Guayaquil revivió para ser el alma comercial de la ciudad
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María Cecilia Hernández Ocampo
En Medellín existe uno ubicado en el centro de la ciudad, que se ha ido llenando de diversos elementos de acuerdo con la época.
Alguna vez, este hueco contuvo a los edificios más importantes de la ciudad y con ellos las industrias que hoy gozan de ser las más imponentes y sólidas de Colombia. Luego, El Hueco, fue el refugio de una especie de Sodoma y Gomorra: alcohol, droga y “mujeres de la vida alegre”, le dieron un toque de carnaval.
A fuerza de sostener a la gente de bien y a los pecadores, ahora nuestro hueco se ha convertido en el paraíso de la libertad, uno al que todos visitan para hacer lo que quieran y se vuelven a ir, nunca está vacío y casi nadie acepta que compró su ropa allí.
Como dije, cada quien llena un hueco de lo que quiera, yo, por ahora, lo voy a llenar de historia… de la misma que se hicieron sus paredes, sus calles, sus habitantes y sus múltiples almas.
El oriente de acá
No es extraño encontrar marinillos, santuareños, guarceños y todos los gentilicios correspondientes a los municipios del oriente antioqueño, ejerciendo como propietarios de, como mínimo, un local comercial.
“Es que el oriental antioqueño es amable, muy inteligente para los negocios y sobre todo arriesgado”, dice Jairo Bernal, comerciante de El Hueco, socio de Asoguayaquil, comunicador social y periodista y director del periódico Guayaquil Times. No es del oriente antioqueño, pero se declara enamorado de esta región tanto como lo está de Guayaquil.
Argumenta que “la gente del oriente son personas muy sanas porque allí fue a la última parte adonde llegó la violencia antioqueña y cuando esto sucedió se fueron desplazando hacia Medellín, buscando como brindarle bienestar a su familia, pues finalmente ese es el objetivo fundamental de todo oriental antioqueño”.
Así el centro se fue poblando de señores que hablan con su inconfundible acento cantante, una “ese” muy marcada: esencial para cerrar un buen negocio, de alta estatura, ojos claros, en su mayoría rubios y de cachetes colorados. No son extrañas las historias de sus múltiples travesías en busca de una vida mejor para los suyos.
Luego del incendio ocurrido hace cerca de 30 años en el llamado El Pedrero, que era la antigua plaza de mercado, los comerciantes se desplazaron a otros espacios y la zona se deprimió. “Comenzó a llenarse de jíbaros, bares y prostitutas. Esa historia ya es muy conocida e incluso algunos todavía la reconocen como un lugar de vicios y actividades de mala reputación”, narra Juan de Dios Londoño, comerciante de Guayaquil.
En honor al amor por su familia, la necesidad de trabajar y el apego a Guayaquil, un grupo de comerciantes le dio vida, alma y energía a este lugar de nuevo, ya no tan recatado y exclusivo para las personas de bien y, en cambio, símbolo de la tolerancia y la libertad.
Viajes de negocios
Con el sudor de sus frentes le regalaban a sus familias el “paseo de moda”: ir a San Andrés. Llegaban con maletas llenas de regalos para los amigos porque era muy barato comprar allá”, cuenta Arturo Giraldo, comerciante del sector.
Más emocionante que hacer regalos era venderlos y obviamente con buena ganancia. La idea tuvo acogida entre los comerciantes y de allí que Colombia entera se llenó de Sanandresitos, todos manejados por paisas y en general del oriente antioqueño.
“Indagando un poco sobre los productores originales de los artículos que invadían el interior del país, nos dimos cuenta de que San Andrés no los producía y que en cambio los traían desde Maicao, así que allí era más barato”, explica Bernal.
Maicao se convirtió en el boom comercial, pero no duró mucho. Aplicando la misma ecuación, los paisas descubrieron que toda la mercancía llegaba a Panamá, lo que significaba un ahorro mayor en costos si viajaban allí a negociar.
El oriente de allá
“Para nosotros ha sido muy difícil porque el gobierno nos sube mucho los impuestos, nos pone muchas trabas y no entienden que la plata que nosotros conseguimos la invertimos aquí mismo. Les damos oportunidad a muchos microempresarios de la ciudad y ningún comprador va a tener la opción de negociar mejor su compra. En el Éxito el precio es el que es y ya, un comprador no puede pedir rebaja, aquí si”, indica Bernal.
Fue por aquellas llamadas trabas político-comerciales que los viajeros negociantes decidieron “acortar intermediarios y negociar de tu a tu con los productores originales, lo que significó perderle el miedo a un avión y volar directamente a ‘hablar con los chinos’” recuerda Bernal.
No es extraño ver edificios en Guayaquil con nombres alusivos a diversas regiones del oriente lejano: Taiwán, Japón, Hong Kong…
El idioma, un océano y la plata para el avión, no fueron problema para los vendedores de El Hueco. Aún hoy lo siguen haciendo, los mismos que en lugar de firma escriben una equis porque no saben leer ni escribir, reciben periódicamente la visita de los orientales de allá que vienen a negociar o si es necesario van hasta la China para cerrar un contrato.
A Dios gracias por dotarlos de un enorme amor por su familia que los mueve a hacer lo que sea, por su sentido de aventura.
LE INVITO A LEER http://igomeze-retail.blogspot.com/
Ignacio Gómez Escobar
CONSULTOR EN VENTAS AL POR MENOR
INICIATIVAS EN RETAIL
CADENA DE SUMINISTROS - LOGÍSTICA
INVESTIGADOR DE MERCADOS
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2 comentarios:
gracias me sirvió de mucho para mi trabajo tu información
Si quiere conocer la historia exacta del origen de "El Hueco", hay un centro comercial que se llama asi, solamente "El Hueco", sin un segundo nombre como pichincha japon etc. Es menos grande en talla que los otros, pero de los mejores cotizados. Fue el primero en llamarse asi, y fue gracias a el que el sector se conocio bajo ese nombre. Averigue por Leobardo Perez para que le cuente toda la historia.
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