domingo, febrero 25, 2007

El vino echa raíces en Colombia y su mercado se triplicó en cinco años



A simple vista, se percibe en los espacios que le han dado al producto los diferentes supermercados: pasaron de ser modestos exhibidores a verdaderas cavas.

Por otro lado, sumillers (expertos, en francés sommelier) y enólogos (que supervisan la elaboración del vino) pusieron a Colombia en su agenda obligada para presentar sus vinos. Los grandes almacenes aumentaron sus referencias importadas y con ellas los espacios destinados a este licor.

Y si bien los colombianos no tomamos vino a diario con la comida, su presencia en nuestras mesas dejó de ser una rareza.

En el 2006, según datos de Asociación Colombiana de Importadores de Licores y Vinos (Acodil), se importaron 961.000 cajas de nueve litros de vino. "Esto representa un crecimiento del 15 por ciento con respecto al 2005", explicó Jesús Antonio Giraldo, de Dislicores.

Hace cuatro años, los almacenes de la cadena Exito disponían solo de seis o siete metros cuadrados de exhibición. Hoy le dedican hasta 40. "Hace cinco años teníamos unas 300 referencias. Hoy tenemos alrededor de 950", dijo Giovanny Velásquez, administrador de este negocio en el Exito

Esto se notó en las ventas. El año pasado. El Exito se puso la meta de superar los 23 mil millones de pesos. Y pasó de los 25 mil.

Y un dato curioso: el vino que más venden es el alemán Beethoven, de menos de 10 mil pesos.

Por los lados del Carrefour,también hay cifras positivas. Comparando las ventas de enero a noviembre del 2006, con las del 2005, registraron un crecimiento del 35 por ciento, afirmó Albeiro Santiago, del Club del Vino Carrefour.

La estrategia de la cadena, se centralizó en el Club del Vino, que programa dos ferias anuales del producto. El Club se creó hace año y medio y en diciembre contaba con 4.800 afiliados. Es decir, clientes interesados en el vino, detectados en sus tiendas.

Los invitan a actividades que pueden ser catas cerradas (degustaciones para 20 o 25 personas, dirigidas por un enólogo o sumiller), catas abiertas (en el punto de venta, en el que se invitan a grupos de a cien personas) y noches VIP para clientes especiales. En el 2005 hicieron dos de estas veladas. En el 2006, se programaron 15.

"A partir de esta dinámica -explicó Santiago- hemos desencasillado el vino. Antes era exclusivo de hoteles, restaurantes y clubes. Lo pusimos en la mesa de los colombianos de todas las esferas".

Y es que el consumo per cápita anual de vino en Colombia ha pasado de 0,3 litros, al 0,9, informó el sumiller Rafael Arango.
Nada comparado con Francia e Italia (57 y 59 litros per cápita), pero es el triple de lo que se tomaba antes.

El sumiller de Undurraga, Ómar Lizarazo, recuerda que por años "nuestra industria vinícola nos acostumbró a los vinos dulces. Y la oferta de vinos importados se limitaba a dos o tres marcas".

Con el boom, el colombiano tuvo la oportunidad de elegir mejor las calidades y de apreciar mejor los vinos secos.

"Hace cuatro años, el estrato 5 tomaba el vino que ahora están probando los estratos 4 y 3 -afirma Rafael Arango-. Ahora la gente de estratos 5 y 6 toman vinos de gama alta, los del 4 y 3 entraron en la cultura del vino y los del 2 y 1 empezaron a asomarse".

Lo comprobó en las catas educativas. Dirigió estas actividades en feria Gastronomía 2006, en Corferias, en diciembre. "Acudieron 3.000 personas, todas de estratos 3 y 4, con menos cultura del vino, pero más sed de aprender".

"Hay un fenómeno interesante con todo el que comienza -explicó Albeiro Santiago-. El que prueba uno de 15 mil pesos, quiere que su siguiente botella sea de 20 mil".

Es claro, que los nuevos consumidores del vino está aprendiendo. A ellos se dirigen las cadenas.

"Hace un año capacitamos a 30 personas -dijo Velásquez, de Éxito-, para crear la figura del asesor de vinos en el supermercado. Su presencia es algo que los clientes agradecen".

El fenómeno argentino, en el 2006

Recordaremos el 2006 como el del fenómeno argentino. Antes del 'boom', Chile estaba casi solo en el mercado de los importados.

Argentina, cuyo mercado interno se bebía casi la totalidad de lo producido (su consumo per cápita anual es de 36 litros), giró hacia las exportaciones. "Con la crisis había que abrirse", explicó Natalia Aprile, de Aires del Plata, importador de Bodegas del Fin del Mundo.

Aprile explicó que Colombia es un mercado atractivo "porque no es productor de vino y no hay leyes proteccionistas porque no hay producto nacional que cuidar".

Hay otro detalle: "Una población interesante: una clase alta de gente viajada que asocia el vino con el buen vivir. Y una clase media interesada en aprender". Señala que para la bodega, el país es su segundo mercado objetivo en Suramerica. El primero es México; el tercero, Brasil.

La cata: un análisis sensorial

  1. La vista. Se mira el vino contra una superficie blanca para analizar: limpidez (que no floten partículas), brillantez (si es más joven, brilla más), color (el vino joven se acerca al morado y el vino viejo, al ladrillo).
  2. La nariz. Hay tres tipos de aroma. Primario (el de la uva), secundario (el del alcohol, producto de la fermentación) y el terciario o 'bouquet', que solo está en los vinos viejos. El aroma debe ser intenso y persistente.
  3. La boca. Permite apreciar el cuerpo, la astringencia y el nivel de alcohol, así como la gama de sabores. Se analizan también suavidad y temperatura.

* CON INFORMACIÓN DEL LIBRO 'PASIÓN POR EL VINO', DE CRISTINA VALLARINO.

LILIANA MARTÍNEZ POLO
REDACTORA DE EL TIEMPO



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Ignacio Gómez Escobar
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