sábado, abril 19, 2008

El Poblado (en Medellín) tiene otra gran riqueza: el empresarismo


Hernán Vanegas
Fernando Filevich Leyva, al frente de su empresa De Lolita, la misma que comenzó con la venta de corazoncitos y ahora es una cadena de repostería.
Hernán Vanegas
Juan Carlos Vásquez Zapata dio un giro profesional con Hey Mamma.





El Poblado es una de las zonas que representa a la nueva Medellín.
Una joven generación de empresarios también se abre paso en esta comuna.
Las inversiones millonarias están en oficinas, comercio, hoteles y obras públicas.


Por
Germán Jiménez Morales
Medellín

El Poblado. Todo un sinónimo de poder, riqueza, lujosos hoteles, modernas avenidas, grandes centros comerciales y exquisitos lugares de diversión.

Este, que parece el mundo del Rey Midas, también tiene en su base una gran fortaleza, generadora de bienestar social: el emprendimiento, desarrollado por jóvenes que renuncian al aparentemente cómodo papel de empleados, para jugarse la vida como dueños de sus empresas ¿Quiere pruebas?

Dolores González, una abuela apasionada por el arte de la cocina y estupenda anfitriona, es la fuente de inspiración de un negocio que despegó en 1999 seduciendo a los clientes con unos corazoncitos de ojaldre. Hoy es una próspera cadena de repostería, con siete tiendas en Medellín.

De Lolita, como se llama esta organización, comenzó con un bíper, una batidora y un horno. Fernando Filevich Leyva era el encargado de distribuir los corazoncitos que preparaba su madre, doña Gladis. La repostería es toda una tradición en esta familia de origen argentino y fue la base para abrir un primer local en el Parque Lleras, en 2001.

No medía más de 10 metros cuadrados y la planta de producción la tuvieron que montar en el garaje de su casa.

El reconocimiento de la clientela fue vital para el robustecimiento empresarial. También su compromiso social, patente en la preferencia de mujeres cabeza de familia para su equipo de trabajo. La producción creció.

El menú incluyó empanadas argentinas, persianitas de jamón y queso, alfajores y tarta (pie en inglés) de manzanas.

Recibir en 2005 el premio al Mérito Empresarial de Actuar Famiempresas les confirmó que iban en la ruta correcta. De ello dan fe las 40 personas que emplean en forma directa. Y los siete puntos de venta, ubicados en Provenza, junto a la Divina Eucaristía, el Patio del Unión, La Strada, el Centro Comercial Monterrey, Forum La Francia, el Complex de las Vegas, y la Avenida Nutibara con la Avenida Jardín.

En dos meses el número pasará a ocho, anticipándose así a su visión de ser, en el 2010, una cadena repostera en Medellín. El horizonte es más amplio. Con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo y de Franquicias Colombianas, comenzarán en junio de este año la venta de su franquicia, con un cánon de 25 a 30 millones de pesos. Esto les permitirá contar con 25 sucursales en el 2012, para luego seguir con su expansión a Panamá, Perú, El Salvador y Honduras.

El amor por su marca le brota de los poros a Fernando Filevich, quien en Argentina dejó en el segundo semestre su carrera de administración de empresas, y en Medellín abandonó en el quinto semestre su estudio de Comunicaciones y Relaciones Corporativas. Optó por meterse en la Escuela de Empresarismo, se apoyó en la asesoría de Actuar y Fenalco, y en la fuerza que le da la vocación de servicio de su abuela. A sus 30 años, está casado con Ana María Giraldo y disfruta de la maravillosa experiencia de ser el papá de Julieta, el más dulce corazoncito que hay en su existencia.

Hey Mamma
Para estar en el negocio de la moda no hay que ser modisto, diseñador de moda o hijo de textilero. Si no lo cree, pregúntele a Juan Carlos Vásquez Zapata. Después de una exitosa carrera de doce años en el sector financiero, este administrador de negocios cedió a la tentación de ser empresario. Luego de escuchar muchas quejas sobre la calidad y pobreza de diseños en la ropa materna decidió crear a Hey Mamma.

Su apuesta es el vestuario bonito, moderno, de buen gusto. La primera colección vio la luz el 11 de octubre de 2007, en el local 204 de la carrera 34 # 7-129. La segunda la lanzó en febrero y consta de 15 referencias, de 15 unidades cada una, y precios que van desde los 25.000 pesos hasta los 186.900.

¿Contento?
"Sí, estoy feliz, pero no es fácil". Probar este estilo de vida ha significado de alguna manera cambiar de estrés. Es pasar de los problemas de flujo de caja de los demás, a los escollos en la producción. Hey Mamma da empleo directo a tres personas, a los que se suman 35 que laboran en los talleres de confección. Este empresario, de 34 años, empezó solo, pero luego invitó como socios a sus padres, Óscar y Luz Helena. Ahí va, para adelante, un hombre que de moda no tenía ni idea y que para conseguir diseñadora hizo una convocatoria por internet. Fue un éxito. Le llegaron 50 hojas de vida, llamó a entrevistas a 10 candidatas, preseleccionó cinco y luego hizo un desempate entre dos diseñadoras. Aquello fue todo un reality, confiesa Juan Carlos, quien tuvo la suerte de crear su empresa en una semana.



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Un pasatiempo que se volvió empresa
"Esto es lo máximo", dice con satisfacción Juan Pablo Londoño Morales, quien con su esposa, María Fernanda Montoya Estrada (en la foto), abrió el primero de diciembre de 2007 su primer local de Sandwich Or Salad. El sitio escogido de El Poblado fue la carrera 35 # 8A-45, en un local que les sirve para practicar lo que se denomina "cocina de autor". Es decir, ese toque muy personal que los amantes de la buena mesa les dan a sus platos, para diferenciarlos de la oferta existente en el mercado. Todo muy gourmet, en lenguaje más refinado.

La mayor fortaleza de ambos, además del espíritu emprendedor, es su encarrete con la culinaria. Él, tiene 35 años y es administrador de empresas agropecuarias. Ella, de 31, es diseñadora de modas de la Colegiatura. Antes de abrir las puertas de la empresa pasaron un año haciendo prácticas en la casa y buscando la identidad para el negocio.

La sublime expresión del comienzo tampoco significa que estén en el paraíso. "Ha sido durísimo, recuerda Juan Pablo, porque la cocina es esclavizante". Y muy exigente, porque hay que cumplir con las normas de higiene, materia en la que han dejado muy satisfechas a las autoridades oficiales.

El local es pequeño. Aún así, es fuente de empleo para siete personas. Además de los dueños allí trabajan tres cocineros (chef), un mensajero y una chica que atiende a los clientes. Juan Pablo quiere ir lento, pero a paso firme, en el crecimiento de una empresa en la que hace las veces de todero.


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Ignacio Gómez Escobar
ESTRATEGA EN MERCADEO
igomeze@gmail.com

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