VIERNES 26 DE DICIEMBRE DE 2008
Para comenzar el año reflexionamos sobre la utilización de este número y esta palabra tan simbólica y tan relacionada con las marcas y el mundo del consumo. Edgardo Werbin Brener, escribió un análisis de todo lo que hay por detrás de la nada.
Vivimos en la era donde una de las palabras más representativas de lo que le ocurre al género humano es la exponencialidad. Es aquello donde el crecimiento tiene un ritmo que aumenta cada vez más rápidamente. En el mundo en los próximos ocho segundos nacerán 34 bebés; se publicarán 3.000 libros nuevos cada día y hay más de 3 billones de busquedas mensuales en Google. Los numeros abruman, exceden, aturden. Hay bulimia de contenidos. Saturación anoréxica de significantes y significados. Cantidad sobre calidad. Sobredosis de todo. Y como contraparte surge la necesidad de neutralizar el crecimiento devorador de la expansión generando el oásis de la nada.
Marcados
Vuelven a detonar las marcas del cero. Las necesidades del marketing también reflejan los abismos de las contradicciones de la condición humana. Coca Zero. Zona Zero. Axe Zero. Cero Calorías. Zero Digital. Gravedad Cero. Tiempo cero. Ground Zero. Radio Zero. Sprite Zero. Tango Zero… Las marcas del vacío. El cero, aquello que no tiene un valor definido emerge como salvataje de la acumulación indiferente y amorfa, el consumo de la nada. Es un número cardinal que expresa una cantidad nula; es un signo sin valor propio en la numeración arábiga, que colocado a la derecha de un número entero, multiplica por diez su valor; pero a la izquierda, no lo modifica: cualquier número multiplicado por cero da cero.
Vacíos
El término “cero”, al igual que el término “cifra”, deriva etimológicamente del árabe “sifr” (que significa ‘vacío’) y éste es la traducción del original nombre para el cero, el sánscrito “sunya” (literalmente ‘vacío’). El cero es el vacío porque designa la ausencia de cantidad. La gran contribución al “inventar” el cero fue conceptualizar esta paradoja de contar lo incontable, incluir como número algo que propiamente es lo opuesto al número. Simbólicamente el cero representa el no ser, misteriosamente ligado a la unidad, como su contrario y su reflejo; es el símbolo de lo latente y de lo potencial; es el “huevo órfico”. En la existencia simboliza la muerte como estado en el que las fuerzas de lo vivo se transforman. Como círculo, por su figura, simboliza la eternidad. Se lo representa mediante una concha o un caracol (sabido es que el caracol es un símbolo de regeneración periódica).
Fue el alma de la India la que llegó a un concepto metafísico como la nada (sunya) y el cero que la simbolizaba. El cero era posibilidad de establecer con elevado grado de sutileza un encantador poder de abstracción, porque aunque el alma india lo había concebido como la base de la numeración posicional, era la síntesis medular del sentido de la existencia. El cero aquí es el símbolo del vacío, donde sus metáforas son el silencio, la desnudez, la simplicidad, la nada, el fondo de las cosas, fondo sin atributos porque contiene la potencialidad de lo que se manifiesta. Con el aporte del monje budista y filósofo hindú Nagarjuna (siglo II dC) creador de la Escuela de la Vía Media Madhyamaka, la vacuidad fue considerada como la verdadera naturaleza de todo lo existente, donde las cosas, fenómenos, pensamientos, hechos, no surgen ni cesan, aparecen y desaparecen cual ilusiones. La teología de la vacuidad se instaló como un modo de ver, una actitud, una forma de procesar los productos de la experiencia, un conocimiento funcional que no puede dominarse sino mediante su constante aplicación y puesta en práctica.
Negación
Lo más fácil y habitual ha sido negar el vacío o señalar que la naturaleza, las cosas o las ideas tienen aversión al vacío. Nuestra tradición de pensamiento fue formulada mediante la famosa expresión del horror vacui: las cosas, la naturaleza, sienten un horror al vacío, o simplemente este horror conceptual es la expresión de una imposibilidad radical del vacío. Esta ha sido la opinión dominante en la ciencia y en la filosofía de occidente durante al menos 2.000 años. Pese al esfuerzo racionalista, el vacío reina en el universo.
Profundidad
Según el taoísmo y el budismo, el vacío es la realidad profunda de las cosas; buscar el vacío en la realidad aparente es buscar su verdadera médula. El mundo globalizado nos exige plétora, plenitud, relleno, perfección, sobreabundancia de cosas para llenar y rellenar hasta el hartazgo de la saturación y la saciedad insípida, nuestros receptores de la percepción y las sensaciones. Obturados los dispositivos de pensamiento nuestro devenir voluntario se torna facilmente en automático e involuntario.
Como respuesta a la exponencialidad de la indiferencia que todo lo llena disfrutemos de las palabras de Baudelaire: «la naturaleza es un templo... el hombre pasa a través de unos bosques de símbolos... como ecos que de lejos se confunden en una vasta unidad... los perfumes, los colores y los sonidos se responden». El vacío de la creación nos contempla. Contemplemos la creación del vacío en silencio…
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