Olive Riley se adaptó a los tiempos y a la cada vez más cambiante tecnología como pocas personas en la historia. Cosechó admiradores y envidiosos por igual, procedentes de los cuatro puntos cardinales. Su blog, The Life Of Riley, se tornó absolutamente inaccesible en el momento mismo en que ella murió, de tan sobrecargado, de tan saturado, de tan saludado. Tanto que un amigo de la familia, Eric Shackle, habilitó el blog World’s Oldest Blogger para que los que no la conocían puedan leer completos los últimos posts de Olive en The Life Of Riley.
En él, durante el último mes, Olive había dejado registro de sus dos características principales, la ternura y la ironía, al escribir cosas como:
• Viernes 13 de junio, post número 72: “Ustedes, los del siglo XXI, viven una vida muy distinta a la que yo viví como una joven de comienzos del siglo XX. Piensen en el Día del Lavado, por ejemplo. Esos días ustedes simplemente arrojan su ropa sucia en el lavarropas, aprietan unos pocos botones y listo. A mí, en cambio, la primera imagen que se me viene a la mente cuando pienso en lavado de ropa es el del esfuerzo que nos llevaba encontrar unos pocos pedazos de madera para que mamá encendiera el fuego. A veces encontrábamos un cajón de frutas roto, y lo reducíamos a pedacitos con un hacha. Otras veces sólo encontrábamos algunas ramas y ramitas, y era lo único que teníamos para encender. Cuando el agua del recipiente de cobre comenzaba a hervir, mamá arrojaba en ella una taza llena de pedacitos de jabón, y luego le agregaba un cubo de Reckit’s Blue envuelto en una bolsa de muselina para blanquear la ropa. Finalmente metía la ropa sucia, a la que previamente le había borrado las manchas con una barra de jabón Sunlight (usaba para eso una tabla de lavar, corrugada, de madera)”.
• Jueves 22 de mayo, post número 69: “Algunos de los mensajes que me llegan son de chicos y chicas que me preguntan cómo era ir a la escuela 100 años atrás. Todo era distinto entonces. Mis hermanos y yo teníamos que ir caminando al colegio, hiciera calor, frío o lluvia. Una vez a la semana salíamos al jardín y recitábamos: ‘I love my country, I honour my King, I salute my flag’ (Amo a mi país, honro a mi Rey, saludo a mi bandera). Luego entrábamos y teníamos lecciones. Nosotras, las niñas, aprendíamos tareas del hogar, costura, cocina, escritura y cuentas, mientras los varones aprendían a trabajar con madera y con metales, y cosas útiles como esas. Si hacíamos lío, el maestro nos azotaba, pegándonos en las piernas con un trozo de bambú. Los chicos tenían que inclinarse y tocar los dedos gordos de sus pies, mientras recibían golpes en sus traseros. ¡Suerte que a las chicas no nos hacían eso! Se suponía que yo debía convertirme en costurera, pero yo no sabía coser. Odiaba coser, y aún lo odio. Pero a mis hermanas sí les gustaba, y se convirtieron en costureras maravillosas. Mi madre entonces me preguntó: ‘¿Por qué no haces algo sensato?’. Yo ni siquiera sabía qué quería decir ‘sensato’. ‘Eres muy estúpida’, agregó. Entonces me sacó de la escuela y, a mis 12 años, tuve que salir a ganarme la vida. Afortunadamente, las lecciones de cocina que había recibido me ayudaron a conseguir trabajo de cocinera. ¡Y las de costura, a arreglar las ropas de mis propios hijos muchos años después!”.
LA IRONÍA
Es cierto: hasta aquí no parece haber ironía por ningún lado. Quizás en ese pequeño detalle de que odiara la costura, cuando se suponía que una niñita no debía siquiera opinar sobre el tema.
Pero sí aparece, casi en todo su esplendor, en el modo en que Olive llamaba a su pequeño diario digital. Ella no hablaba de su blog, sino siempre de su blob, una pequeña palabrita que suena muy parecido y tiene un significado mucho más rico. No sólo porque su primera acepción remita a una gota de suciedad o una pequeña mancha, sino porque también se usa para referirse, de modo despectivo, por un lado a las gotas de líquidos viscosos y desagradables y, por otro, a las manchas que una persona tiene en su reputación.
Con esa conciencia de que ninguno es demasiado importante, ni ella ni su obra, se fue el sábado el primer Ángel Blogger.
PD: Una vez más, vía Javier Torrijos, del Festival Iberoamericano de la Publicidad (FIAP). ¡Gracias de nuevo, Vierja!
Ignacio Gómez Escobar
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