Tiendas de barrio: una especie en extinción
No solo están en medio de la calle. También están en medio de un tiempo que se fue y un tiempo llamado presente. Las tiendas de barrio han quedado en una especie de limbo que las mantiene vivas en la actualidad pero que, tan solo al mirar su fachada, sabes claramente que su alma pertenece al pasado.
No suelen abundar los metros cuadrados en el interior de estos comercios. Pero aun así concentran micro-universos de latas de conservas, soldaditos de plomo, muelles, lencería, marcos de cuadros, velas para adorar a santos… La especialización más absoluta está guardada en cada una de estas tiendas pero eso no es garantía de nada. Estos comercios, a menudo familiares, se hallan bajo peligro de extinción.
Quizá lo único que las rescate para siempre sea una fotografía. Es lo que piensa el fotógrafo Kike Carbajal y por eso anda recogiendo testimonios de esos espacios donde, a menudo, la muerte del dueño lleva irremediablemente a la muerte del comercio.
“Hace dos años trabajaba en Delvico”, cuenta Carbajal. “Dos creativas pensaron que sería interesante promocionar la calle de La Palma (vía donde se encuentra la agencia). Empezamos a hacer las fotos de pequeños comercios y entrevistar a las personas que los llevaban. Es gente que ama lo que hace y conoce el mundo a través del escaparate de su tienda”.
Carbajal hacía las fotos y una creativa de Delvico escribía los textos para La Calle de La Palma. Hasta que un día Carbajal dejó de trabajar. Encontró a una amiga en un parque y hablaron de las tiendas de barrio. Ella, Almudena Montero, era guionista de TV y tampoco estaba trabajando. “Pensamos hacer algo juntos para entretenernos mientras estábamos en el paro”, explica el fotógrafo y diseñador.
Ese encuentro se produjo a finales de septiembre de 2010. Desde entonces hasta hoy han pasado por más de 40 tiendas del centro de Madrid que hoy están en el blog Tiendas de barrio. Y la cosa no quedará ahí. “En Chamberí, Usera y otros barrios hay comercios muy interesantes”, indica Carbajal.
La recogida de material se programó para una mañana a la semana. Ese día visitaban cinco tiendas. Hacían las fotos y las entrevistas. Después se iban haciendo las entradas al blog y, cada día, se publicaba una nueva.
“Encuentras a personas muy curiosas. Estuvimos con un hombre de unos 50 años que había pasado toda la vida poniendo rejillas a sillas. Trabajaba solo. No hablaba con nadie y solo escuchaba la radio. Tenía una paz increíble. Parecía que no tenía más de 35 años. Había heredado la tienda de su abuelo y el negocio tenía más de 100 años”, comenta.
Para Carbajal, “cada tienda es como un pequeño microcosmos”. No siempre es fácil que te abran las puertas. Aunque tampoco es difícil. Quizá lo más complejo, según el fotógrafo, es ese breve espacio de tiempo que necesitan para entender bien la situación y dejar que la cámara se lleve de allí decenas de imágenes de su tienda.
“Al principio pueden mostrarse reticentes pero, después, se abren y te cuentan todo”, dice. “Lo más interesante son las frases que dicen”.
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