domingo, noviembre 17, 2013

Horst Paulmann creó a Jumbo vendiendo fresas y nueces


Horst Paulmann creó a Jumbo vendiendo fresas y nueces

Horst Paulmann creó a Jumbo vendiendo fresas y nueces
El dueño de la cadena Jumbo, Horst Paulmann, asegura que de su madre, Hilde, aprendió a ser responsable.

El empresario, que celebró 50 años de Cencosud, habló de cómo levantó el emporio de supermercados.

No hay protocolo que funcione con Horst Paulmann, que hoy, un caluroso y húmedo miércoles, en Cartagena de Indias, viste de guayabera amarilla. Está celebrando los 50 años de su compañía con el ‘Cencosud Day’ y algunos de sus ejecutivos exponen sobre la empresa y el mercado de Colombia frente a miembros del directorio, analistas económicos e inversionistas en un salón del hotel Santa Clara, un exconvento situado en medio de la ciudad amurallada.
Pero Horst Paulmann no dura mucho rato sentado. En medio del seminario varias veces se levantará de improviso, les arrebatará el micrófono a los expositores y completará sus discursos. Más tarde, en una visita a un local de Jumbo, sacará tres quesos ahumados del mostrador, un frasco de pepinillos al dill y se sentará en una mesa a trozar el queso, a picar los pepinillos y se parará para ofrecerlos en platos de plumavit (icopor) a quien transite por ahí.
Han pasado 50 años desde que con su hermano Jürgen abrieron el primer supermercado, Las Brisas, en Temuco (sur de Chile), y dice que si entonces hubiera sabido que iba a ser el dueño de un imperio del retail con más de 1.000 locales en cinco países, le hubiera dado un infarto. Un imperio que no se habría imaginado cuando era un niño y tuvo que salir de la Alemania de la postguerra junto con su padres y hermanos a Argentina, cuando tenía que tejerse los calcetines, cuando a los 13 años tuvo que trabajar como telefonista en Buenos Aires y luego fabricando juguetes de madera. Cuando las dificultades económicas obligaron a su padre a mudarse a Chile y él trabajó como garzón (mesero) en el Club Alemán de La Unión y no pudo terminar el colegio.
“Pero no me hizo mal, no me hacía falta el colegio, no me gustaba mucho ir”, dice con un fuerte acento alemán, sentado en una de las terrazas del hotel junto a su gerente de asuntos corporativos, quien lo acompañará durante toda esta entrevista.
Pide un agua mineral sin gas ni hielo y cuenta que el Horst Paulmann‘supermercadista’ nació cuando trabajaba en el restaurante Quinta de Recreo las Brisas de Temuco, junto con su hermano Jürgen, y un amigo les trajo unas bandejas de fresas para vender. Las pusieron en el mostrador y las vendieron a la media hora.
“Y al día siguiente, lo mismo con las nueces. Entonces dijimos: ‘Para qué vamos a trabajar en el bar hasta las tres de la mañana’. Cerramos el bar y abrimos una tienda de delicatesen de 45 metros cuadrados. Nos fue muy bien. Atendíamos vestidos de cocineros con gorro blanco, vendíamos un kilo de azúcar, un poco de sal, medio kilo de jamón y pollo muerto. Fue un gran éxito. Al año siguiente cerramos el restaurante y abrimos el primer supermercado, de 400 metros cuadrados”.
Más tarde separó aguas con su hermano, emigró a Santiago y fundó los Jumbo de Kennedy y Bilbao.
¿Por qué eligió un elefante como marca?
Porque pisa fuerte. Es un animal con mucha resistencia, muy inteligente.
Luego vinieron los centros comerciales en Argentina, los Easy, la compra de París, Santa Isabel, Johnson, la apertura en la Bolsa, el retail financiero y la conquista de América Latina. Es, según la revista Forbes, el segundo hombre más rico de Chile. Es también uno de los primeros en llegar a la oficina en la mañana y de los últimos en irse por la tarde, y se involucra en los más ínfimos detalles de la compañía, de la cual tiene más del sesenta por ciento. Hoy, a los 78 años, bromea con su futuro:
“Estoy recién empezando. Todos los contratos que firmo hoy los hago a más de 30 años porque yo quiero estar presente para la renovación”.
El retiro es un tema del que no le agrada conversar. Prefiere comentar la belleza del jardín tropical y sus palmeras, que se ven desde la terraza donde estamos sentados. Un tucán revolotea entre las plantas.
¿No ha pensado en el retiro?
¿Retiro de qué?
De la empresa.
¿Se va a retirar usted? Cómo se va a retirar usted, si la vida es muy linda? Yo me siento bien, así que yo le pido que si usted cree que yo estoy medio loco avíseme ya y mañana me retiro.
Su vida pareciera ser el trabajo...
Toda la vida es trabajo. Usted, aunque esté jubilado, tiene que levantarse en la mañana a hacer su café, a hacer su cama, a limpiar su casa y hacer el jardín. Cuando uno trabaja en una oficina es muy agradable, muy cómodo, si es empleado hace lo que tiene que hacer y llega a la casa y la señora le tiene el pisco sour preparado y todo listo. Y nadie lo controla. Y el jubilado se mete en la cocina, la señora se enoja y quiere saber dónde anda todo el día.
¿Se considera ‘trabajólico’?
Yo no sé lo que es ser ‘trabajólico’. Yo trabajo porque me gusta, y hago mis deberes y cumplo con mi trabajo. Los seres humanos no hemos nacido para no hacer nada, hemos nacido para servir a terceros. Si usted no hace nada, si usted en la tarde se sienta en un banco en la puerta de su casa a mirar cómo pasa la gente, la cabeza le va a fallar ligerito. A mí me encanta sacar cuentas con la cabeza. Yo con la cabeza las saco más rápido que los muchachos con su computador.
Usted partió con una situación económica precaria y ahora es un hombre muy rico...
(Interrumpe la pregunta).
No diga eso porque usted no sabe cuánto dinero tengo yo, así que no se deje influenciar por las apariencias. Yo soy rico porque tengo proyectos y ganas y eso es lo que vale, tengo la suerte de que me acompaña la salud y tengo un equipo de gente extraordinaria, eso es lo lindo.
¿Cómo es su relación con el dinero?
¿Le digo cuál es mi relación?
(Horst Paulmann se para de la silla y vacía los bolsillos de su pantalón. En uno hay un pañuelo de género celeste y en el otro, un papel arrugado).
Yo nunca tengo un peso, nunca, ninguno, nunca, jamás. Algunos creen que estoy loco porque no podría tomar la micro (bus). Desde chico nunca ando con plata en el bolsillo y funciona, para qué voy a tener relación con la plata.
Usted es de los que se meten en los mínimos detalles del negocio.
¿Usted es dueña de casa? ¿Se preocupa de la cocina? ¿Sabe dónde están las ollas, las cebollas? ¿Usted cuando tenga 80, 90 años va a dejar que venga otra señora a cocinar en su casa o usted va a manejar su cocina? Mi trabajo es mi satisfacción, es mi hobby, me gusta crear cosas que ojalá sean buenas.
¿Qué costos personales ha tenido que pagar por esta dedicación?
Mire, este es un tema complicado, porque nunca todo es perfecto, no existe algo perfecto. Cuando usted tiene bien todos los días a su familia y tiene bien su salud y todo funciona ‘tiqui taca’, eso no existe. O le falta esto o lo otro. No tiene sentido que usted me pregunte si me siento arrepentido o no. Estoy con ganas, entusiasmo, no estoy loco, voy a estar al pie del cañón, así que no me lleve al cementerio de un día para otro, porque no tengo ganas.
¿Le quitó tiempo a su familia?
En este momento estoy sentada con usted y con Renato (su asesor) y con nadie de mi familia.
No lo vive con culpa...
Aquí estoy. ¿Me siente enojado? ¿Me siente presionado? Estoy aquí con usted. Gozando con usted.
¿Cómo ha sido como padre?
Me siento bien. Siempre pudo haberse hecho distinto y también podría haber elegido otra profesión. ¿Por qué tiene usted que venir a Colombia a entrevistar al señor Paulmann? Usted podría ser chef de cocina o gerente de una empresa, ¿se siente usted culpable porque vino para acá y a su pololo (novio) o amigo lo tiene botado en Chile? Lo eligió porque le gusta ser periodista y aquí estamos. Disfrútelo.
¿Cuál es el secreto del éxito de Paulmann?
Ser perseverante y tener una meta: allá voy. Si usted quiere ser exitoso como empleado, tiene que hacer más que lo que su jefe le pide. Cuando el jefe le pide algo, tiene que tener la solución y mucho más. Yo soy muy exigente, me molesta la gente incumplidora que hace los trabajos a medias.
¿Tiene amigos?
Siempre hay. Si quiere saber del negocio, encantado, pero en lo privado no entremos. No le voy a decir con quién duermo la siesta.
Mucha gente le tiene miedo...
Los que me tienen miedo son los que no hacen bien su trabajo. Yo puedo ser un tipo muy simpático, pero cuando veo que la persona no va para adelante ni para atrás, y que no llega a las 8 y media sino que a las nueve y cuarto, eso no corresponde. Lo único que puedo decirle es que la gente que trabaja con nosotros lleva muchos años, y los que han salido de la compañía quieren volver, así que algo deben tener Cencosud y Paulmann que tan malo no puede ser. Me llegan dos o tres mails a la semana en que me piden que los deje volver a Cencosud.
SABINE DRYSDALE
El Mercurio (Chile)

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