viernes, junio 07, 2013

Las tres potencias

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Las tres potencias


Autóctona y muy original es la tienda Las Tres Potencias, una de las más antiguas del municipio de Puerto Colombia, fundada hace más de cuarenta años. No es una tienda de barrio común y corriente como aquellas de los chinos de antes; es una afortunada fusión de tienda, ferretería, supermercado, bodega de materiales de construcción y algo de farmacia.

Detrás de un pesado y vetusto mostrador de madera está a toda hora su propietario, quien a la vez hace de dependiente, cajero y hasta cargabultos, si fuere necesario, y es el único que en esa infinidad de artículos que ofrece, apilados en un espacio reducido, sabe exactamente dónde está cada uno de ellos y cuál es su existencia; dato que maneja con mayor exactitud y rapidez que los computadores que tienen ahora los almacenes modernos.
Se destaca una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y pegado a la pared con cuatro chinches rojos, un almanaque del año 2004 con las ánimas del purgatorio entre llamas pidiendo misericordia, con los brazos en alto. En la parte exterior de la tienda, atada a un palo de matarratón, una vieja carreta de madera, varias puertas y ventanas de segunda mano, con varillas de hierro, un anafe doble y una carretilla con arena para la construcción.
Dentro del negocio encontramos: tablas de cativo, cemento, aldabas, picaportes, puntillas, cáncamos, cerrojos, pita curricán, varillas de hierro, plumas para manguera; tazas, boyas y sapos para sanitarios; un bidet azul pálido, un lavamanos vino tinto, trampas de alambre para cazar ratones y otras de madera con un resorte. En una vitrina: cocadas, panelitas de leche, pan de tienda, roscones, mogollas.
Un enfriador rojo con gaseosas y hielo, cigarrillos, alka seltzer, aspirina, curitas, laticas de manteca de pepita y de Mentolatum.
En un estante de madera con un entrepaño a medio caer: latas de pintura, aguarrás, brochas, un fogón doble a gas, alambre de gallinero, anjeo, fósforos de palito, cajitas de cerillas con un sol pintado, poncheras de peltre, carbón, un tanque para basura, tubos, uniones y codos de PVC, martillos, monas, anzuelos, un ancla hecha varillas de hierro, carretos y nylon para la pesca, un azadón, mechas, traperos, cepillos de cerdas duras para bañar perros grandes o caballos.
Y en la sección de víveres: arroz, aceite, sal, azúcar, café, manteca, papas, yuca, vinagre, tomates, cebolla, ajo, cebollín, pimentones y granos.
Ese ordenado desorden, ese apilamiento de cosas tan disímiles que parecen empujarse una contra la otra en busca de espacio, tiene un dejo de nostalgia: nos traslada a tiempos pasados, cuando tiendas similares a esta, hoy en extinción, abastecían la ciudad y los pueblos circunvecinos, y su lema era: “Aquí vendemos de todo como en botica”.
Por Antonio Celia C.
Antonioacelia32@hotmail.com

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