Carrefour reconoce errores y anuncia plan de choque “Reset”
La tienda de barrio | ElNuevoDia.com.co
La tienda de barrio Casi todas las personas recordamos, de pueblos y ciudades, la antigua “tienda de barrio”, o la “tienda de la esquina”. Eran todas muy parecidas, y aún existen algunas en su estado original. Tenían estanterías y vitrinas de madera; no podía faltar una mata de sábila colgada para la buena suerte, un Corazón de Jesús con propaganda de Mejoral, un radio con parlante forrado en tela, con ojo verde que indicaba buena sintonía de alguna radionovela; había otro cuadro con un hombre pobre y otro rico, cada uno con una frase representativa de su actividad: para el primero….”yo vendí a crédito”, y para el segundo…”yo vendí de contado”. Siempre se conseguían cucas calados y brazos de reina y, claro que también, había un bulto de papa, chicles, colombinas, ‘borrachos’, salchichón, panela, huevos y gaseosas. En esos establecimientos de comercio, hoy denominados “pymes”, se conseguía el Almanaque Bristol, se hacían compras todos los días, les fiaban a los vecinos, los llamaban por el nombre y los enteraban de algunos chismes de barrio. Por lo general, cuando se daba la orden de ir a comprar algún ingrediente, se hacía también referencia al nombre de pila de la dueña de la tienda. Con el crecimiento poblacional y la urbanización moderna, se aumentó la competencia originada por las migraciones del campo a la ciudad, y las tiendas se fueron transformando en puntos de atención, con mejor surtido y con disponibilidad de productos de origen agroindustrial como cárnicos enlatados, lácteos, opciones de marcas y precios, además de perecederos, granos y congelados. Llegaron después los supermercados y muy pronto los hipermercados, la modernización, los carritos para depositar el mercado, las cajas electrónicas, la tarjeta de pago, las promociones... A pesar de todos estos cambios, entre el 50 y el 60 por ciento de los abastos de hogar se siguen comprando en la tiendas de barrio, aunque se piense que el crecimiento y competencia entre las grandes superficies, hubiera podido acabarlas. Hoy, las tiendas están en manos de los hijos de los tenderos de tradición, de profesionales jóvenes, de parejas de trabajadores independientes, en espacios de 50-100 m2 con características de tienda sencilla, y de 100 m2 o más, para tiendas organizadas como mini mercados que ya ofrecen los mismos ingredientes de cocina que se encuentran en los grandes mercados, incluyendo perecederos. Estas tiendas siguen cumpliendo la tradición de las antiguas, casi sin variación. Son empresas familiares que facilitan la conexión entre las plazas de mercado y el hogar, mediante un sistema de atención personalizada, amable, de lealtades sociales, cercanía a la necesidad, conocimiento de los clientes y sus domicilios, comprensión del habito familiar de hacer compras diarias, muy seguramente porque sus ingresos son también diarios. La relación de vecindario es calurosa y genera confianza; se mantiene el crédito y la tienda ayuda al apoyo comunitario. La tienda además es fuente de información sobre el acontecer del barrio y es un sitio para compartir temas comunes. El tendero es además un vecino y generalmente amigo de todos; llama a sus clientes por el nombre y le da la misma importancia al comprador regular, como al conocido comprador de muy bajos ingresos. En la tienda además se obtiene información sobre seguridad comunitaria o personal; se puede pedir aguardiente por copas y muchas de las compras se consiguen en empaques adecuados a las posibilidades económicas, incluso pequeñas cantidades o fracciones de productos. Toda esta cultura es entendida por las grandes industrias, que además apoyan el sistema y la cultura del mercadeo de tienda, concepto que en los hipermercados no existe. Además, estos últimos no creen en la buena suerte de la mata de sábila, ni dejan pegar en las paredes el afiche oficial del campeón anual de fútbol.
La tienda de barrio | ElNuevoDia.com.co
La tienda de barrio Casi todas las personas recordamos, de pueblos y ciudades, la antigua “tienda de barrio”, o la “tienda de la esquina”. Eran todas muy parecidas, y aún existen algunas en su estado original. Tenían estanterías y vitrinas de madera; no podía faltar una mata de sábila colgada para la buena suerte, un Corazón de Jesús con propaganda de Mejoral, un radio con parlante forrado en tela, con ojo verde que indicaba buena sintonía de alguna radionovela; había otro cuadro con un hombre pobre y otro rico, cada uno con una frase representativa de su actividad: para el primero….”yo vendí a crédito”, y para el segundo…”yo vendí de contado”. Siempre se conseguían cucas calados y brazos de reina y, claro que también, había un bulto de papa, chicles, colombinas, ‘borrachos’, salchichón, panela, huevos y gaseosas. En esos establecimientos de comercio, hoy denominados “pymes”, se conseguía el Almanaque Bristol, se hacían compras todos los días, les fiaban a los vecinos, los llamaban por el nombre y los enteraban de algunos chismes de barrio. Por lo general, cuando se daba la orden de ir a comprar algún ingrediente, se hacía también referencia al nombre de pila de la dueña de la tienda. Con el crecimiento poblacional y la urbanización moderna, se aumentó la competencia originada por las migraciones del campo a la ciudad, y las tiendas se fueron transformando en puntos de atención, con mejor surtido y con disponibilidad de productos de origen agroindustrial como cárnicos enlatados, lácteos, opciones de marcas y precios, además de perecederos, granos y congelados. Llegaron después los supermercados y muy pronto los hipermercados, la modernización, los carritos para depositar el mercado, las cajas electrónicas, la tarjeta de pago, las promociones... A pesar de todos estos cambios, entre el 50 y el 60 por ciento de los abastos de hogar se siguen comprando en la tiendas de barrio, aunque se piense que el crecimiento y competencia entre las grandes superficies, hubiera podido acabarlas. Hoy, las tiendas están en manos de los hijos de los tenderos de tradición, de profesionales jóvenes, de parejas de trabajadores independientes, en espacios de 50-100 m2 con características de tienda sencilla, y de 100 m2 o más, para tiendas organizadas como mini mercados que ya ofrecen los mismos ingredientes de cocina que se encuentran en los grandes mercados, incluyendo perecederos. Estas tiendas siguen cumpliendo la tradición de las antiguas, casi sin variación. Son empresas familiares que facilitan la conexión entre las plazas de mercado y el hogar, mediante un sistema de atención personalizada, amable, de lealtades sociales, cercanía a la necesidad, conocimiento de los clientes y sus domicilios, comprensión del habito familiar de hacer compras diarias, muy seguramente porque sus ingresos son también diarios. La relación de vecindario es calurosa y genera confianza; se mantiene el crédito y la tienda ayuda al apoyo comunitario. La tienda además es fuente de información sobre el acontecer del barrio y es un sitio para compartir temas comunes. El tendero es además un vecino y generalmente amigo de todos; llama a sus clientes por el nombre y le da la misma importancia al comprador regular, como al conocido comprador de muy bajos ingresos. En la tienda además se obtiene información sobre seguridad comunitaria o personal; se puede pedir aguardiente por copas y muchas de las compras se consiguen en empaques adecuados a las posibilidades económicas, incluso pequeñas cantidades o fracciones de productos. Toda esta cultura es entendida por las grandes industrias, que además apoyan el sistema y la cultura del mercadeo de tienda, concepto que en los hipermercados no existe. Además, estos últimos no creen en la buena suerte de la mata de sábila, ni dejan pegar en las paredes el afiche oficial del campeón anual de fútbol.
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