por Rodrigo Lara Serrano
¿Es posible pensar que la inflación seguirá siendo local? (Fotomontaje: Gustavo Poletto).
En un mundo con mercados financieros globales, mercados de materias primas globales, mercados de servicios de retail globales y hasta mercados de sustancias ilícitas globales ¿es posible pensar que la inflación seguirá siendo para siempre un fenómeno local?
La mayoría de los economistas tendería a responder que sí. Después de todo, los “mercados” monetarios y los bancos centrales continúan en manos locales. Sin embargo, los eventos de los últimos meses muestran que tal realidad podría ser una ilusión.
Al menos, según Alex Patelis, jefe de Economía Internacional del banco de inversión Merrill Lynch, es una ilusión que la oferta monetaria global pueda expandirse en cifras de dos dígitos sin crear mayores problemas. En un reciente informe de la entidad recordó que mientras ésta crece a un promedio de 14% anual, el nivel promedio de tasas de interés mundial cayó (este 2008) de 5,5% a 5,1%
Incluso, si se eliminara, arguye, el derrumbe de la tasa en EE.UU. de ese promedio, ellas aumentaron apenas de 5,9 a... 6,0%. Para él, se trata de una situación de extrema liquidez que posiblemente alimente nuevas alzas de los commodities, la revaluación violenta de las monedas más negociadas, escasez en los mercados físicos y el incremento de expectativas inflacionarias.
Sin duda, algo nuevo está ocurriendo. En su reporte sobre mercados emergentes de junio de este año, el banco de inversión Barclays Capital muestra que en 2002 el promedio de los índices de precios al consumidor en los mercados emergentes era de un 8%, poco menos de 3% en la zona del euro y algo arriba del 1% en Estados Unidos. Desde entonces cayó en los mercados emergentes (excepto por un corto período de 2004); en la región de la Comunidad Europea se mantuvo estable, mientras que en Estados Unidos creció lenta y sostenidamente (con un derrumbe transitorio a fines de 2006). Las tres zonas, de manera impensada, se sincronizaron en el tercer trimestre del año pasado (2007) y desde entonces la inflación en ellas sube con violencia.
No hay que ser adivino para asociar tal giro coincidente a la escalada del precio del petróleo y los alimentos. ¿Son las variaciones de estos valores el origen del fenómeno o se trata de algo más estructural? “Hay una discusión profunda sobre eso y creo que todavía no hay respuestas”, contesta Rodrigo Valdés, director y economista jefe para América Latina de Barclays Capital. “Éstos dos son candidatos importantes a dar una respuesta. Posiblemente, ambos expliquen una parte de lo que estamos viendo y ninguno sea la verdad absoluta”.
Según un estudio de circulación interna del Banco Mundial, el “villano” está claro: los biocombustibles. La entidad afirma que el 75% de los aumentos de los precios alimentarios se debe a ellos. En el caso del maíz, por ejemplo, en 2000 la cantidad global usada para hacer etanol era del 2,5%, la cual se disparó a un 11% en 2007. Maíz, soja, colza y girasol para biocombustibles compiten ahora por las tierras con el trigo, la leche y el mismo maíz para consumo humano y animal. El BM asegura que, entre 2000 y 2007, las reservas de granos (trigo, maíz, arroz) actuaron como un colchón que ocultó este fenómeno, pero ahora la caja de reservas está casi vacía. De ahí el impresionante aumento de precios que, en el caso del arroz, tiene que ver con que está operando como sustituto del trigo. Importa aclarar que el trabajo indica que el etanol brasileño de caña de azúcar ha tenido un efecto mínimo en este proceso de inflación alimentaria mundial.
No obstante, no toda la inflación es por alimentos. También es cierto que el planeta lleva alrededor de 5 años seguidos de crecimiento relativamente fuerte. “Por lo tanto, a nivel global es posible que las holguras de capacidad simplemente se hayan acabado”, dice Valdés. “Y cuando eso pasa en una economía cerrada (el mundo como un todo, lo es), el resultado es inflación”.
Recuerda, además, que la política monetaria en esta década ha sido relativamente laxa, en el sentido de que las tasas de interés reales fueron muy bajas. Entonces, “también es posible que el mundo como un todo tenga un período de inflación simplemente porque creció más que su tendencia, apoyado por una política monetaria expansiva. Y los precios de los commodities son los primeros en reflejarlo, porque son más flexibles”.
Todo cambia. En Argentina, el economista Aldo Abram coincide en que la globalización, al impulsar “más fuerte el desarrollo de regiones atrasadas, lleva a cambios en los precios relativos”. Pero hace una salvedad nada menor. Frente al crecimiento de ciertos precios que ya se venía desde 2003, dice, EE.UU. depreció su moneda, lo que trajo inflación. Mientras tanto, en Europa la inflación era sólo del 2%. “Pero, desde mediados de 2005, también empezó a haber una depreciación de la moneda europea”. Quedó oculta por el mayor derrumbe del dólar, dice, pero “se advierte porque el oro subió en euros”.
Aun así, detalla el analista, un mundo globalizado no necesariamente tiene que llevar a una inflación globalizada. Algo parecido sostiene David Wyss, economista jefe de Standard & Poor’s: “No estoy tan preocupado sobre el fenómeno de la inflación mundial, porque gran parte de lo que estamos viendo está muy limitado al mercado internacional de los commodities, los cuales permanecieron en un período de precios relativamente bajos durante los 90”. Como hoy existe una oferta limitada y un aumento de su consumo por un efecto riqueza, los precios suben. “No creo que los bancos centrales puedan realmente luchar contra eso, salvo que pretendan empobrecer a la gente, y no creo que ése sea el objetivo que persiguen”, dice.
Existe, de todas formas, un elemento adicional. La duda de si Estados Unidos no se ha acercado mucho al límite en que podría dejar de controlar la depreciación de su moneda. Para Abram, a diferencia de la acción del Banco Central Europeo (BCE), “que ha sido agresivo para contener la inflación, Estados Unidos va a ver subir su inflación a más del 5%”. No está claro cuánta inflación pueden los inversionistas del mundo aceptar ver en el país del norte antes de deshacerse de sus dólares como reserva de valor y correr todavía más detrás de otras reservas, alimentando, con ellas, la inflación global.
Efectos locales. Hasta ahora, la mayoría de los países de América Latina observa con aprensión una oleada inflacionaria que les trae los peores recuerdos. Las grandes excepciones son México y Brasil, no en vano los países más grandes de la región. El primero ha elegido una estrategia tan cauta como mixta. Por un lado, el Banco de México elevó 0,25 punto la tasa de interés interbancaria (ahora es de 7,75%), y por otro, el presidente Felipe Calderón congeló hasta diciembre los valores de más de 150 productos. ¿El resultado? Las expectativas de los precios son a la baja. Para David Alejandro Franco Segura, especialista en Deuda Gubernamental y Derivados del banco BBVA Bancomer, “la perspectiva para el país es que la inflación observe una tasa anual de 4,6% al cierre de este año, la cual disminuiría de manera gradual para ubicarse en 3,8% al cierre de 2009”.
La razón de lo anterior es, según Juan P. Treviño, economista jefe de Global Research HSBC México, que “la inflación mexicana refleja mayormente un fenómeno global” y el peligro de “contagio” desde Estados Unidos es bajo: “En teoría, los países socios comerciales deberán tener, en el largo plazo, inflaciones similares, pero esto no significa que cuando los precios suban en uno tengan necesariamente que subir en el otro”. De todas formas, Franco Segura, detalla que “cabe recordar que muchos de los alimentos procesados se importan de Estados Unidos, incluyendo las materias primas como el maíz, trigo y arroz”. Debido a ello, “la correlación histórica de la inflación mensual en alimentos entre México (usando alimentos procesados) y Estados Unidos fue de 35%, aunque la misma correlación secuencial de seis meses se ubicó en 50% en mayo”.
Más alimentos. Brasil, por su parte, presentó un paquete de estímulo a la producción de alimentos y su Banco Central llevó su tasa básica de referencia hasta el 12,25%. De todas formas, el último muestreo Focus de la entidad, que se realiza a instituciones financieras, mostró que la expectativa de inflación, vía Índice de Precios al Consumidor Amplio (IPCA), subió a un 6,4% para este año (respecto del previo 6,3 %). Aunque para fines de 2009 la proyección es del 4,91%.
En el resto de los países casi todas las autoridades viven situaciones bastante más incómodas. Colombia enfrenta una cifra posible de entre 6% y 7%. Chile elevó su tasa a 7,25%, con la expectativa inflacionaria subiendo eventualmente sobre el 8%. Perú, con un 3,5% en el primer semestre, está ante la posibilidad de un 7,5-8,5%. En su caso, algunos economistas indican que la inflación de los alimentos es más grave que en el resto de la región, ya que casi el 50% de los gastos de la canasta de consumo de las familias provienen de esos rubros.
En Bolivia podría llegar al 16%. En Argentina superará el 20%. Y en Venezuela el 30%.
Para Wyss, de Standard & Poor’s, hay que resignarse a cierta impotencia. “Lo único que los bancos centrales pueden hacer es combatir la inflación generada internamente. Y en estos casos, la inflación que estamos viendo no está siendo generada internamente. Lo que deberíamos estar buscando son soluciones tecnológicas. En especial aquellas que nos permitan vivir con menos petróleo”. Y que no hagan subir los precios de los alimentos.
Con Juan Pablo Rioseco, en Santiago
Ignacio Gómez Escobar
ESTRATEGA EN MERCADEO
COLOMBIA - SURAMERICA
MIEMBRO ACTIVO DE COPERTEX
Gestión y Marketing
COLOMBIA Y PERÚ
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