El Sambil y la manía depredadora

Opinión y análisis - El Sambil y la manía depredadora

Gerardo Hernández Dávila

Lunes, 19 de enero de 2009

Venezuela continúa sorprendiendo en el escenario internacional por las desacertadas decisiones gubernamentales basadas en un enfoque que distorsiona el mercado y acelera el proceso de involución de la economía. Mientras la mayoría de los Estados del mundo aplica políticas que estimulan la inversión privada para resolver en conjunto las áreas críticas del desarrollo, en nuestro país, donde no hay reglas claras ni un estado de derecho confiable, donde campea la inseguridad jurídica, se realizan todo tipo de acciones para desbaratar la estructura empresarial, el aparato productivo, y para ahuyentar la inversión tanto interna como externa.

La determinación de expropiar el Centro Comercial Sambil La Candelaria no es un hecho aislado. Esta irregularidad que a todas luces viola todos los procedimientos legales se inserta en la manía depredadora que desde siempre tuvo en mente el Jefe de Estado y que ha puesto en práctica con vehemencia a partir del 2005. En cada decreto presidencial para la ocupación de un bien privado se advierte una postura vengativa y de desprecio hacia el capital y los empresarios, desdeñando sus esfuerzos, y olvidando que ha sido a punta de trabajo, perseverancia, e inversiones que el país pudo superar las limitaciones de la Venezuela rural y transitar hacia el progreso.

La decisión sobre el Sambil La Candelaria provocó la repulsa colectiva por su naturaleza retrógrada y perversa. Se están vulnerando los derechos constitucionales a la libre empresa, a la propiedad privada, y entre otras violaciones, al sagrado derecho al trabajo, porque unos 4.000 venezolanos que habían reservado sus locales o que laboran en la culminación de la estructura inmobiliaria, en tareas de mantenimiento, seguridad y operatividad de la misma, quedan al margen del mercado de trabajo.

No es la primera vez que el Gobierno actúa maliciosamente y con tanta saña. También el Complejo Turístico Puerto de la Mar, en Porlamar, promovido por el arquitecto Folco Riccio, cuando estaba a punto de ser inaugurado fue arbitrariamente concebido por el Gobierno como de interés social para instalar una extensión de la Universidad Bolivariana. La magna obra incluía hotel cinco estrellas, casino, centro de convenciones, complejo recreacional y un Puerto de Cruceros. Se perdieron 7.000 empleos y la posibilidad de generar divisas por más de US$ 100 millones.

El turismo, como otras áreas productivas, ha sido seriamente afectado con esta fiebre expropiatoria. El Hotel Hilton Caracas, el Aeropuerto Caracas, el Campamento Canaima, Venezolana de Teleféricos, entre otras propiedades vacacionales, más las que permanecen en poder de FOGADE, están expuestas al deterioro por la desidia oficial. La incertidumbre reina ahora entre los emprendedores que culminan hoteles, complejos turísticos, o centros comerciales en varias ciudades del interior del país, no vaya a ser que un día cualquiera sean declarados intempestivamente como espacios de interés social y ocupados.

En este proceso de hostigamiento y de destrucción de la propiedad privada sigue condenada a su suerte la imponente construcción realizada por el intervenido Grupo Financiero Confinanzas, más conocida como la Torre de David, hoy en poder de FOGADE. Es el octavo rascacielos más alto de América Latina. Tiene 45 pisos y 190 m de altura en una superficie de construcción de 121.741,00 m², ubicado en la Avenida Andrés Bello, en pleno centro financiero de Caracas. Por su estructura podría servir de sede a una universidad o a un hospital, el uso que se le pretende imponer al Sambil La Candelaria para el cual éste no guarda ninguna relación. Eso sí, habría que concluir las obras de la Torre de David, realizadas en un 60%, desalojar a los invasores que ocuparon el edificio bajo la mirada complaciente de las autoridades en funciones en el 2008, y rescatar las instalaciones deterioradas y saqueadas debido al abandono. Algún esfuerzo debe acometer el Estado para dar cumplimiento a sus promesas populistas.

gerardohd@ceinpro.org

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