domingo, octubre 12, 2008

La visión latinoamericana de una crisis mundial






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Ningún país del planeta parece inmune a la crisis financiera internacional desatada por las estadounidenses hipotecas subprime. Tampoco Latinoamérica, una región que en los últimos tiempos parecía haber recuperado su sonrisa gracias a la creciente inversión extranjera y al auge de las materias primas, entre otros motivos. Pero, como consecuencia de la contracción del crédito en todo el mundo, que amenaza ahora con afectar a la economía real, América Latina experimentará en los próximos años un descenso significativo de sus ingresos por exportaciones y de las inversiones externas directas procedentes de EEUU. La retracción del crédito hará que aumenten también los costes de financiación de la deuda en la región. Todo eso en medio de un escenario en el que el crecimiento económico de América Latina mostraba signos de desaceleración.

Anita Kon, profesora de la Universidad Católica Pontificia de São Paulo, cree "que las economías emergentes se verán muy afectadas por la crisis norteamericana, lo mismo que el resto de los países del mundo, porque el sistema financiero está muy globalizado y la crisis tiende a esparcirse por todo el sistema”, asegura.

No obstante, la profesora Kon también resalta que, “en América Latina, algunos países que presentan condiciones macroeconómicas más estables, como Chile y Brasil, tendrán mayores posibilidades de enfrentarse a estas consecuencias, aunque tendrán que revisar su planificación de gastos e inversiones públicas, así como las políticas de apoyo a la producción, al combate de la inflación y otras políticas sociales. En cambio, países como Venezuela, Bolivia y Colombia, que están pasando por conflictos internos políticos y que presentan mayor propensión a la inestabilidad macroeconómica, se verán más afectados”. Por último, señala, “está el caso de México, que siempre se diferenció positivamente de los demás países latinoamericanos, por estar directamente relacionado con la atención de la demanda de Estados Unidos, y por tanto, en esta ocasión sufrirá impactos considerables”.

Inflación, exportaciones y medidas estructurales

La región acaba de salir de un periodo de dos años consecutivos de excelente crecimiento económico como el que no se veía desde hace décadas — superando el 5,5% al año en 2006 y 2007. Sin embargo, incluso antes de la crisis de crédito, ese crecimiento parecía destinado a perder fuerza. Las previsiones del Banco Mundial para la región, hechas en junio, ya indicaban la desaceleración del crecimiento del PIB, que caería hasta un 4,5%, en 2008, y un 4,3% en 2009. Nadie se sorprendería si esas cifras fueran nuevamente revisadas a la baja.

Ahora, todo el subcontinente mira hacia el norte con temor, intentando predecir hasta qué punto se verá afectado por el terremoto. Sobre todo, porque, tradicionalmente, cuando Estados Unidos ha estornudado, Latinoamérica se ha constipado. Sin embargo, en esta ocasión, el profesor de la Pontificia Universidad Católica de Perú, David Tuesta Cárdenas, cree que será distinto. “A diferencia de escenarios de crisis anteriores, en esta ocasión, a Latinoamérica sólo le dará un pequeño catarro, y no neumonía, como antes, aunque dependerá de los soportes desarrollados por cada uno de los países durante los últimos cinco años -explica-. Por ejemplo, será importante ver cuánto ahorro fiscal han generado durante este periodo, cómo ha sido la gestión de la deuda pública, cuánto han logrado diversificar sus exportaciones. Países como Chile, Perú, México y Colombia parecen haberse manejado mejor en este ámbito; mientras que Venezuela y Argentina pueden haberlo hecho menos”.

Como ha apuntado la profesora Kon, el control de la inflación será un factor clave para sobrellevar de la mejor manera posible la crisis. Y algunos países latinoamericanos no parecen preparados para combatirla, a tenor de las declaraciones realizadas por el director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, el pasado mes de julio, cuando advirtió de que la inflación estaba descontrolándose en algunos países emergentes de la región. Según este organismo, Chile podría terminar el año con una tasa del 7,5%; Argentina ya alcanza la cifra del 9,1% interanual; mientras que Brasil se sitúa en 5,6%, y en Perú, en el 5,4%.

No obstante, por contrapartida, algunos de estos países cuentan con otros escudos que pueden ayudar a equilibrar un poco la situación. Es el caso, por ejemplo, de Perú, donde el profesor Tuesta Cárdenas destaca que “se ha logrado consolidar un fuerte crecimiento, con un promedio del 6% en los últimos siete años, acompañado de un prudente manejo fiscal, que ha permitido ahorrar en gran medida los ingresos generados por los elevados precios de los minerales, como el oro, el cobre, la plata y el zinc. Para ello, ha sido de tremenda ayuda contar con una regla fiscal, a nivel del Ley del Congreso, que funciona desde 1998. También han sido fundamentales los avances en términos de apertura comercial desde los años 90, que han continuado profundizándose en esta década y que ha permitió balancear, en cierto modo, la balanza comercial, con ganancias relativas en el comercio de sectores manufactureros, como el textil y el agroindustrial. Dentro de esa línea, mantener un Banco Central de Reserva independiente ha sido fundamental”.

Otro salvavidas de Perú, según el profesor Tuesta Cárdenas, es “el hecho de que gran parte del crecimiento actual esté anclado en la demanda interna, lo cual le concede un cierto respiro en el corto plazo”. En cambio, países más dependientes del consumo internacional, como México o Venezuela, pueden sufrir la crisis financiera del vecino del norte. Richard Obuchi, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) en Caracas, señala que “el riesgo país de Venezuela, al igual que ocurrió en otras economías emergentes, se elevó considerablemente tras la quiebra de Lehman Brothers. En el caso venezolano en particular, la percepción de riesgo se incremento, además, por eventos que afectaron las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Venezuela durante esa semana (como la decisión de Hugo Chávez de expulsar al embajador estadounidense). Sin embargo, el riesgo principal para la economía venezolana se encuentra en la elevada dependencia del país en las condiciones del mercado petrolero internacional. En este sentido, si los eventos en los Estados Unidos conducen a una situación de recesión económica, existe el riesgo de un debilitamiento de los precios del petróleo, por una disminución en la demanda de energía, lo cual incidiría negativamente en el desempeño económico del país”.

Pero éste no es el único impacto que ha tenido la quiebra de Lehman Brothers en la economía venezolana, sino que la bancarrota del banco de inversión estadounidense también ha afectado de forma directa a las finanzas del país, lo que ha llevado al ente regulador de la banca, la Superintendencia de Bancos de Venezuela (Sudeban), a ordenar a todas las entidades con activos emitidos por Lehman Brothers o Merrill Lynch (que ha sido rescatado por Bank of America para evitar también su quiebra) a asegurar el 50% del valor de estos activos. Además, el Fondo de Desarrollo Nacional tiene cerca de 300 millones de dólares (200 millones de euros) invertidos en productos referenciados a Lehman.

De hecho, la Unctad (Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo) ya ha advertido un retroceso de la inversión extranjera en Latinoamérica y en su último informe señala que “las expectativas a medio plazo decaen, por causa de la crisis financiera global, que revertirá la tendencia al crecimiento en los próximos dos años”. Para subrayar esta afirmación, el organismo aporta un significativo dato: en el primer semestre de 2008, el valor de las transacciones internacionales fue un 29% inferior al cosechado en el mismo periodo de 2007, y se estima que la inversión extranjera directa (IED) cerrará el ejercicio con una caída del 10%.

Un cambio de ciclo que rompe con varios años de bonanza y que ha llevado a situar a varios países de Latinoamérica como los destinos preferidos de los capitales extranjeros. Con Brasil a la cabeza, que en 2007 atrajo 34.600 millones de dólares (23.690 millones de euros) de inversión extranjera y refrendó su quinto puesto de la clasificación mundial, Latinoamérica ha disfrutado de una creciente confianza internacional, que ha llevado a los capitales extranjeros a disparar un 36% sus inversiones en países de la región durante el pasado ejercicio, hasta alcanzar los 126.000 millones de dólares (86.250 millones de euros), según la Unctad.

No obstante, gran parte de esta subida responde al disparado precio del petróleo y al auge de las materias primas, dos factores cuya evolución también está en entredicho. El futuro de Venezuela, por ejemplo, está estrechamente ligado a ello, como recuerda el profesor Obuchi: “El país ha experimentado una tasa de crecimiento sostenida en los últimos años como consecuencia del incremento en los precios del petróleo, principal producto de exportación del país, lo cual ha incrementado el gasto público y la demanda agregada. En el caso de que se produjera una reducción sostenida de los precios del petróleo, Venezuela se podría enfrentar a riesgos de diverso tipo, dependiendo de la volatidad y de los niveles de los precios del petróleo. Sin embargo, en las condiciones actuales, resulta difícil estimar el impacto que tendría una desaceleración económica en Estados Unidos en los niveles de precios del petróleo, lo cual constituye una variable clave para la economía venezolana”.

Los países que han adquirido recientemente la condición de investment grade, como Brasil, cuentan, en cambio, con cierto colchón. La profesora Kon destaca que, “de entrada, están mejor colocados para recibir inversiones externas, lo que es la mejor forma de protección a la continuidad de crecimiento. Sin embargo, aunque estos países presentan mejores condiciones macroeconómicas para enfrentar la crisis, en relación a crisis pasadas, esta situación se ve contrarrestada por la mayor inserción en el proceso globalizado del sistema financiero y productivo, lo que podrá provocar impactos negativos más considerables”.

Sin embargo, respecto a Brasil, Kon señala que “se encuentra en una coyuntura favorable en lo que se refiere a los indicadores macroeconómicos y, por otro lado, los precios de algunos productos alimenticios están desacelerándose actualmente, lo que afecta a la inflación. Brasil, por lo tanto tiene posibilidad de reaccionar mejor a los impactos de la crisis. Sin embargo, la disminución del crédito externo y de inversiones externas productivas directas afectarán al crecimiento de las empresas privadas y de los gastos e inversiones gubernamentales, como los grandes planes en infraestructuras que se habían programado, puesto que la recaudación fiscal ya se sitúa en un nivel extremadamente elevado y no da señales de aumentar.

Posibles recetas

Aunque cada país tenga su propia idiosincrasia, en general, todos van a ver seriamente mermadas sus exportaciones, y serán los más expuestos a ellas los que más sacudidos por la crisis se verán, como señala el profesor Tuesta Cárdenas, quien prevé “una desaceleración en los sectores exportadores más atados al mercado norteamericano, como los textiles”. Del mismo modo, su colega Kon señala que “los sectores enfocados a la exportación, como acero, y otros insumos minerales, también reflejarán la disminución de la demanda mundial.

El profesor Obuchi va más allá y pronostica un futuro incierto para los países que tengan entre sus principales socios comerciales a Estados Unidos. “Una reducción de la tasa de crecimiento de Estados Unidos tendría consecuencias directas en la demanda de productos de exportación de los países latinoamericanos. Por otra parte, el sistema financiero estadounidense está rebalanceando su cartera de activos hacia posiciones menos riesgosas. Esto tiene un impacto negativo en la valoración de la deuda de las economías emergentes y, en consecuencia, puede conducir a un incremento en el costo del endeudamiento de estos países”.

¿Qué hacer para salir lo más ilesos posibles de esta crisis? “Las recetas no siempre salen bien, depende de los cocineros, de la posibilidad de ingredientes de buena calidad y de la reacción de quien comerá el producto”, señala la profesora Kon. No obstante, añade que “la contención del gasto público, el incremento de la tasa de intereses para frenar la inflación, la precaución en relación a inversiones productivas y financieras de mayor riesgo, y un mayor control del sistema financiero interno”, son ingredientes básicos de cualquier dieta contra la crisis.



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