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sábado, junio 03, 2017

Quienes son los dueños de Tostao' Café y Pan

Quienes son los dueños de Tostao' Café y Pan





Ellos son los dueños de Tostao’ Café y Pan

2 de Junio del 2017


Tostao’ Café y Pan se ha tomado

Bogotá. Es cada vez más usual encontrar una de estas tiendas en cualquier parte de la capital: desde la Zona T hasta Soacha o Suba.

Su rápida expansión ha llamado la atención de los capitalinos, quienes comparan su crecimiento con el de las Tiendas D1, Justo y Bueno o Subway. De hecho, en 2016, ‘Tostao’ amplió su mercado a 86 tiendas en toda Bogotá y en 2017 esperan abrir 12 puntos de venta al mes y expandirse a otras ciudades de Colombia.

Su éxito se debe a un modelo de bajo costo diseñado específicamente para Colombia. Se quiso potenciar el mercado del café y pan en un país que, aunque se considera cafetero y panadero, tiene un bajo consumo de estos productos.

La compañía panameña Bakery Business International, creada en marzo de 2014, es la dueña de Tostao’ Café y Pan y fue quien encontró el secreto del éxito. Luego de investigar el mercado, se dieron cuenta de que aunque los colombianos tienen preferencia por consumir café y productos de panadería, los altos costos de los mismos suelen desalentarlos; sobretodo teniendo la desaleración económica del país y el bajo nivel de ingresos de gran parte de la población.


Michel Olmi es uno de los fundadores de Bakery Business International (BBI); explicó para la revista Dinero que “no es que se trate de un negocio que no existiera; queríamos un formato con un esquema de precios que llegue a una base mucho mayor de consumidores. Con eso no se necesita mayor crecimiento económico, solo atender ese gran mercado”.



Michel Olmi es, además, uno de los fundadores de las Tiendas D1, antes de que Koba International Gruop fuera vendido a Valorem, del grupo Santodomingo y él se retirara de la compañía. Posteriormente se vinculó al Grupo Rebe, inversionistas de Mercaderías S.A.S, creadora de Justo & Bueno.

El Grupo Rebe también es inversionista de Bakery Business International.

El equipo de mercadeo de BBI visitaron diferentes modelos de panadería en Europa y Estados Unidos y ferias de tecnología e investigaron en productos y modelos de negocio para desarrollar un modelo que democratizara el consumo de café y pan, pero que al mismo tiempo cumpliera con los estándares de calidad y frescura.


Luego de esta investigación, en diciembre de 2015 se instalaron dos tiendas para probar la acogida y el periodo de prueba terminó en marzo, cuando BBI autorizó el plan de expansión de Tostao’.

“Desde el inicio queríamos reivindicar el tema del café y pan en Colombia, con unos precios que consideramos que son muy justos para el mercado. Lo segundo, es que es un concepto de tiendas que no tienen estratos”, explicó Pedro Gasca, orientador general de BBI en Colombia.

En 2016, la compañía creo 86 puntos de venta y en febrero de 2017 alcanzó las 100 tiendas en Bogotá. Cada tienda genera de 3 a 5 empleos y sus ventas crecen alrededor del 65% cada mes.

Por este rápido crecimiento, la alianza inicial de Tostao’ y Justo & Bueno, en la que cada café estaría al lado de una tienda, tuvo que ser cancelada. El mercado no creció en la misma medida.


Los productos de Tostao’ Café y Pan tienen dos orígenes. Los productos de panadería son importados desde España, transportados con una tecnología de ultracongelación que permite que se mantengan frescos, y horneados diariamente en cada tienda. El café proviene de una alianza con la compañía colombiana Café Kumanday.

Café Kumanday es un proveedor de café de calidad superior, con amplia experiencia en el mercado, que selecciona su café en origen a cooperativas de caficultores y tiene su tostadora en Manizales y una unidad de negocio de producción y exportación del grano en Colombia.

Además, Tostao’ Café y Pan tiene alianza con la empresa colombiana Frankfeld, una empresa que creó la bebida relajante Free Mind, elaborada a partir de ingredientes naturales. Esta compañía tiene un compromiso social claro e invierte el 50% de sus utilidades en La Guajira.

martes, mayo 23, 2017

Lukafe busca masificar el consumo de cafés especiales | Empresas | Negocios | Portafolio

Lukafe busca masificar el consumo de cafés especiales | Empresas | Negocios | Portafolio


Lukafe busca masificar el consumo de cafés especiales

Con esta estrategia, Casaluker espera que su marca sea identificada como experta en el mundo de la bebida.




Luis Fernando Muñoz director de la categoría de café de CasaLuker.

CONGOM/PORTAFOLIO.
EMPRESAS
POR:
PORTAFOLIO
MAYO 22 DE 2017 - 10:04 P.M.


Tras casi 15 años, Lukafe decidió dar un giro: cambiar la imagen y posicionarse como la marca que ‘democratiza’ los cafés especiales entre los colombianos.

(Lea: Conozca los mejores cafés por categoría del país)

Luis Fernando Muñoz, director de la categoría de café de CasaLuker, explica que la estrategia busca que la gente empiece a tomar un buen café y diferencie e identifique la bebida de su preferencia.

(Lea: Los colombianos toman 32 tazas de café por cada una que beben de té)

“Lukafe se está reposicionando como una marca de valor agregado y como una marca experta al alcance de todos”, señala Luis Fernando Muñoz director de la categoría de Café de CasaLuker.

(Lea: Juan Valdez estrena café con nitrógeno)

El mercado total de café es de $823.000 millones, de los cuales el tostado y molido corresponde al 60%. El resto, corresponde al café instantáneo.

En la torta del café tostado y molido, el 90% tiene que ver con el café tradicional que compite por precio y que crece a un ritmo del 3% en valor, según los datos de Nielsen. Por su parte, el 10% restante se refiere a los cafés especiales o de valor agregado que tienen un nivel de crecimiento 17%.

“Este segmento de los cafés especiales es el que viene a dinamizar el mercado y a inyectarle el rejuvenecimiento a la categoría. No solo viene creciendo tanto en valor como en volumen, sino que también el aporte al kilo es tres veces superior al básico”, señala.

Además, dice el experto, es un segmento que le imprime experiencia al consumo, variable que supera la consideración en torno al precio.

Lukafe hoy tiene el 33 % de participación en el segmento de especiales, siendo la segunda compañía del mercado.

La primera es Juan Valdez con más del 40% del mercado. Al lado de estas compañías, otras marcas aportan para el crecimiento de estos productos.

Con este cambio de imagen, la marca le quiere hablar a los consumidores sobre la importancia de los cafés especiales y demostrarles que no es cierto que el buen café colombiano no se toma en el país, como se ha dicho por años.

Desde un año atrás Lukafe ha hecho esfuerzos por presentar al mercado una versión superior de sus productos Intenso y Clásico. Estos productos se ofrecen en las grandes superficies y en las tiendas.

“Los mejoramos y ahora ya podemos hablar de una marca experta, superior al resto”, indica el ejecutivo, tras aclarar que el ajuste no implicó un aumento del precio al consumidor .

El portafolio lo completan otros dos productos, los cuales están enmarcados en este concepto de valor agregado y que los consumidores encontrarán en los supermercados.

Uno de ellos es el Espresso en grano, para un perfil particular de consumidor. Y el otro es un café de origen de Apía, Risaralda, un municipio que produce un grano caracterizado por un dulzor exótico, unos tonos acaramelados y una acidez frutal, explica Muñoz.

“Nos hemos asegurado de que el proceso de selección, como de tostión y de empacado cumpla con todos los requisitos de calidad para entregar un producto de altísima calidad”, señala.

lunes, mayo 01, 2017

Juan Valdez lanza edición especial de café en homenaje a las fuerzas militares este miércoles - larepublica.co

Juan Valdez lanza edición especial de café en homenaje a las fuerzas militares este miércoles - larepublica.co







Juan Valdez lanza edición especial de café en homenaje a las fuerzas militares este miércoles

Colprensa
Bogotá_

Las Fuerzas Armadas y las familias caficultoras han tenido que enfrentarse a situaciones difíciles; sin embargo, a veces su labor pasa desapercibida, por esta razón, las entidades que participaron en esta alianza, quisieron rendirles un homenaje a estos héroes, a través de una edición especial llamada ‘Latidos de Café’.

Este homenaje se llevó a cabo desde varios frentes y tuvo como punto de partida un concurso promovido por la Corporación Matamoros y Juan Valdez, donde soldados heridos en combate, tuvieron el reto de pintar el logo de la edición de ‘Latidos de Café’.
“Un café sabe mejor que la guerra”, fue la frase que inspiró a los participantes del concurso, donde varios héroes heridos en combate plasmaron en un dibujo su relación con la caficultura colombiana y lo que representaba para ellos. El dibujo ganador es la imagen de esta edición especial de café.
De igual forma, se realizó el evento de lanzamiento de la edición especial en las instalaciones del Centro de Rehabilitación Integral (CRI), en Bogotá. Mediante pulsímetros conectados a unos bancos de pintura y al corazón de 20 pertenecientes a las Fuerzas Armadas, se tiñeron con la fuerza de sus latidos los colores emblemáticos de las Fuerzas Armadas del país en las cajas de esta edición especial de café Juan Valdez, mientras se emocionaban con agradecimientos provenientes de los cafeteros y los habitantes del país por su valiosa labor.
El ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, afirmó que “esta integración nos permite llegar a los colombianos acercando el sacrificio de las Fuerzas Armadas por la construcción de un país en paz. Igualmente, los caficultores son constructores y representantes de la identidad de los colombianos. Como los héroes de la patria, ponen lo mejor de su vida y trabajo para que Colombia crezca. En el territorio se encuentran sus sueños, su esfuerzo y su vida”.
Esta edición especial estará disponible en 50 tiendas a nivel nacional y Juan Valdez destinará parte del dinero recaudado por la venta de este café a becas educativas para la Corporación Matamoros, que serán distribuidas entre sus vinculados.
Para Cristina Carrizosa, directora de la Corporación Matamoros, “esta edición abre una oportunidad para hacer visible la labor de la Corporación en beneficio de aquellos a quienes les debemos tanto y para llevar a los soldados heridos a los hogares y a los corazones de los colombianos, contribuyendo así a que no se olvide su sacrificio, entrega y compromiso con la paz y la seguridad del país. Que cada sorbo de este café se convierta en un acto de agradecimiento y reconocimiento a nuestros héroes”.
Por su parte, Hernán Méndez, Presidente de Procafecol S.A., señaló que “las Fuerzas Armadas y los caficultores son ejemplo de grandeza. Son ellos quienes conviven día a día en el campo para garantizar un espacio sano y tranquilo para las familias que trabajan la tierra. Gracias a ellos, en Colombia y en el mundo las personas pueden disfrutar de una taza de café”.
Alianzas que construyen país
Esta alianza busca destacar el sacrificio de los soldados y policías de las Fuerzas Armadas heridos en combate como un ejemplo de esfuerzo que construye país. “En el marco de los 90 años de la Federación Nacional de Cafeteros nos unimos a esta iniciativa, pues son nuestros héroes caficultores quienes más necesitan de los héroes de las Fuerzas Armadas para poder trabajar tranquilamente en sus cultivos, por eso también quisimos decirles gracias en nombre de las más de 500 mil familias cafeteras de Colombia”, resaltó el gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, Roberto Vélez Vallejo.
Esta edición especial de café es el resultado tangible y estará disponible en las tiendas de Juan Valdez a partir del 19 de abril, en todo el territorio nacional y sólo se producirán 2.000 unidades para los consumidores que disfrutan el café Premium colombiano hecho con el corazón de nuestros héroes.

Para contactar al autor de esta nota:

David "Chato" Romero

dromero@larepublica.com.co

Editor de esta nota:
Tatiana Arango
tarango@larepublica.com.co

martes, abril 04, 2017

Eje cafetero: un destino que no deja de sorprender

Eje cafetero: un destino que no deja de sorprender


TOMADO DE LA REVISTA DINERS


Eje cafetero: un destino que no deja de sorprender

POR MARTÍN FRANCO VÉLEZ IMAGEN: FERNANDO CANO - EDICIONES GAMMA - CREATIVE COMMONS OCTUBRE 5 DE 2015























Recorrer el paisaje cultural cafetero es la mejor manera de adentrarse en una zona de inigualable belleza que, durante buena parte del siglo pasado, se convirtió en el motor de la economía nacional.


El paisaje cultural cafetero fue declarado patrimonio cultural de la humanidad desde 2011. La Unesco destacó que la región –conformada por 47 municipios y 111 veredas de Caldas, Quindío, Risaralda y Valle del Cauca, y más de 24.000 fincas cafeteras– era “un ejemplo excepcional de un paisaje cultural, sostenible y productivo que se adapta a unas características geográficas y naturales únicas en el mundo”.

Esta distinción no es otra cosa que un merecido premio para una de las regiones más bellas del interior colombiano. Basta recorrer esas montañas adornadas con plantas de café que van una tras otra en perfecto orden para entender que ese paisaje es sencillamente un lujo para la vista. Y basta darse una vuelta por sus pueblos –muchos de los cuales conservan todavía esa arquitectura propia de la colonización antioqueña– para conocer de primera mano una cultura que durante el siglo pasado se convirtió en el motor de la economía nacional. Así fue. Durante la primera mitad del siglo XX la bonanza cafetera en esta región del país fue fructífera: de 1905 a 1935 el crecimiento del negocio fue tan constante que en 1930 Colombia se constituyó en el segundo país productor de café en el mundo.


Y aunque con los años el negocio ha perdido cierto esplendor, lo cierto es que el café continúa representando buena parte de la idiosincrasia nacional (no en vano a la selección nacional se le conoce en el mundo como “los cafeteros”). Si aún no ha tenido el privilegio de visitar la zona, quizás esta guía de lugares imperdibles le haga disipar todas las dudas.


Quindío, corazón del café


De los departamentos que conforman el llamado “Eje Cafetero”, sin duda el que más ha sabido aprovechar su potencial turístico es el Quindío. Prueba de ello son los pueblitos circundantes a su capital, Armenia, y las cientos de fincas que se han convertido en atractivo turístico para visitantes locales y extranjeros. Si hace un recorrido por la zona no puede perderse, por ningún motivo, dos de sus pueblos más hermosos: Filandia y Salento. El primero, antigua tierra de la comunidad quimbaya, conocida por muchos como “la colina iluminada”, cuenta con un mirador desde el cual se puede apreciar la belleza de sus tierras; el segundo no es solo el pueblo más antiguo del Quindío, sino uno de sus más pintorescos y representativos: casas de balcones con chambrana y calles empedradas resaltan su belleza colonial. Para completar el paseo, una gran opción consiste en ir a comer trucha en el restaurante Portal de Cocora, saliendo de Salento.


Apenas a unos metros de distancia encontrará el valle del Cocora, hábitat natural de la palma de cera (que es, sí, el árbol nacional) y un lugar privilegiado para apreciar la belleza natural del departamento. Para recorrerlo como es debido, lo ideal consiste en contratar un guía y prepararse para una caminata de aproximadamente cinco horas. Ahora, si lo que busca es un plan más aventurero, puede probar el balsaje sobre el río la Vieja, en Quimbaya, un recorrido por el corazón del paisaje cafetero a bordo de una balsa hecha de guadua.


Aunque la oferta hotelera resulta variada, lo ideal es hacer de su estadía toda una experiencia. Para eso, nada mejor que quedarse en una de las fincas tradicionales adaptadas especialmente para el turismo. Lugares como Villa Nora, una finca de arquitectura antioqueña construida hace más de 120 años, le ofrece, además, un tour especial por los cafetales con explicación incluida de su recolección, despulpado y secado. Otras opciones igualmente destacadas son la hacienda Bambusa y El Delirio.


El final del camino


Una vez recorrido el Quindío, no se salga de la ruta cafetera y enfile hacia los departamentos de Risaralda y Caldas. En el primero encontrará preciosos destinos naturales como el Santuario de Fauna y Flora Otún Quimbaya, una reserva natural llena de ríos y cascadas que contiene distintas especies de pájaros y mariposas. Si de aves se trata, no hay mejor sitio que el Parque Regional Natural Ucumarí: apodado la “tierra de los pájaros”, tiene en su haber más de 185 diferentes especies. Pocos lugares como estos para los amantes del avistamiento, que viajan miles de kilómetros tras especies como la reinita cerúlea, un ave migratoria que encontró refugio en la zona cafetera y que el escritor estadounidense Jonathan Franzen inmortalizó en su novela Libertad (Franzen, de hecho, ha venido en más de una ocasión a Colombia tras los pasos de esta ave).


En Pereira es preciso visitar el Bolívar Desnudo, ubicado en la plaza principal –obra que el maestro Rodrigo Arenas Betancourt inauguró en 1963 para conmemorar el centenario de la ciudad y que causó un tremendo revuelo en la época–, así como la Catedral de Nuestra Señora de la Pobreza, a pocos metros, que tras el terremoto de 1999 en Armenia reveló importantes vestigios arqueológicos ocultos bajo su estructura. Ya allí, no se pierda tampoco el Centro Cultural Lucy Tejada, una moderna edificación dotada de teatro y salones para exposiciones artísticas, entre otras, nombrada en honor de esta artista risaraldense.


Como lo ideal es no dejar de respirar el ambiente cafetero, la mejor opción a la hora de hospedarse siguen siendo las clásicas fincas cafeteras como Malhabar, San José, Sasagua, Mi Tierrita y Don Alfonso.


Al final del recorrido está Manizales, conocida por su popular feria anual, que se realizó por primera vez a comienzos de los años cincuenta emulando la de Sevilla, en España. “La ciudad de las puertas abiertas”, como se conoce, se ha convertido en un epicentro cultural importante: eventos como el Festival de Teatro –que casi 50 años de tradición lo convierten en el más antiguo del continente– atraen cada año decenas de turistas. Y aunque la ciudad tiene el conjunto más completo de arquitectura republicana del país –que se puede ver en edificaciones como el Palacio de la Gobernación, la antigua estación del ferrocarril y el Palacio Episcopal–, lo cierto es que su más grande atractivo turístico sigue siendo el Parque Natural de los Nevados, compuesto, entre otros picos montañosos, por el nevado del Ruiz, ubicado a 5.300 metros sobre el nivel del mar.


Para terminar con lujo de detalles, puede hospedarse en la hacienda Venecia, una preciosa finca cafetera que ofrece tour de café, caminatas y espacios para avistamiento de aves. O, si lo prefiere, dos hoteles tradicionales: Termales del Ruiz y Termales del Otoño

sábado, marzo 11, 2017

Una travesía por las montañas de Colombia en busca de un café casi perfecto – Español

Una travesía por las montañas de Colombia en busca de un café casi perfecto – Español



Hay más de 20 restaurantes y cafeterías en la plaza —pintada de colores pasteles— de Jardín, un pintoresco pueblo colombiano en Antioquia, en la parte norte de los Andes.
Elegí uno, me puse cómodo en una mesa de madera pintada de color azul eléctrico y pedí un café negro por 800 pesos, cerca de 25 centavos de dólar. Era lunes en la mañana y los paisas estaban socializando. Algunos parecían ser amigos y familiares que charlaban y reían bajo la sombra de una iglesia. Algunos me dijeron que eran tenderos que disfrutaban de un día libre después de pasar un fin de semana largo atendiendo turistas. En la mesa del lado, un campesino se relajaba con su sombrero sobre el rostro y su silla recargada contra la pared.
Si hubiera estado aquí durante la temporada de cosecha, habría visto a propietarios de fincas afuera de la sucursal de Bancolombia con bolsas de efectivo, rodeados por policías que brindan seguridad a los trabajadores que llegan a recibir su pago. Los sábados por la noche, esta plaza es una cacofonía estridente de la música de las discotecas y campesinos que pasean por el pueblo montados en caballos de exhibición; aún entonces hay cafés entre las cervezas sobre las charolas que las meseras llevan por las mesas.
El café es parte de la esencia de Jardín: la economía local que conforma una identidad cultural. Cuando llegó mi tinto, fue fácil ver por qué: el sabor era fuerte y robusto, fluía directamente de los granos y no de una capa quemada después de tostarlos. Le di otro sorbo a mi pequeña taza y me percaté de todas las personas que bebían café a mi alrededor; no había ningún termo ni vaso de papel. Nadie bebía su café para llevar. Todos se sentaban, sorbían, disfrutaban. Por eso vine: para dar rienda suelta a mi amor por el café. Jardín es un lugar perfecto, situado en el corazón de un cinturón del café en el suroeste de Antioquia, el productor más grande de los 32 departamentos de Colombia.

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Sacos de café en la cooperativa Delos Andes CreditFederico Rios Escobar para The New York Times

En los noventa, un colapso en los precios del café fue un golpe fuerte a la economía de Colombia. La mitad de su mercado de café se desvaneció y miles de familias en regiones cafetaleras cayeron en la pobreza. Como estrategia para el futuro, el gobierno colombiano comenzó a fomentar y apoyar a fincas para cultivar granos de café de mayor calidad que calificaran para mercados especializados donde los precios son más altos y estables.
Jardín adoptó la tendencia. La mayoría de los granos que se venden en el almacén cooperativo del pueblo van directamente a Nespresso, la marca de lujo que vende cafeteras con comerciales televisivos en los que aparece George Clooney. Aquí, las colinas están llenas de fincas familiares que compiten entre sí para cultivar el mejor café. Con la ayuda de un guía contratado —José Castaño Hernández, hijo de campesinos cafeteros— estaba listo para ver de dónde venía la rica infusión de mi taza y explorar el territorio del café en el norte de los Andes.

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Paisaje de los Andes cerca del pueblo de Jardín CreditFederico Rios Escobar para The New York Times

En la plaza, Hernández, de 41 años, me recogió en su auto y condujo a través de un puesto militar de control justo afuera del pueblo. Después de que los soldados nos señalizaron que podíamos pasar, mencionó que tomaríamos la ruta pintoresca para visitar una finca cafetalera a una altitud de 1800 metros sobre el nivel del mar. Con pintoresco quiso decir que era una ruta ecuestre. En la ladera de la montaña, se estacionó al borde de la carretera y nos reunimos con otro guía que tenía caballos ensillados. El trayecto a través de un camino lleno de piedras fue una serie de momentos impresionantes: vistas gloriosas del norte de Los Andes, rayos matutinos del sol que atraviesan nubes que parecen algodón; a veces pasaba algún tucán con su gracioso pico.
Después de algunas horas nos detuvimos y amarramos los caballos; Hernández abrió la entrada de una cerca alambrada. Era la puerta trasera de la Cueva del Esplendor. La entrada al público de esta atracción turística es un estacionamiento al otro lado del barranco, donde las personas dejan sus autos y caminan hasta la cueva. Desde este lado, descendimos a rappel gracias a unos cables de alambre. En la parte de abajo, entramos a una pequeña cueva con una cascada bañada por el sol que salía del techo de roca… otro momento increíble.

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La Cueva del Esplendor en las afueras de JardínCreditFederico Rios Escobar para The New York Times

Después de otra hora a caballo, era hora de almorzar en la finca, una simple granja cerca de la cima de la montaña con paredes de estuco blanco y pintura azul. Ese mismo azul vistoso acentuó el pedestal de un altar al niño Jesús, y también una cruz que estaba en la bajada frente a una vista magnífica: más de una decena de cimas andinas extendiéndose hasta donde llegaba la vista, con frondosos cafetos que cubrían cada ladera.
Almorzamos en una mesa que estaba en la entrada techada. El menú incluía huevos fritos con la yema cruda; dos tipos de plátanos fritos: unos maduros y dulces, y los otros verdes y en patacón; frijoles rojos, y chicharrón. Puse los frijoles en un tazón y encima un huevo y varias cucharadas de una salsa picante. A la vuelta de la esquina, los campesinos y sus familias se sentaban en otra mesa, una mezcla de hombres, mujeres y niños que comían frijoles, huevos y chicharrón. Hernández había pedido un almuerzo típico de la finca, y eso le dieron.
“Los colombianos almuerzan bien; es su comida principal”, explicó cuando me preguntó qué me pareció la comida. “Trabajar la finca requiere estar bien alimentado”.
Después de que recogieron los platos vacíos, una mujer me sirvió una taza del café de la casa, el tinto. Sonreí y suspiré con el sabor puro: tan terroso y abundante en mi paladar, pero a la vez limpio, sin dejar sabor de boca alguno. Después, el encargado de la finca, Juan Crisóstomo Osorio Marín, me pidió que siguiera un camino terroso que lleva a las plantas de café. Marín dirige las operaciones de campo de la finca mientras que su padre es el propietario. Llegamos a un lugar donde montones de bayas de café de color rojo y verde brillante colgaban de cada rama. Son plantas prodigiosas; cada una tiene el equivalente a 450 gramos de café molido y terminado. Las bayas rojas de café, que parecen arándanos, estaban maduras y listas para recogerse. Competí con Marín para ver quién recogía bayas más rápido. Tras 30 segundos yo tenía 50 bayas en la canasta y Marín tenía más de 200. Me mostró que el truco es mover una mano por debajo de la rama mientras despegas las bayas con el pulgar. Con un solo movimiento podía sacar 10 bayas o más.

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Bayas rojas de café en una finca de Jardín, Colombia CreditFederico Rios Escobar para The New York Times

Durante la temporada de cosecha, Marín, de 40 años, reúne varias canastas de bayas de café para obtener más de 260 kilogramos diarios; lo hace en una ladera tan empinada que me pareció difícil permanecer erguido. Otros familiares hacen lo mismo. El año pasado, el padre de Marín, de 62 años, recogió más de 180 kilos en un día justo después de recuperarse de una fractura que sufrió en la pierna mientras jugaba fútbol.
Aun así, la producción aquí palidece cuando se le compara con la de plantaciones cafetaleras corporativas. La familia Marín enfatiza la calidad por encima de la cantidad. Nespresso califica estos granos como Triple A, su clasificación más alta de calidad y sostenibilidad.
Marín dijo que tres factores favorecían su café: la altura, que tiene la elevación suficiente para mantener lejos las pestes del café; la humedad, que se origina con las nubes que pasan y brindan una fuente constante de humedad, y la tierra roja.
“¿Por qué la tierra es tan roja?”, pregunté. Hernández me contó acerca de Nevado del Ruiz, un volcán que está en el norte de los Andes y arrojó ceniza a través de las cimas de las montañas.
“¿Eso es algo bueno?”, le pregunté a Marín a través de Hernández.
“Sí, claro, claro”, dijo Marín, asintiendo con la cabeza. La ceniza hace que la tierra sea rica y fértil. “Como una bendición; la tierra es mejor aquí arriba”.

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Un gallito de las rocas. Jardín es una zona popular para observar aves. CreditFederico Rios Escobar para The New York Times

De regreso en la finca, me mostraron la despulpadora que separa los granos de la fruta (como quitarle huesos a unas cerezas) y la parrilla de secado donde ponen los granos antes de que los lleven a la cooperativa. Por 15.000 pesos (cerca de cinco dólares), compré una bolsa de su café Triple A y le di las gracias a Marín por su hospitalidad.
Durante el viaje de regreso a Jardín, Hernández me dijo que, en sus siete años como guía, yo fui apenas su segundo turista de cafetales. Todos sus clientes van a observar aves, pero a él le gustarían más viajes como este. El abuelo de Hernández se estableció y comenzó la finca de café cerca de donde creció. Cuando ocurrió la crisis de los noventa, sus padres se divorciaron y él abandonó la universidad en Medellín para regresar a casa y ayudar a su madre a saldar sus deudas. Fue durante este periodo problemático cuando Hernández encontró su vocación como guía, un trabajo que le permite ayudar a que otros entiendan el significado de la tierra que ama. Su madre aún está en la finca de la familia, pero el café, como todo cultivo, es un negocio difícil, y él no está seguro de que pueda continuar. “Las historias de estas colinas me dan esperanza”, me dijo mientras recorríamos un camino terroso.
Hernández me dejó en la hotel donde me estaba hospedando afuera del pueblo y me dijo que regresaría en un par de horas. A las 18:00 me recogió para cenar en otra finca, que también está en las colinas, rodeada de follaje.

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Un hombre a caballo cerca de JardínCreditFederico Rios Escobar para The New York Times

En la finca, una familia salió a la puerta —padre y madre con un hijo pequeño y una bebé— para saludarme con calidez; yo era el primer estadounidense que visitaba su casa (los suizos de Nespresso ya habían estado ahí). El propietario de la finca, Francisco Javier Ángel, sonrió y nos dijo que pasáramos a la mesa del comedor en la terraza al aire libre. Un solo bombillo en el techo atraía a las polillas y otros insectos del bosque, y a veces chocaban con mi cabeza mientras giraban en torno a la luz. Pero no había mosquitos, otra ventaja de la altura de la finca.
Ángel, de 37 años, parecía joven para ser dueño de una finca, pero es emprendedor. Había trabajado en esta finca cuando el propietario era un sacerdote local, quien se mostró impresionado por su ética de trabajo y le vendió la tierra. Su esposa, Mónica, fue a la cocina y regresó con vasos de limonada recién hecha con panela, una forma de azúcar mascabada. Ángel explicó que la panela también puede usarse para preparar el café chaqueta, que se sirve cuando hace frío o para darles a los recolectores de café una inyección de energía para los campos.
La cena familiar fue de frijoles, plátanos y chicharrón, esta vez acompañados de tiras de res, rebanadas de aguacate recién cosechado y arepas. Fue familiar pero gratificante, y mejor que cualquiera de las comidas que me dieron en los restaurantes del pueblo. Mientras cenábamos, Ángel explicó que su finca está certificada por Rainforest Alliance y sus granos están clasificados como de especialidad. La cooperativa en Jardín tiene un laboratorio entero dedicado a envasar y clasificar granos en cuanto se entregan.

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Una cafetería cerca del parque El Libertador en Jardín CreditFederico Rios Escobar para The New York Times

Mientras la esposa de Ángel recogía los platos, pregunté si podía seguirla a la cocina para ver cómo preparaba el café. Me sonrió: “Sí”.
Preparar café es un proceso rústico y un ritual. Primero, calentó un litro de agua en una olla en la estufa de gas hasta que comenzaron a formarse burbujas en el fondo. Después le puso cinco cucharadas de café molido a la olla, apagó el gas y dejó que se asentara durante cinco minutos. “Silencio”, dijo. Mientras tanto, enjuagó cuatro tazas en agua caliente para que el cambio drástico de temperatura —si la bebida entrara a una taza fría— no impactara al café. Finalmente, lo sirvió a través de un pequeño colador en cada copa. Era una hermosa infusión oscura con un ligero halo de espuma café en los bordes.
De regreso en la mesa del comedor, sorbí y me quedé sorprendido por una simple taza de café por tercera vez ese día: tanta fuerza, tan rico, pero sin rastro de amargura. Pregunté qué hacía único a este café. Ángel y Hernández me lo explicaron.
El linaje cafetalero de Ángel data de tres generaciones, y él tuvo la idea de cultivar la misma variedad de granos que cultivó su abuelo hace 100 años… una suerte de café patrimonial. Sin embargo, no podían encontrar esas semillas; la cooperativa solo vende variedades modernas de café. Así que Ángel fue a cazarla a fincas abandonadas que habían sido destruidas por la crisis de los precios del café. En una encontró la vieja variedad de la generación de su abuelo.
Todos en el pueblo creyeron que Ángel estaba loco por plantar granos que sacó de barbechos, pero su café patrimonial está ganando adeptos. Lo vende con el nombre Pajarito, porque ve a muchas aves entre los arbustos donde se cultiva este café.

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Un campesino colombiano con su caballo CreditFederico Rios Escobar para The New York Times

“Veo una oportunidad en el café”, me dijo Ángel. Esa es una gran declaración, dado que muchos de sus compañeros agricultores de café en todo Colombia están abandonando fincas y buscando empleos en las grandes ciudades. “Es la tradición de esta familia”, dijo Ángel. “Es lo que hacemos”.
Ángel y su esposa se reunieron con sus hijos en la terraza para despedirse mientras Hernández y yo nos adentrábamos a la noche. El aire zumbaba con insectos que cantaban un coro nocturno y ferviente. Un rocío de luces blancas, como estrellas parpadeantes, brilló en el bosque oscuro ante nosotros.
Cuando llegamos con la luz de día, el follaje era tan espeso que no podía ver más allá de los árboles. Pero ahora me daba cuenta de que esas estrellas eran las luces de las terrazas de las fincas en la siguiente cadena montañosa; cada luz era un hogar como este.
Era un recordatorio de que el café es un asunto familiar. Si te detienes, tomas un sorbo y disfrutas el sabor, puedes probar la seria labor y las vidas dedicadas al café.