Los emergentes y la sombra de la recesión - Expansión.com
Publicado el 31-10-08 , por Expansión
EEUU y Europa capitanean los esfuerzos para superar una tempestad originada en Occidente pero que ha devenido en crisis de alcance global. Bruselas ha hecho un llamamiento a los países emergentes para que se involucren en la solución del problema. Pero, ¿hasta qué punto tienen capacidad para ello?
El decoupling –desacoplamiento– económico se ha revelado más deseo que realidad, diluyendo las esperanzas depositadas en los mercados emergentes a medida que la crisis extiende sus garras.
Todavía se esperan tasas de crecimiento relevantes en algunos de ellos –China puede crecer más del 9% en 2008 y 2009–, pero su progresión se ve amenazada por el enfriamiento del comercio, que pasará factura a sus exportaciones –Europa y América del Norte aglutinan el 65% de las compras mundiales–, y las dificultades crediticias, junto a otros factores, que han minado la fortaleza de sus demandas internas.
A los problemas globales se unen factores endógenos, como ocurre en Latinoamérica, que estos días celebra en San Salvador su cumbre anual, y donde varias de sus economías –Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina...– son víctimas del lastre del populismo, que amenaza tanto los intereses extranjeros como el crecimiento propio, habiendo desaprovechado además buena parte del tirón de la burbuja de las materias primas.
Aunque Iberoamérica es hoy, en general, menos pobre que hace unos años, la desigualdad es mayor. Además, las remesas del exterior se reducirán y crecerá la prima de riesgo de muchos de estos países, dificultando su acceso a financiación.
Más halagüeña es la situación en Asia, la región emergente que mejores perspectivas ofrece hasta hoy, gracias a economías como la de China o Corea del Sur, aunque tampoco es ajena a la desaceleración mundial, que afectará -ya lo está haciendo- a sus exportaciones.
El dinero amasado por los países emergentes en los últimos años puede ayudar a las economías más avanzadas, bien por la vía de la inversión, lo que suscita no pocas suspicacias en el caso de los fondos de Oriente Medio y de algunos países de Asia, bien por la repatriación de capitales, pero la medida de esa contribución dependerá de la intensidad y duración de la crisis. Cuanto más corta y moderada, más eficaz.
El problema es que todo apunta a un bache profundo y duradero y, en ese escenario, es más fácil que los países desarrollados, que podrían girar hacia el proteccionismo, contagien a los emergentes a que éstos puedan ejercer de contrapeso a la crisis.
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