jueves, enero 18, 2007

El Éxito, en manos de los franceses

eltiempo.com

Guillermo Maya M.

Para los antioqueños, Almacenes Éxito ha sido uno de los emblemas del orgullo regional y un paradigma del trabajo honesto y duro: la mejor expresión de lo paisa. El Éxito fue fundado en 1949 como un humilde almacén en la zona popular de Guayaquil. En 1970 saltó a la calle Colombia para compartir espacio con almacenes Sears, de inversionistas norteamericanos, que ya venía en declive económico y había decidido vender al Éxito parte de su local. Al poco tiempo, este adquirió el local completo y Sears salió de la ciudad. Este hecho representó para los antioqueños una victoria de unos "montañeros" sobre el capital foráneo, y en toda la región se comentaba la hazaña. No era para menos.

Con el formato de gran almacén, que combinaba la venta de legumbres y carne con la venta de ropa, zapatos, medicinas, utensilios para el hogar y miles de artículos más, se nos educó a los antioqueños a comprar en este almacén de gran superficie, y se nos cambió la mentalidad pueblerina de plaza de mercado, donde se regatean los precios y la calidad, por la mentalidad urbana de encontrar en un solo lugar todos los bienes necesarios para la familia, sin tener que desplazarse a otros sitios, y de tomar las decisiones de compra con solo mirar los precios de los bienes.

Con las altas economías de escala y los pequeños márgenes, tan pequeños como lo permitían los descuentos obtenidos de sus proveedores, Éxito se fue posicionando como el supermercado más importante de la región y del país, quebrando y absorbiendo la competencia y eliminando las tiendas de barrio, como parte del proceso económico normal. En consecuencia, Éxito se ha extendido por toda la geografía nacional, con ventas que superan los 2.500 millones de dólares anuales.

A partir de 1999, la familia Toro Quintero, fundadora y dueña de Éxito, probablemente presionada más por los problemas de seguridad que por necesidad, decidió vender parte de sus acciones, para compartir con otros socios, como el Grupo Empresarial Antioqueño, el Grupo Casino de Francia, Almacenes Alkosto, etc. A finales del 2006 la dirección de Éxito recibió una oferta de compra de su restante paquete accionario del 24,5 por ciento de las acciones, del grupo chileno Cencosud. Sin embargo, como el Grupo Casino tenia opción de compra preferencial si lograba batir el precio ofrecido por los chilenos, la familia Toro decidió venderle a Casino sus acciones por 311 millones de dólares. En definitiva, los franceses se quedarán con el 63,2 por ciento de las acciones.

Los ingenuos de la globalización, con una ingenuidad que parece confundirse con la malicia, han aplaudido la movida. Sin embargo, "algo huele mal en Dinamarca", como diría Hamlet. Esta venta parcial de Éxito se suma a la venta creciente de los activos colombianos, tanto públicos como privados, al capital extranjero, como son los casos de Bavaria, Colombiana de Tabacos, etc. En definitiva, estas ventas a extranjeros, que son simples transferencias de propiedad, no agregan más inversión a la economía colombiana, que es la variable fundamental para crear empleos y generar más ahorro, fuente de toda acumulación, es decir de nuevos negocios e industrias.

El asunto es preocupante porque las fuentes de acumulación de capital internas están quedando, como las del comercio, la industria y la explotación de los recursos naturales, en poder de extranjeros, quienes giraron al exterior, en el primer semestre del 2006, 1.875 millones de dólares en ganancias. Es decir, las ganancias logradas en Colombia se están convirtiendo en ahorro externo y en riqueza para sus economías de origen.

Se podría admitir que la inversión extranjera directa tiene sus ventajas, sobre todo cuando se abren nuevos sectores económicos, es intensiva en conocimientos y se transfiere tecnología a los nacionales para que produzcan partes del bien, se exporta una parte de su producción y se reinvierte parte de las ganancias en el país. Sin embargo, con las nuevas reglas sobre inversión extranjera, ya es prohibido exigir a los extranjeros un porcentaje de exportaciones y un porcentaje de partes nacionales, y limitar la repatriación de utilidades a un porcentaje. El Gobierno acaba de eliminar -un regalo, por cierto- el impuesto del 7 por ciento a las remesas de utilidades. Por otro lado, la inversión extranjera de corto plazo, de cartera, es definitivamente perjudicial para la economía.

En el caso del comercio de grandes superficies es poco lo que pueden enseñar los extranjeros a los nacionales, pues es una actividad de tecnologías "blandas", y lo que hay que aprender se puede hacer con estudios de marketing en el extranjero y con la contratación de expertos. Incluso, los comerciantes colombianos han incorporado sistemas de financiación propios o en alianza con bancos locales para la venta de bienes de consumo durables y han expedido sus propias tarjetas electrónicas.

En definitiva, los colombianos vamos a quedar en este proceso de globalización neoliberal como simples empacadores, es decir, como los de Éxito, viviendo de las propinas.

* Coordinador Grupo A-Colciencias de Investigación en Economía Internacional, UN-Medellín.



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Ignacio Gómez Escobar
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