El Corte Inglés, como hacerte grande siendo una tienda de barrio
El Corte Inglés, como hacerte grande siendo una tienda de barrio
Emilio Barreda5 Septiembre, 201710min4840
No existe una persona en España que no conozca la insignia El Corte Inglés. Muy probablemente tampoco existan muchas que jamás hayan utilizado o comprado algunos de sus artículos o servicios.
Así de grande es este comercio de barrio hoy en día.
Los orígenes de El Corte Inglés
Los que saben un poco del tema asocian el nombre de El Corte Inglés al que creen su fundador, Ramón Areces. Pero eso no es del todo cierto porque la pequeña sastrería ya existía antes de ser propiedad de Ramón.
Remontémonos a 1.890, a Ramón Areces le faltaban todavía 14 años para nacer, y alguien funda una sastrería en el centro de Madrid. Por mucho que he investigado no he encontrado por ninguna parte el nombre del fundador. Las únicas referencias que hay sobre El Corte Inglés cuentan que se fundó ese año mencionado y que era una sastrería madrileña especializada en ropa infantil.
Para entender a El Corte Inglés de hoy hay que fijarse en Ramón Areces y su peripecia vital.
Ramón Areces
Nuestro asturiano de pro nació en 1.904, hijo de agricultores y con 8 hermanos en la familia os podéis imaginar las dificultades económicas a las que se enfrentarían. Con tan sólo 16 años tomó la determinación de emigrar a Cuba con alguno de sus hermanos para trabajar allí con su tío Cesar Rodríguez y aliviar de esta forma la carga que suponía para sus padres tanta boca que alimentar.
En Cuba trabajó por techo y comida como aprendiz en unos grandes almacenes llamados El Encanto donde su tío era el gerente.
Ya con 20 años acompañó durante otros cuatro a su tío en un eterno viaje de negocios por Estados Unidos y Canadá para entablar relaciones comerciales en aquellos países además de aprender las técnicas de venta, de gestión y de organización de esta nueva forma de establecimiento comercial divididos en departamentos. Antes existían los colmados, tiendas donde se vendía un poco de todo y todo estaba junto y “apelotonado”
15 años después de su partida regresa a España pero no regresa a Asturias, se instala en Madrid y en diciembre de 1.935 adquiere por traspaso la sastrería El Corte Inglés, con el apoyo económico de su tío César.
Ya tenemos el germen de lo que conocemos hoy en día.
Creación del Corte Inglés que conocemos nosotros
Cuando adquirió la sastrería especializada en moda infantil Ramón ya tenía claro que no se quedaría ahí. Comenzar una nueva vida en Madrid sin demasiado dinero no le posibilitaba empezar a lo grande. Así que optó por dar el primer paso.
Este pequeño negocio de barrio, una sastrería más de las muchas que ya existían en todo Madrid, era la llave para construir algo de lo mucho que había visto en Cuba, Estados Unidos y Canadá.
Cinco años después, en 1.940 traslada su sastrería a la calle Preciados y comienza la expansión del negocio. En el nuevo local divide las ventas por departamentos y diversifica la oferta textil, comienza a implantar el modelo de gran almacén que había visto funcionar tan bien en Cuba y Estados Unidos.
A partir de aquí podríamos hablar de El Corte Inglés que actualmente conocemos nosotros. Un edificio lleno de departamentos y artículos de todo tipo y condición. En los años sesenta abre sucursales en Sevilla, Bilbao y Barcelona y comienza su diversificación a todo tipo de sectores hasta llegar a la actualidad donde podemos encontrar sus marcas en tiendas de ropa, supermercados, seguros y reaseguros, agencias de viaje… y sus sucursales por casi toda la península ibérica, incluida Portugal.
Actúa en pequeño, piensa a lo grande
Ramón Areces regresó a España con la idea de implantar su idea de negocio de grandes centros comerciales y por carecer de capital suficiente empezó con una pequeña sastrería de barrio. A él no le valían excusas, sabía lo que quería y se puso a ello con los medios a su alcance. No ponía excusas para no intentarlo sino que solucionaba los problemas según llegaban y trabajaba en cada momento con los medios materiales, económicos y humanos de los que disponía.
Era un emprendedor nato, de la vieja escuela.
En la actualidad muchas subvenciones públicas están destinadas a talleres y cursos para enseñar a las personas a ser emprendedoras, a emprender. Y casi lo primero que les enseñan es a buscar y solicitar ayudas públicas al emprendimiento. No estamos creando emprendedores, estamos creando paniaguados que durarán en el mercado lo que les dure las ayudas públicas que consigan. Porque no tienen un sueño, una visión; un objetivo en la vida. Lo que se les enseña es que pueden ser sus propios jefes y pedir dinero a todo tipo de administraciones públicas… y a vivir.
Si no consiguen esas subvenciones no emprenden porque no tienen dinero y su proyecto tiene un coste muy elevado. Si no puedes volar, corre; si no puedes correr, anda; si no puedes andar, gatea. Pero no dejes de intentarlo.
En estos talleres para generar emprendedores como quien cultiva dentistas más les valdría enseñar la historia de esfuerzo, sacrificio e ilusión de verdaderos emprendedores, tanto los que triunfaron como los que fracasaron estrepitosamente.
Porque conociendo la historia de Ramón Areces, Amancio Ortega, Walt Disney y tantos otros no estarían siendo engañados para un futuro real que en los negocios suele ser muy diferente a lo plasmado en un papel, en un plan de desarrollo empresarial. Y para eso no les están preparando.
De tienda de barrio a multinacional
Lo que intento explicar en este artículo es que no hay negocio pequeño. El negocio será tan pequeño como la mentalidad o la ambición del empresario.
Pensemos por un momento en cualquiera de las tiendas que tenemos por nuestros barrios. Cuanto más grande sea tu localidad más multinacionales verás por tus barrios. Te darán de desayunar, comer, cenar; te peinarán; te harán la declaración de la renta; te defenderán ante los tribunales; te dejarán la boca perfecta, o los pechos…
Ahora pensemos en las tiendas de los pueblos pequeños. La charcutería esa que tiene unos chorizos de elaboración propia que son delicia de dioses, por ejemplo. O el bar de aquel pueblo con unas tapas extraordinarias. O la señora de manos prodigiosas que cose cualquier prenda y dura generaciones…
Todos ellos podrán ser grandes multinacionales pero sólo si quieren. Todos podrían franquiciar su negocio, abrir sucursales, tener delegaciones en medio mundo conocido… Pero, ya me lo dijo una vez un viejo economista “Emilio, no le des más vueltas, el pequeño comercio es pequeño por algo”.
El Corte Inglés, como hacerte grande siendo una tienda de barrio
Emilio Barreda5 Septiembre, 201710min4840
No existe una persona en España que no conozca la insignia El Corte Inglés. Muy probablemente tampoco existan muchas que jamás hayan utilizado o comprado algunos de sus artículos o servicios.
Así de grande es este comercio de barrio hoy en día.
Los orígenes de El Corte Inglés
Los que saben un poco del tema asocian el nombre de El Corte Inglés al que creen su fundador, Ramón Areces. Pero eso no es del todo cierto porque la pequeña sastrería ya existía antes de ser propiedad de Ramón.
Remontémonos a 1.890, a Ramón Areces le faltaban todavía 14 años para nacer, y alguien funda una sastrería en el centro de Madrid. Por mucho que he investigado no he encontrado por ninguna parte el nombre del fundador. Las únicas referencias que hay sobre El Corte Inglés cuentan que se fundó ese año mencionado y que era una sastrería madrileña especializada en ropa infantil.
Para entender a El Corte Inglés de hoy hay que fijarse en Ramón Areces y su peripecia vital.
Ramón Areces
Nuestro asturiano de pro nació en 1.904, hijo de agricultores y con 8 hermanos en la familia os podéis imaginar las dificultades económicas a las que se enfrentarían. Con tan sólo 16 años tomó la determinación de emigrar a Cuba con alguno de sus hermanos para trabajar allí con su tío Cesar Rodríguez y aliviar de esta forma la carga que suponía para sus padres tanta boca que alimentar.
En Cuba trabajó por techo y comida como aprendiz en unos grandes almacenes llamados El Encanto donde su tío era el gerente.
Ya con 20 años acompañó durante otros cuatro a su tío en un eterno viaje de negocios por Estados Unidos y Canadá para entablar relaciones comerciales en aquellos países además de aprender las técnicas de venta, de gestión y de organización de esta nueva forma de establecimiento comercial divididos en departamentos. Antes existían los colmados, tiendas donde se vendía un poco de todo y todo estaba junto y “apelotonado”
15 años después de su partida regresa a España pero no regresa a Asturias, se instala en Madrid y en diciembre de 1.935 adquiere por traspaso la sastrería El Corte Inglés, con el apoyo económico de su tío César.
Ya tenemos el germen de lo que conocemos hoy en día.
Creación del Corte Inglés que conocemos nosotros
Cuando adquirió la sastrería especializada en moda infantil Ramón ya tenía claro que no se quedaría ahí. Comenzar una nueva vida en Madrid sin demasiado dinero no le posibilitaba empezar a lo grande. Así que optó por dar el primer paso.
Este pequeño negocio de barrio, una sastrería más de las muchas que ya existían en todo Madrid, era la llave para construir algo de lo mucho que había visto en Cuba, Estados Unidos y Canadá.
Cinco años después, en 1.940 traslada su sastrería a la calle Preciados y comienza la expansión del negocio. En el nuevo local divide las ventas por departamentos y diversifica la oferta textil, comienza a implantar el modelo de gran almacén que había visto funcionar tan bien en Cuba y Estados Unidos.
A partir de aquí podríamos hablar de El Corte Inglés que actualmente conocemos nosotros. Un edificio lleno de departamentos y artículos de todo tipo y condición. En los años sesenta abre sucursales en Sevilla, Bilbao y Barcelona y comienza su diversificación a todo tipo de sectores hasta llegar a la actualidad donde podemos encontrar sus marcas en tiendas de ropa, supermercados, seguros y reaseguros, agencias de viaje… y sus sucursales por casi toda la península ibérica, incluida Portugal.
Actúa en pequeño, piensa a lo grande
Ramón Areces regresó a España con la idea de implantar su idea de negocio de grandes centros comerciales y por carecer de capital suficiente empezó con una pequeña sastrería de barrio. A él no le valían excusas, sabía lo que quería y se puso a ello con los medios a su alcance. No ponía excusas para no intentarlo sino que solucionaba los problemas según llegaban y trabajaba en cada momento con los medios materiales, económicos y humanos de los que disponía.
Era un emprendedor nato, de la vieja escuela.
En la actualidad muchas subvenciones públicas están destinadas a talleres y cursos para enseñar a las personas a ser emprendedoras, a emprender. Y casi lo primero que les enseñan es a buscar y solicitar ayudas públicas al emprendimiento. No estamos creando emprendedores, estamos creando paniaguados que durarán en el mercado lo que les dure las ayudas públicas que consigan. Porque no tienen un sueño, una visión; un objetivo en la vida. Lo que se les enseña es que pueden ser sus propios jefes y pedir dinero a todo tipo de administraciones públicas… y a vivir.
Si no consiguen esas subvenciones no emprenden porque no tienen dinero y su proyecto tiene un coste muy elevado. Si no puedes volar, corre; si no puedes correr, anda; si no puedes andar, gatea. Pero no dejes de intentarlo.
En estos talleres para generar emprendedores como quien cultiva dentistas más les valdría enseñar la historia de esfuerzo, sacrificio e ilusión de verdaderos emprendedores, tanto los que triunfaron como los que fracasaron estrepitosamente.
Porque conociendo la historia de Ramón Areces, Amancio Ortega, Walt Disney y tantos otros no estarían siendo engañados para un futuro real que en los negocios suele ser muy diferente a lo plasmado en un papel, en un plan de desarrollo empresarial. Y para eso no les están preparando.
De tienda de barrio a multinacional
Lo que intento explicar en este artículo es que no hay negocio pequeño. El negocio será tan pequeño como la mentalidad o la ambición del empresario.
Pensemos por un momento en cualquiera de las tiendas que tenemos por nuestros barrios. Cuanto más grande sea tu localidad más multinacionales verás por tus barrios. Te darán de desayunar, comer, cenar; te peinarán; te harán la declaración de la renta; te defenderán ante los tribunales; te dejarán la boca perfecta, o los pechos…
Ahora pensemos en las tiendas de los pueblos pequeños. La charcutería esa que tiene unos chorizos de elaboración propia que son delicia de dioses, por ejemplo. O el bar de aquel pueblo con unas tapas extraordinarias. O la señora de manos prodigiosas que cose cualquier prenda y dura generaciones…
Todos ellos podrán ser grandes multinacionales pero sólo si quieren. Todos podrían franquiciar su negocio, abrir sucursales, tener delegaciones en medio mundo conocido… Pero, ya me lo dijo una vez un viejo economista “Emilio, no le des más vueltas, el pequeño comercio es pequeño por algo”.
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