Hacia el internet de las experiencias
El metaverso puede ser la próxima parada en la vertiginosa evolución tecnológica marcada por los entornos híbridos, en los que lo físico y lo virtual se funden en uno solo. Solo el tiempo dirá si esta fiebre es una nueva burbuja o una tendencia real cuya aplicación habrá que regular para garantizar los derechos de los usuarios.
Créditos: Julien Tromeur (Unsplash)
Editorial
20 MAY 2022
Aunque el concepto se remonta a hace cuarenta años, estando muy vinculado a múltiples novelas (aunque Snow Crash fue la primera que recogió el término concreto) y películas de ciencia ficción (Matrix y un largo etcétera) y a un exitoso videojuego que está a punto de cumplir dos décadas (los famosos Sims) es ahora cuando el metaverso se encuentra en verdadera ebullición, como podemos constatar a diario los periodistas observando cómo colonaliza nuestro correo electrónico.
Este “espacio virtual colectivo abierto, creado por la convergencia de la realidad física y digital mejorada virtualmente, que es físicamente persistente y proporciona experiencias de inmersión optimizadas”, como lo define la firma de análisis Gartner, cambiará, presumiblemente, nuestra manera de interactuar con el mundo. La consultora, de hecho, cree que en apenas cuatro años el 25% de las personas pasarán al menos una hora al día en este universo alternativo donde trabajarán, comprarán, se formarán, se relacionarán y se entretendrán.
Las expectativas generadas en torno al metaverso son ingentes: Bloomberg Intelligence estimaba en 2021 que el negocio asociado a este ‘universo’ podría alcanzar los 800.000 millones de dólares en 2024. Un informe elaborado por la consultora Analysis Group y financiado por Meta (la antigua Facebook que incluso cambió su nombre para adaptarse a esta nueva filosofía —y, de paso, blanquear su marca—) apunta que si la adopción del metaverso comenzara este año, el mercado en torno a este universo virtual podría contribuir en 3 billones de dólares al PIB mundial para 2031, lo que equivaldría al 2,8%. Por su parte, los analistas de la entidad bancaria Citi apuntaban el pasado abril que, según sus datos, este mercado podría llegar a unos 13 billones de dólares en 2030.
Ante estas expectativas, impulsadas, cómo no, por las grandes tecnológicas como Meta, Microsoft, Google y un largo etcétera, compañías y organismos públicos de todo tipo y condición se están apresurando para crear sus propios metaversos. No obstante, no hay que olvidar que esta tendencia es todavía muy incipiente —quién sabe si será, de hecho, otra nueva burbuja—, que requiere un mayor avance de tecnologías como la realidad aumentada y virtual, internet de las cosas, blockchain, la inteligencia artificial, una mayor potencia de red (que vendrá impulsada por 5G) y, sobre todo, un esfuerzo para integrar y hacer interoperables los diversos metaversos que vayan emergiendo.
Este nuevo internet de las experiencias y tridimensional que incluso protagonizó el último Foro Económico Mundial, celebrado en Davos este mes, requerirá, además, un esfuerzo regulatorio especial para asegurar que no se vulneran los derechos humanos en sus espacios y que, por supuesto, se garantizan los principios de privacidad y seguridad que son cada vez más necesarios en el escenario híbrido en el que habitamos.
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