La ONU es contundente: 870 millones de personas viven con hambre, uno de cada ocho habitantes del mundo en medio de este flagelo. Representantes del organismo dicen que esta condición se convierte en el principal riesgo para la salud causando más muertes por año que la malaria, la tuberculosis o el sida. En medio de este sigiloso karma 10.9 millones de niños mueren a causa de enfermedades relacionadas.
En Colombia la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (Ensin) dice que por falta de ingresos, el 42 por ciento de los colombianos se alimenta mal, deja de lado una de las tres comidas diarias y por ende no tiene el complemento calórico necesario para cumplir con las tareas básicas. Ligado a esto uno de cada diez vive en la pobreza extrema, lo que quiere decir que subsiste con menos de $3.040 pesos diarios.
Según el DANE, en total, 4 millones 590 mil personas viven con lo mínimo. En el país y el mundo la producción de alimentos es muy alta. Tanta, que la mitad de los alimentos que se producen a nivel global terminan en la bolsa de basura.
El instituto británico de ingenieros mecánicos dice que entre 1.200 y 2.000 millones de toneladas se pierden en el camino, antes de llegar a uno de los 7 mil habitantes de este mundo.
¿Cuánta comida se pierde en el país?
La asociación de bancos de alimentos (Abaco) agrupa a cerca de 20 instituciones y se encarga de distribuir las donaciones otorgadas por las grandes cadenas a más de 1.410 fundaciones. Esta institución dice que a través de un estudio realizado en 2012 se encontró que 1’154.000 toneladas de frutas y 261 mil toneladas de verduras se pierden en la poscosecha. Es decir: no llegan ni a comercializarse.
Es el dato más aproximado de la comida que se desperdicia. No se cuenta con un consolidado general ya que en el país no se ha hecho una investigación que responda a tres frentes: alimentos utilizados para la generación de energía, comida para animales y desperdicio.
La directora de Abaco, Ana Catalina Suárez, dijo que de la cifra de desperdicio alimentario su organización no ha podido recuperar mucho. Tan solo 13 mil 300 toneladas, que estando cerca de cumplir su fecha de vencimiento o con daños en los empaques, han sido donadas por cerca de 6 mil compañías, entre las que se destacan cadenas de supermercados, minoristas y centros de abastos.
“El desperdicio de alimentos es crítico por una sencilla razón: los graves problemas que la desnutrición tiene para el desarrollo de cualquier persona. El gravísimo problema está en la cotidianidad del consumo humano. Cuando alguien no consume lo que debe, no puede cumplir con lo que hace. El 42 por ciento de los colombianos no tiene con qué comerse una de las tres comidas”.
Suárez dice que uno de los puntos de fuga que más preocupa es el ligado al desperdicio en el consumo diario. Anota que con lo que se desecha en hogares, restaurantes y hoteles no hay nada que hacer. “Si vamos a nuestro lugar favorito, nos llenamos muy rápido y nos comemos solo la mitad de lo que nos sirven, este tipo de alimento ya no cumple con las medidas de salubridad necesarias por lo que se va a la caneca”.
Las compañías prefieren destruir alimentos que regalarlos.
La directora de Abaco dice que la recuperación de alimentos donados a la organización es mínima si se compara con los niveles de pérdida. Aunque se han venido estableciendo una serie de vinculaciones con personas naturales y organizaciones agropecuarias. Dice que lo que más se recibe son frutas, verduras, leche en polvo, azúcar y café.
La recuperación de los pocos alimentos tiene su razón de ser. El fenómeno se presenta porque las empresas donen o no, deben pagar el IVA por los productos, y en la mayoría de los casos terminan por regalarlos y terminan destruyéndolos.
“Las donaciones en Colombia están castigadas. La DIAN no quiere ceder. Si una empresa dona un producto por el que canceló el IVA, si dona tiene que pagar otra vez el impuesto. En el país un gran porcentaje de quienes nos podrían donar no lo hacen. Les sale más barato destruir”. La directora de Abaco recalca que la vida comercial no es la vida útil del producto.
Carlos Ramírez, experto en economía y licenciado en consumo y productividad de la Universidad Autónoma de México, dice que en el caso de Colombia no hay una reglamentación que exija una gestión adecuada de residuos orgánicos y ordinarios. No hay también una norma que regule la sobreoferta de ciertos productos y en el mundo tampoco se tiene conocimiento porque existe un desbalance en la producción de alimentos”, dice.