lunes, agosto 28, 2017

¡Ojo a las botellas! Los millenials que hicieron posible pagar el metro reciclando | Elespectador.com

¡Ojo a las botellas! Los millenials que hicieron posible pagar el metro reciclando | Elespectador.com





¡Ojo a las botellas! Los millenials que hicieron posible pagar el metro reciclando

Ciclo es una empresa creada por cinco jóvenes paisas que desde este lunes opera la primera máquina que recibe botellas reciclables a cambio de saldo para montar en el metro de Medellín.
No tienen más de 26 años. Son millennials, como dicen por ahí: pertenecen a esa generación supuestamente llena de niños que no entienden el concepto de esfuerzo, ni se exigen a sí mismos. Ellos, a pesar de eso, hicieron dos tesis de pregrado tan buenas que fueron premiadas, una por el concurso Innovate de Empresas Públicas de Medellín y otra por Capital Semilla, premio de la Alcaldía de esa ciudad. Dos tesis con las que estos cinco millennials lograron algo inédito en este país: poder pagar un tiquete de transporte público con botellas recicladas. 
Su empresa se llama Ciclo y se constituyó legalmente en enero de este año. “La historia de nosotros es muy bacana”, dice entusiasmado Lucas Tobón, un ingeniero mecatrónico que diseñó junto con Francis Alejandra Osorio la máquina que desde hoy funciona en la estación Universidad del metro de Medellín.
En 2015, Francis Osorio estaba buscando un tema para hacer la tesis que la convertiría en ingeniera mecatrónica de la Escuela de Ingeniería de Antioquia. Por esa misma época, su hermana llegó de un viaje a Alemania y, además de contarle la historia obligada sobre su paso por los restos del muro de Berlín, le contó sobre las máquinas RVM, un modelo de negocio que en Europa existe desde hace 30 años. Un modelo que las generaciones anteriores ignoraron.
“Las máquinas receptoras de envases funcionan de forma sencilla en el mundo: te dan recompensas por introducir envases de botellas, sean PET, de lata o plásticas”, explica Tobón.
A Francis Osorio le quedó sonando la idea, más aún cuando investigó y se dio cuenta de que, según datos del Ministerio de Ambiente, Colombia sólo recicla el 25 % de los envases plásticos que usa. El resto va a parar a los rellenos sanitarios o, a través de ríos, a la gran isla flotante de plástico del océano Pacífico. Fue entonces cuando decidió medírsele a la construcción de una de estas máquinas para su trabajo de grado.
Lucas Tobón se montó en el barco desde ese momento. Lo primero que encontraron es que importar una máquina, además de costoso —el valor podía alcanzar los $100 millones— era improductivo.
“En otros países, las máquinas reconocen y clasifican los empaques por códigos de barras, porque existen legislaciones para que los usuarios paguen más por el envase y luego, si lo retornan, les devuelven la plata”, señala Tobón. Sabían que pedirle a un colombiano que retornara un envase con la etiqueta era poco viable, e incluso poco recomendable en el caso de los licores.
Por eso montaron su sistema para identificar, no sólo la forma de las botellas, sino su material. Porque la máquina paisa recibe tres tipos de envases: plásticos, latas y vidrios. Los residuos salen separados y pueden venderse de inmediato. Además, el aparato tiene sensores que permiten saber cuándo se está llenando. Con ese primer diseño, Tobón y Osorio ganaron el premio Innovate 2015, otorgado por EPM a ideas que ayuden al medioambiente de forma creativa.
Por esas épocas se unieron los otros integrantes de lo que en el futuro sería Ciclo: Felipe Restrepo y Miguel Uribe, ingenieros administrativos. Un año más tarde, su modelo de negocio, cuidadosamente armado a partir de encuestas en el metro de Medellín y datos estadísticos disponibles, se ganaba el premio Capital Semilla de la Alcaldía de Medellín. La idea: importar máquinas RVM y ponerlas a funcionar para ayudar a la gente a pagar sus pasajes de metro. Su estudio les había demostrado que el 90 % de los usuarios de este sistema pertenecen a los estratos 1, 2 y 3 y que esos estratos gastan hasta el 25 % de su salario en transporte. Estaban seguros de que el negocio era viable, pero les faltaba una cosa: la máquina.
“El profesor Víctor Jaramillo nos puso en contacto. Cuando nos conocimos, nos dimos cuenta de que ellos tenían la estructura de negocio y nosotros teníamos la máquina. Por eso nos unimos, y con otro compañero, Santiago Higuera, nos constituimos como empresa y registramos la marca Ciclo”, relata Tobón.
Fue entonces cuando el Metro de Medellín los invitó a participar en una licitación para instalar una máquina RVM como plan piloto. Eran la empresa más joven de todas las participantes. Y entre propuestas venidas hasta de Bogotá, los millennials paisas ganaron el contrato, que incluye una prueba piloto durante cuatro meses y un estudio de mercado que permita decidir si vale la pena llevar más máquinas a otras estaciones.
En la estación Universidad se instalará la segunda versión de las máquinas de Ciclo: la diferencia con su antecesora es una pantalla que permite a los usuarios interactuar con una interfaz. Por cada botella depositada, el usuario recibe $50 en su tarjeta Cívica. Es decir, para completar un tiquete debe depositar 40 botellas en la máquina. Pero ojo: no se pueden depositar más de 80 botellas al día.
¿Y cuáles son las condiciones en las que deben estar los envases? Conscientes de los hábitos del colombiano promedio, los jóvenes de Ciclo hicieron requerimientos sencillos: que la botella no esté demasiado arrugada, que esté vacía y, ojalá, con tapa. No obstante, señala Tobón, habrá dos personas que van a estar al lado de la máquina para explicarle a la gente cómo funcionan.
Los cinco integrantes de Ciclo saben que este éxito es, en realidad, un reto. Más que cómodos, se sienten afortunados. Saben que para que su empresa sea robusta, les quedan muchas trasnochadas y dolores de cabeza por delante. Pero, relajado, Lucas me dice que “eso es normal, ¿no?”.
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