lunes, junio 09, 2008

El mercado popular de ropa en Bogotá está lleno de versiones 'chiviadas' de los grandes diseñadores



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Foto: Federico Puyo / EL TIEMPO
Las carteras de Louis Vuitton son las más copiadas.
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Foto: Federico Puyo / EL TIEMPO
Algunas imitaciones son mejores que otras. En muchas prendas las etiquetas vienen en italiano.

La blusa de la última colección de Armani o Dolce&Gabanna, que en una tienda de Tokio vale un millón de pesos, en el centro de Bogotá se consigue, con los mismos hologramas y etiquetas, en 20 mil.

Pero además, si la compradora es más rellenita de lo usual, y se aleja de las lánguidas modelos de las pasarelas de Milán, "se le tiene" la versión amoldada a las curvas latinas, que nunca se les pasó por la cabeza a Rocco Barocco o a John Galliano.

Atrás quedaron los tiempos donde los caimanes de las camisas Lacoste parecían lagartijas de humedal o el papá de Tommy Hilfiger variaba su apellido de acuerdo al fabricante. Ahora el robo de ideas se hace de frente, e incluso algunos diseñadores de ropa para San Victorino y sanandresitos en todo el país aseguran que sus versiones son mejores que las originales.

Las copias, que no se ven en pasarelas como las del Círculo de la Moda de Bogotá, se están ganando un lugar entre los bogotanos.

Copiar, cortar, pegar

Yesid, un diseñador que prefiere reservar su nombre para evitar problemas con sus patrones, afirma que las copias que se comercializan pueden ser de dos clases: las importadas o las 'editadas'.

Las primeras -dice- llegan desde la provincia china de Cantón (Guangdong), donde cientos de fábricas se dedican a "fusilar" desfiles de moda televisados, catálogos de tiendas o las verdaderas prendas compradas en ciudades como Los Angeles.

Los grandes compradores van allí (no con menos de 100 mil dólares en el bolsillo) y "mercan" la ropa que, en dos meses, estará en sus almacenes. En muchos casos, en sus locales las prendas pueden salir al mismo tiempo o incluso antes que las colecciones de las grandes tiendas.

Los chinos desarrollan tanto la tela y otros insumos (como botones) como las prendas listas, siempre bajo la premisa de que sean idénticas. Sin embargo, cuenta Yesid, se pueden hacer cambios: "Si una marca está muy trillada, por ejemplo Armani o Prada, pero las prendas funcionarían en el mercado, pues sencillamente les cambian las marquillas por las que están 'in' como Dsquared o Just Cavalli".

Así surgen los 'monstruos' que harían que Saint-Laurent o Versace se levantaran de sus tumbas. "Se ven camisetas de Ralph Lauren donde el caballo y el polista están recamados en brillantes o zapatos de charol con tacón transparente que dicen Prada en cristales. Uno sabe que esas casas de modas no elaboran accesorios así. Sin embargo la gente los lleva", explica Yesid.

Estos productos, aunque bastante aparentosos, son una lotería a la hora de la venta, pues son hechos bajo moldes italianos o estadounidenses. "Recuerdo un lote de Lacoste, que tenía moldería china. La XL le servía a niños de 12 años. Nos tocó venderla como ropa infantil", cuenta.

También, sencillamente, puede no gustar lo que se trajo. El pasado diciembre se quedó sin vender un gran lote de prendas Dolce&Gabbana, inspirada en pieles animales. Y la platica de inversión -unos tres millones de pesos por 200 prendas- se perdió. "Eso se habría vendido en unos siete millones", asegura el diseñador.

Las editadas

En la otra modalidad, de la China se traen las telas e insumos y la creación de la prenda se hace en Colombia. Aquí se confeccionan de acuerdo con los patrones latinos y se adaptan al gusto del público.

Alejandro Isaza, otro diseñador, dice que para que algo funcione en San Victorino tiene que "brillar, ser ajustado y de lycra". Además tiene que gritar la marca, pues es un asunto de estatus.

"Hay señoras que piden blusas de 'Yuscavayi' -Just Cavalli-", dice.
Para Mauricio Lara, coordinador de diseño de la Escuela Arturo Tejada, el juego de las marcas es prueba fehaciente de la globalización. Por los medios las personas del común pueden conocer las creaciones de diseñador y convertirlas en objetos del deseo.

Trapos sucios

Otro de los grandes impulsores del negocio es, según Lara, el auge traqueto. Al subir su poder adquisitivo, ciertas personas pudieron acceder a bienes antes reservados para millonarios y celebridades, y esto marcó una tendencia.

Isaza cree que el público popular es más abierto a este tipo de productos pues "tiene menos prejuicios, entonces no le importa usar cosas vanguardistas como jeans de colores o camisetas con parches".

Pero no es que 'Chupeta' -célebre por sus calzoncillos que se pelearon en una subasta en Brasil- o Mancuso -famoso por sus zapatos Ferragamo- sean las musas de esta nueva forma de vender y hacer ropa. Detrás del negocio lo único que se lava no son las prendas.

Según Carlos Eduardo Botero, director de la Cámara de Algodón, Fibras, Textiles y Confecciones de la Andi, muchas de las empresas dedicadas a esta actividad juegan sucio: "Antes estaban los contrabandistas clásicos, que importaban para obtener una utilidad. Ahora les interesa lavar activos, así que el precio de venta final no importa".

A pesar de la ayuda del Gobierno, Botero dice que el 30% de la actividad de su sector es ilegal. Por cuenta del la devaluación han perdido un billón de pesos y calcula que por el contrabando unos US$ 600 millones adicionales.

Yesid dice que el futuro es diseñar aquí y fabricar en oriente, desde donde llegarían las colecciones completas, pero esto le quitaría poder adquisitivo a sus compradores, que vienen de las familias de sus empleados.

Las marcas también dan la pelea. Aunque a veces los expertos no son capaces de determinar cuál es la original y cuál es la falsa, empresas como Louis Vuitton aprovechan los chiviados para subir aún más el valor de sus creaciones. "El poder en el universo del lujo lo da el saber, en mi fuero interior, que lo que tengo es original", asegura Lara.

Una famosa tarjeta de crédito profetizó esto hace unos años: "Vestido de Balenciaga; US$3.000, cartera de Fendi: US$ 1.500, tacones de Chloé: US$ 745. Saber que todo es original y me queda perfecto: no tiene precio".

Copias refinadas

Las copias están tan bien hechas que en la mayoría de los casos las etiquetas y hologramas de fábrica, usadas como garantía de originalidad, también son plagiadas.

Bogotá está cambiando su clóset

Para Mauricio Lara, coordinador de diseño de la Escuela Arturo Tejada, los capitalinos han ido cambiando su manera de vestir por varios factores.

"Bogotá tiene una cultura en moda interesante. Debido al clima las prendas que se utilizaban eran más estructuradas. El rolo 'rolo' es bastante conservador, pues históricamente sigue la codificación de vestuario europeo", asegura.

Sin embargo, gabán y chaquetas se alternan ahora con sandalias y zapatos sin medias, debido al cambio climático, la inmigración y la globalización.

"Los adolescentes son más irreverentes, no diferencian lo formal y lo casual. Optan por un 'mal gusto intencional'", agrega.

Además del auge de nuevos diseñadores locales, que abren sus tiendas con prendas innovadoras, desde el 2003 empezaron a llegar marcas lujosas y de ropa con diseño a gran escala, como es el caso de Zara y MNG.

CAMILO SIXTO BAQUERO M.
REDACCIÓN BOGOTÁ
cambaq@eltiempo.com.co




Ignacio Gómez Escobar
ESTRATEGA EN MERCADEO
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