IBERARTE - Si cuentas tus sueños, se harán realidad
Escrito por Ima Sanchís
jueves, 08 de enero de 2009
Jaime JaramilloJaime Jaramillo uno de las personas más carismáticas del siglo XX, imparte su mensaje en conferencias por todo el mundo.
Ima Sanchís
Jaime, Jaramillo, alias Papá Jaime, creador de la Fundación Niños de los Andes
52 años. Nací en Manizales y vivo en Bogotá, Colombia. Casado, dos hijos y una nieta. Ingeniero geofísico, trabajé 20 años en petróleo y desde hace 13 escribo libros y doy seminarios para que la gente redescubra su vida. No trabajo, disfruto. Hago lo que amo y amo lo que hago.
Alegre y feliz
Prefiere un abrazo a un apretón de manos. Cuando era niño le construyó una casita al guardián del colegio, no entendía que los curas se fueran de misiones y tuvieran a aquel hombre durmiendo a la intemperie. Con el tiempo se convirtió en Papá Jaime; recoge, forma y busca trabajo a los niños que viven en las alcantarillas de Bogotá, pero dice que lo más importante es ayudarlos a crecer espiritualmente y a creer en los sueños. Él se formó en la India con grandes maestros y cada día amanece a las cuatro de la mañana para perderse en la naturaleza a meditar. Además de su fundación, imparte seminarios de liderazgo para disfrutar de la vida plenamente. Participó en el I Foro Humano Europeo en Barcelona.
¿Qué queremos cuándo somos niños?
Ser grandes.
... Y cuando lo somos damos la vida por recuperar y aparentar la juventud que no supimos apreciar. Nos desgastamos tratando de tener, y cuando ya tenemos invertimos el dinero en recuperar la salud y el tiempo perdido.
Jaime Jaramillo
Jaime Jaramillo
Pasemos del mundo de las ideas al mundo de las cloacas.
Era el año 1973, yo iba caminando por la calle cuando pasó un coche del que cayó una caja de muñeca, una niña de la calle salió disparada y la cogió. Me sonrió feliz y no vio que venía un camión a gran velocidad. Esa niña murió por una caja de muñeca vacía. Era el día de Navidad, compré un disfraz de Papá Noel y cien regalos de un peso.
Y salió a repartirlos.
Sí, un niño, Raulito, saltó sobre mis hombros, silbó, y en un momento brotaron de la tierra más niños que regalos. A Raulito una rata le había mordido la carita y se le veía el hueso podrido, lleno de pus. Y tuve un sueño: que Raulito tuviera una cirugía plástica y un hogar, ¿y qué hice?... A todo el mundo le conté mis sueños, y cuando uno cuenta sus sueños, se hacen realidad.
Sería bonito...
De tanto contar mi sueño acabó apareciendo una enfermera amiga de un cirujano plástico y en menos de un mes Raulito tuvo reconstruida la cara. Y nació mi fundación, por la cual han pasado más de 55.000 niños que vivían entre excrementos humanos, en las cloacas, bajo tierra, y que hoy son ingenieros, premio de paz, de liderazgo. Cada niño que ha salido de mi proyecto ha ayudado a otros niños. Raulito ayudó a más de cien.
¿Cómo?
... No sólo a conseguir empleo en las petroleras, sino que los inspira y los motiva. Primero soy, experimento el amor y la paz, luego hago y después tengo.
¿Cómo se financia la fundación?
Empecé con mi dinero y ahora el 50% es autofinanciación, tenemos panaderías, textil, cultivos. Pero el éxito de todo es tener el sueño. Encontré a Rud cuando tenía 11 años, la habían quemado viva, le faltaba un brazo, no tenía nariz y su cara estaba pegada al pecho. Así llegó a la alcantarilla y empezó a tomar droga. "Quiero morir - me dijo-, todos se burlan de mí".
¿Cómo la sacó de allí?
Lo importante es lo que tú te dices a ti misma, fuera no encontrarás la felicidad, concentra tu energía en lo que tienes y no en lo que no tienes. Hoy Rud habla un inglés perfecto, es dulce y alegre. Tras 17 cirugías ya tiene movimiento pero se ve igualita. Aún así encontró al amor de su vida, tiene una hija preciosa y un trabajo que le gusta.
No es fácil cambiar a las personas.
Hay gente que en un segundo despierta su conciencia, otros tardan más y otros nunca. En mis talleres les hago entender que ni tu peor enemigo te puede hacer tanto daño como tus propios pensamientos. Hay que observarlos y cambiarlos porque estamos programados para concentrar la energía en lo negativo, en lo que nos falta, en el dolor, y eso es lo que atraemos.
Y dígame: ¿usted qué ha aprendido?
A valorar a tiempo las cosas pequeñas y simples. Lo que pasa es que vemos pero no miramos, oímos pero no escuchamos, palpamos pero no tocamos. Vivo intensamente cada momento, pero sin miedo. Hay que aprender a asustar al miedo.
Ya a los siete años le hizo una propuesta curiosa a su padre.
Teníamos una finca de café y los hijos del capataz jugaban con un camión sin ruedas y una muñeca sin brazos. Me impresionó verlo y le pregunté a mi padre: ¿por qué estos niños, cuyo papá también trabaja como tú, no tienen juguetes como nosotros?
¿Y qué dijo papá?
"Por cada bolsita de café que siembres te doy un centavo". Después de tres meses pude comprar un camión y una muñeca y fui yo más feliz que ellos. Me marcó profundamente. Pero el secreto es contar el sueño, siempre hay gente que te ayuda. No crea nunca a los asesinos de sueños, esos que te dicen: si lo cuentas, no se cumplirá.
¿Nunca nada le ha decepcionado?
Rescaté a una niña de 10 años que atracaba con cuchillo. Era tan miedosa que lo ponía en el corazón y si te movías, te lo clavaba.
¡!
Tomaticas se dio cuenta de que no era una asesina. Para comer robaba y para robar se drogaba, pero no era mala y cuando se dio cuenta de eso empezó su cambio, se volvió la niña más servicial, tierna y alegre de la fundación. De esto hace más de 30 años y la gente me decía: "No te metas con drogadictos es perder el tiempo, volverá a la droga".
Debía estar orgulloso.
Llegó la prensa, la tele, el éxito. Pero Tomaticas se enamoró de un traficante y se marchó. Fui a buscarla, la encontré con la cara cortada, Intenté convencerla para que volviera: "Lo amo", me decía, y lloré mucho.
Y Tomaticas se perdió.
Yo estaba dando esperando recibir, había mucho en mi dolor de fracaso, de ego herido. Aprendí la lección, no he vuelto a condicionar ni a tener expectativas ni siquiera con mis propios hijos, yo les tiendo la mano, pero las decisiones son suyas, no mías. Yo no cambio a nadie, son ellos. Nunca digas por qué me pasó esto sino para qué: es otra forma de concebir el mundo.
Fuente: La Vanguardia
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