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Por
Gustavo Gallo Machado
Medellín
Los siete mil pesos que pagó le alcanzaron a Conrado Narváez para llevar plátano, tomate, papa, arroz, leche, aceite, cilantro, aguacate, unas cuantas naranjas y hasta huevos.
Con ese dinero, en un supermercado, el hombre tiene la certeza de que no habría comprado la mitad de lo que llevó en la bolsa negra para su casa, en el barrio El Salvador.
Son las diez de la mañana y el negocio de Jaime Duque, en la carrera 36 con la 40A está movido. Los clientes piden un kilo de cebolla, 500 pesos de cilantro, 700 de papa criolla...
Hace 18 años que Jaime tiene su tienda -Granero MC se llama- donde hay de todo para suplir las necesidades básicas de las amas de casa del sector.
El diario, como le dicen en los barrios al mercado que todos los días hacen en los hogares, es lo que más lleva la gente: cien de aquello, 300 de lo otro, 700 de lo de más allá.
Esa es la dinámica que atiende con gusto Jaime, quien a lo largo de casi dos décadas ha levantado a sus hijos con lo que le deja la tienda.
Pero su labor, la de tendero, va más allá, sostiene Lorenza Isabel Rivero, al asegurar que el papel que cumple en la economía familiar es admirable, pues permite que muchas personas puedan llevar alimento a la casa, así sea en pequeñas cantidades.
Cuenta que es común ver que muchas amas de casa llegan con poco dinero a comprar y, como por arte de magia, salen con dos o tres paquetes, dichosas, a preparar el almuerzo.
"Eso muy normal que mucha gente haga rendir mil, dos mil o cinco mil pesos. Lo que uno trata de hacer es que la gente pueda llevar lo que necesita y que uno tampoco pierda", acota Jaime Duque.
Competencia dura
Lo complicado para el tendero de barrio no es el precio, aunque sí es importante.
Lo difícil es que a dos, tres casas de distancia, hay uno o dos negocios más que, como se dice en la calle, dañan la plaza.
La clave para afrontarlo es la buena atención, como explica Pedro Giraldo, dueño de la tienda La Carreta ubicada en la calle 45 con la carrera 30, en La Milagrosa.
En frente tiene competencia, a la vuelta también, una cuadra más abajo hay otros tres negocios. Y La Carreta sigue abierta, desde hace ya 20 años, como lo recuerda María Caro, clienta desde cuando abrió sus puertas.
"Uno se amaña donde lo atienden bien, y con tanta competencia, la atención personalizada es una cosa que le atrae mucho a la gente", asegura Pedro, quien trabaja con su hermano, Leonardo.
Pedro explica que el tendero no desaparecerá así se monten supermercados grandes o medianos pues la comodidad de tener un lugar cercano donde se conoce la gente va más allá de las enormes superficies, donde hay variedad, pero no se tiene el calor humano de la tienda.
Y es tal la conexión entre cliente y tendero, que las crisis familiares y económicas se ventilan allí, para fiar las compras o pedir plazos de pago más allá de lo establecido.
"Muchas veces le cuentan a uno los problemas y, ante las crisis, pues lo que uno responde es que yo también tengo cuentas por pagar. Pero es una comprensión mutua que se trata de resolver amistosamente", anota Pedro Giraldo.
Las tiendas también se convierten en centros de ayuda para los que no tienen ni para comprar el diario.
Así, todos los martes, pequeños grupos de personas recorren los pequeños comercios de Buenos Aires y La Milagrosa, en busca de los alimentos que muchas veces los compradores rechazan.
Pedro, por ejemplo, alcanza a recoger cuatro o cinco canastas grandes con papa, tomate, zanahoria, lulo, maracuyá y otras legumbres y frutas que los clientes rechazan, pero que están en buenas condiciones.
Son las 11:40 de la mañana y la tienda de barrio está a reventar. Muchos vecinos que hace días no se ven allí se encuentran. Comentan las noticias de la cuadra, del sector.
La dinámica de la tienda es esa. Dialogar, intercambiar, regatear para que la economía del hogar no se desmorone.
La opinión
“Prefiero ir a las tiendas de barrio porque uno puede escoger lo que quiera. Además, hay un buen servicio. Si usted va a un supermercado y le faltan 100 y hasta 200 pesos pues no se lo venden, mientras que en la tienda le fían a uno”.
Lorenza Isabel Rivero, ama de casa de El Salvador.
“Muchas veces llegan clientes a decirle a uno que les fíe porque andan en crisis económicas y que no tienen para comer en la casa. Ante una situación tan complicada lo que uno hace es tratar de ayudarles lo más que se pueda”.
Pedro Giraldo, tendero desde hace 18 años en La Milagrosa.
“Hace unos 20 años vengo a la tienda La Carreta y me amañé porque la atención es muy cálida, cercana. Una cosa muy buena que tiene es que así como se puede comprar en grandes cantidades también se vende poco a muy buen precio”.
María Caro, ama de casa del barrio La Milagrosa.
“Gracias a esta tienda he podido levantar a mis tres hijos. Aquí se hacen muy buenos amigos porque se crea un lazo fuerte con la gente. Uno se vuelve famoso porque todos, hasta los niños, se saben mi nombre”.
Jaime Duque, tendero del granero MC en El Salvador.
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