martes, septiembre 05, 2017

Cambio de rumbo - Nuestro rol como consumidores



Cambio de rumbo 

Hoy leí en un libro que me regaló una persona muy especial -gracias, Joaquín Leguía- una profecía de los indios Cree, nativos de Canadá, que me dejó pensando un buen rato: “Sólo después de que se haya talado el último árbol, que se haya envenenado el último río, que se haya pescado el último pez, sólo entonces se darán cuenta que el dinero no puede comerse”.

En alguna parte del camino al progreso se perdió el propósito y el equilibrio entre las distintas formas de vida del planeta; y el dinero, que era un medio, se convirtió en un fin. Ahora, en pleno 2017, muchos de nosotros somos conscientes de que con el objeto de hacer dinero estamos consumiendo los recursos naturales mucho más rápido que la capacidad que tiene la Tierra de reponerlos, es decir, estamos atentando contra nuestra propia fuente de vida y alimentación, y en el camino estamos generando demasiada basura. (MAN, por Steve Cutts)

Tenemos la responsabilidad, y digo “responsabilidad” porque ya no es una “opción” a estas alturas, de modificar este curso y hacer del desarrollo económico un desarrollo sostenible, es decir, equilibrado entre las personas y la naturaleza. La firma del Acuerdo de París y los objetivos de desarrollo sostenible ODS , suscritos por más de 190 países, respaldan el compromiso por hacer ese cambio de rumbo.

En paralelo a esto, hace unos días se publicó el Carbon Majors Report que devela que tan sólo 100 empresas son responsables por más del 70% de las emisiones globales. Se menciona que si la velocidad de extracción de combustibles fósiles se mantiene al nivel de los años 1988-2017, hacia fin de siglo –o sea, dentro de muy poco- la temperatura global subiría 4 grados.

Si los científicos indican que con un aumento de 2 grados las consecuencias serían catastróficas e irreversibles para el clima, ecosistemas, sobrevivencia de especies y la oferta de alimentos, imagínense 4 grados. Revertir esta situación implica un cambio en nuestro modelo de producción y consumo, en nuestra concepción del progreso, reinsertando el balance y el propósito en todo lo que hacemos. Implica vivir de manera diferente, hacer negocios de manera diferente, consumir de manera diferente, educar de manera diferente. Implica actuar con empatía, considerando nuestro impacto en otras personas, especies y la naturaleza, implica incorporar los ODS y hacerlos nuestros, tan nuestros como lograr que nuestros hijos se conviertan en personas buenas y felices. Y en esto, todos jugamos un rol y esos roles son interdependientes: inversionistas, empresas, consumidores y organizaciones civiles, sistema educativo y academia, gobiernos, etc.

Toca asumir nuestra responsabilidad en este cambio urgente y ser consistentes en todos los roles que jugamos. Voy a dedicar 4 notas para compartir mi punto de vista y planteamiento acerca de lo que cada uno de estos actores puede hacer en este proceso, empezando por los inversionistas.

Una de las medidas que puede tener mayor impacto es la de desviar las inversiones desde las empresas que producen combustibles fósiles hacia otras que produzcan energías renovables a través del mercado de capitales. Las empresas que cotizan en bolsa son responsables por un quinto de las emisiones mundiales. Ya existen fondos de inversión europeos que están retirando de su portafolio las acciones de empresas que extraen combustibles fósiles, y algunos están apostando por invertir en energías renovables, como solar y eólica, las cuales están bajando de precio considerablemente dados los avances tecnológicos y escala productiva.

Los Principios para la Inversión Responsable (PRI) de las Naciones Unidas buscan que los aspectos ambientales, sociales y de buen gobierno sean incorporados en la toma de decisiones de inversión y reconocer sus impactos en el desempeño de las mismas. El PRI tiene más de 10 años, más de 1500 entidades suscritas, pero ello todavía es muy poco para generar el cambio que se necesita desde este frente. En Perú son todavía pocas las organizaciones que están contemplando estos principios como alternativa, y aquí viene el reto para los inversionistas y para todos los que leen esto: retemos a nuestras AFP a invertir responsablemente, retemos a nuestros proveedores de servicios financieros a estructurar portafolios sostenibles, retemos a nuestros empleadores a ser más transparentes en mostrar su gestión de la sostenibilidad, retemos al Estado a crear el entorno correcto para la proliferación de inversiones responsables.

 Nuestro rol como consumidores

En mi nota anterior comentaba que para revertir la situación en la que estamos inmersos (en la cual nuestro modelo de producción y consumo actual ha sobrepasado las capacidades que tiene nuestro planeta de proveer recursos) debemos repensar la manera como vivimos, reinsertando el balance y el propósito en todo lo que hacemos. Hoy me voy a concentrar en lo que podemos hacer diferente como consumidores: un rol que jugamos TODOS.

Estamos en un proceso de toma de conciencia colectivo respecto del cambio climático y sus implicancias para nuestro país, y mientras llega el momento en el que todos los peruanos veamos la sostenibilidad como modelo de vida, el consumidor juega un rol muy importante, pues con sus preferencias y decisiones orienta las acciones e inversiones de las empresas. Entonces, surgen dos desafíos: primero, qué podemos hacer para consumir más sosteniblemente, y segundo, cómo hacemos para que todos los consumidores comiencen a buscar prioritariamente atributos de sostenibilidad en su toma de decisiones.

En cuanto al primer desafío, que en otras palabras significa cómo pasar del dicho al hecho, podemos inspirarnos por quienes se han vuelto completamente sostenibles, al punto que han reinventado la manera como viven y sin producir basura. Así, por ejemplo, han reducido su consumo y compran lo que realmente necesitan. Además, usan menos agua, gasolina y energía, reúsan lo que se puede (“pasarse” ropa usada) y reciclan lo más posible (vidrio, papel, plástico, restos vegetales, etc.).

Del extremo de “basura cero” pueden encontrarse distintos niveles de adopción de prácticas sostenibles según las preferencias de cada quien. Y lo mejor de este proceso es que al adoptarlo se ahorra plata. En la web abundan tips para ser más sostenibles en el día a día. Lo importante es empezar, de a pocos, con cada cambio. El poder está en la cantidad de personas que hagamos de este cambio una pasión, un camino a nuestra evolución como seres humanos.

En cuanto al segundo y más difícil desafío, los “convertidos” del párrafo anterior tienen un rol que jugar, influenciando con el ejemplo a quienes los rodean: sus parejas, hijos, amigos, vecinos). Paso a paso, pero firme. Mientras más vayamos sintiendo el orgullo y la satisfacción de vivir la vida siendo consistentes con nuestros valores y creencias, más nos iremos sofisticando en nuestra toma de decisiones y comenzaremos a mirar lo que hay detrás de lo que compramos, es decir, el criterio con que las empresas usan los recursos para producir lo que nos venden. Podremos elegir comprar productos de marcas que compartan valores de sostenibilidad y descartar marcas que no lo hagan.

Para lograr esa generación de conciencia más profunda y masiva, que sin duda involucrará concesiones de parte de cada uno de nosotros y que por tanto no será fácil, se requiere el gran empujón de otros actores: empresas conscientes (que tienen entre sus colaboradores a consumidores “convertidos”), gobiernos estratégicos (cuyos funcionarios “convertidos” coloquen prioridad al fomento de producción y consumo sostenibles) y líderes de opinión o movilizadores que se compren el pleito de romper algunos huevos para poder hacer las tortillas. Sobre ellos hablaré en mi próxima nota.

No hay comentarios.: