La inversión en infraestructura no pasa del 1,5% del PIB en la región.
Norman Anderson: Presidente de CG/LA.
La crisis financiera venida del norte ha puesto a América Latina en una posición vulnerable y de alto riesgo. La región venía creciendo a altas tasas, como el 5,5% que consiguió el año pasado. Pero las proyecciones para el corto plazo, según Morgan Stanley, son poco alentadoras: sólo 1,5% para el año que viene. No obstante, es posible impedir que este sombrío 2009 se haga una realidad. Pero para eso hay que tener un plan de acción ya. Déjenme mostrarles una fórmula que, de aplicarse tempranamente, podría traer beneficios de corto y largo plazo en estos tiempos de crisis. ?La fórmula: debido a que no hay duda alguna de que la actual crisis financiera se expandirá a América Latina, a través de la rápida vía que implica la caída en los precios de materias primas o commodities (alimentos, minerales y petróleo, entre otros) y a través del camino largo de tener socios comerciales más débiles. La región debe aprovechar este momento de bajos precios e incrementar su inversión a 40.000 millones o US$ 50.000 millones, equivalente al 1,5% del producto interno bruto.
Esta inversión debe enfocarse en proyectos que cumplan dos objetivos esenciales: primero, contribuir a la competitividad de largo plazo de cada país; y, segundo, proveer el mayor número posible de trabajos. Es necesario que este enfoque sea en proyectos de infraestructura básica tales como sistemas multimodales y logísticos, generación y transmisión de electricidad, transporte urbano y sistemas de provisión y tratamiento de agua.
Los beneficios: de esta inversión anticipada y agresiva, la economía latinoamericana obtendrá tres beneficios principales.
Primero, el monto total de inversión sería del orden de los US$ 15.000 millones para una economía grande como la brasileña, y de US$ 450 millones para economías más pequeñas como la dominicana. El monto del estímulo a través de todo el continente sería de US$ 40.000 millones y crearía más de 600.000 trabajos directos y más de 1,8 milón de trabajos de forma indirecta.
Segundo, la gente percibiría que sus gobiernos -y las instituciones internacionales- no sólo tomaron acciones decisivas, sino también decisiones que tienen un impacto directo en su bienestar. La generación de confianza en los ciudadanos es crítica en tiempos de crisis y permite a la sociedad mantener un optimismo que sirve como motor de la economía, sin tener que enfrentar un par de años de recesión global para volver a encontrar el crecimiento económico.
Tercero, y más claramente que las anteriores, dichas acciones crearían una muralla protectora para la economía latinoamericana y la blindarían de la debacle financiera global. Y mientras el sistema financiero internacional está siendo reparado por la élite política y financiera global, la calidad de vida del ciudadano promedio -reflejado en fuentes de empleo y una economía productiva- podría ser atendida internamente.
Los resultados: los últimos cinco años han sido muy buenos para América Latina. Aunque no todos han recibido sus beneficios. Para los ricos ha sido un tiempo maravilloso. Para los de clase media, ha sido incierto. Y para los pobres, ha sido casi tan difícil como siempre. Pero en infraestructura -un verdadero proxy para la competitividad global- la aguja no se ha movido en nada. A pesar de lo que digan los gobiernos de la región (Chile como una permanente excepción y Panamá como una excepción reciente), no ha sobrepasado nunca el 1,5% del PIB en inversión en infraestructura. Se trata de una bajísima cifra para estándares globales. Tal como me dijo un observador internacional que me escribió desde el Medio Oriente, "existe tal rezago en la infraestructura de América Latina comparado con América del Norte y otros distantes continentes como Asia, que de continuar así, la región carecerá totalmente de competitividad en 2015, si es que no ahora. Honestamente, si no fuera por el atractivo de materias primas nadie invertiría en la región. Cuando escucho a los chinos, coreanos, árabes e italianos afirmando que primero invertirían en África que en América Latina, entiendo plenamente que hay un problema en la región".
La acción certera y agresiva en el área de infraestructura tiene amplitud de beneficios: permite a la región protegerse de la actual crisis planetaria, puede plantar las bases para mayor productividad y competitividad en el mediano plazo, y le permite demostrar a sus ciudadanos -a todos ellos- un compromiso con el crecimiento equitativo. Si la región incrementa en un 1,5% más de su PIB en infraestructura, puede además ir acostumbrándose a tasas de inversión más altas, aumentando la inversión 0,5% del PIB cada año para llegar a 2015 con una inversión cercana al 5,5% del PIB, volviéndose una de las regiones más competitivas del mundo. La crisis es una oportunidad. Pero para tomarla, hay que tomarla ya.
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