Los comerciantes de esa época eran innumerables. En los almacenes vendían electrodomésticos, ropa para mujeres, hombres y niños. El Kingston fue uno de los negocios importantes de ese tiempo. La palabra era fundamental. Remembranza.
Carolina Ramírez
Especial/LA PATRIA
Manizales
FOTOS/Cortesía Eduardo Giraldo/LA PATRIA -- Una de las fotos que más le gusta a Eduardo Giraldo Duque, en su almacén.
Uno de los comerciantes más distinguidos hace 60 años en Manizales era Eduardo Giraldo Duque, quien en agosto próximo cumplirá 80 años de vida. Empezó en esa época con su negocio, El Kingston, porque sentía que tenía vocación para ser comerciante.
“Sin terminar mis estudios abrí el negocio, me pesa no haber seguido una carrera, pero en ese momento mi situación económica no era buena, mi padre murió cuando yo estaba muy joven y quedé con las responsabilidades de la casa”, recuerda.
La expectativa que tenía Eduardo con su almacén Kingston era vender artículos para hombre, mujer y niños, además de electrodomésticos que estuvieran al alcance de los habitantes de Manizales.
Su reconocido almacén se ubicó en la carrera 22, entre calles 21 y 22, en la denominada Primera Calle Real. Le puso Kingston porque un proveedor le hacía el comentario que esa era una ciudad muy elegante, donde se marcaba el paso y la cultura, “me pareció acorde para la ciudad y lo que vendía”.
Asegura que impulsó la publicidad y el comercio en la capital de Caldas, pues su almacén hizo
publicidad por radio y prensa.
“Por el periódico LA PATRIA publiqué muchas veces, con los armadores y linotipistas, páginas enteras, medias y cuartos en distintas secciones. En esa época decían que cómo era posible que Kingston, un almacén tan pequeño y de un hombre tan joven, hacía publicidad de esa naturaleza, mientras que los del Liborio Gutiérrez, que tenían mucho más, no la hacían. Esto sirvió de estímulo para mostrarle a la gente que podía hacer publicidad. Empezaron a hacerlo, el hijo de Liborio Gutiérrez se animó”, cuenta Eduardo, entre risas.
Comenta que con el almacén perdió mucho dinero, porque le daban cheques falsos, “juntándolos me daban para hacer un abanico grande, la gente robaba de esa forma”.
Actualmente vive en el barrio la Alhambra con su esposa y su hija María de la Paz que, según él, es su compañera de fórmula. “Me siento muy satisfecho de lo que he hecho en la vida, además me he comportado muy bien con mi familia, mis amigos y la sociedad”, concluye.
“En condiciones de contar la historia”
Eduardo Giraldo Duque hace un recuento del comercio en Manizales, seis décadas atrás.
Sentado, con una sonrisa, hablando enérgico, con apuntes en hojas de los nombres de comerciantes y almacenes de la época, este comerciante se concentra para iniciar con el recuento de una historia que para él fue maravillosa.
Saca sus gafas del estuche, pide un vaso con agua y comienza.
“Frente a donde queda la Gobernación actualmente, en el Edificio Banco Ganadero, existió el café del Quindío. Era muy visitado por los manizaleños en la época. En la zona estaba la empresa de taxis El Rápido, de Gonzalo Montes; la farmacia de Neopomuceno Vásquez; el edificio los Gutiérrez Vélez, unos de los primeros comerciantes de Manizales; y el Hotel Escorial, el más famoso de la época”.
Prosigue con que frente al Café Quindío, la firma de Hijos de Liborio Gutiérrez contaba con comerciantes importadores y el gerente era Alonso Valencia. Giraldo comenta que hubo grandes empresarios de la fiesta brava como los hermanos Gutiérrez, que murieron.
“Todo quedó en sucesión de la familia y nos ha dado mucho prestigio y nombre en Colombia, España y el mundo”. La fábrica de sombreros y de camisas Don Q, que la manejaba Milton Gaviria, después él fue el primer empleado que orientó el Sena Caldas y luego fue alcalde de Manizales.
Más empresarios
Otro de los comerciantes fue Gonzalo Vallejo, un importador de regalos. En el edificio de la familia La Torre estaba el almacén de Roberto Salazar y Compañía, importadores de regalos y artículos para el hogar, también vendían materiales de construcción y hace poco cumplieron 100 años en Manizales.
“De los propietarios sólo quedan los hijos de Pedro Emilio que siguen con la firma y tienen el almacén en el sector de la Galería y son los que manejan el comercio mayoritario y al detal más grande que hay en la ciudad en materiales de construcción”, comenta con emotividad porque asegura que fueron muy verracos con el negocio.
La Joyería de Ricardo Camargo y la Farmacia de León Duque Estrada, hermano de Alfonso Duque Estrada, fue otro de ellos. Tuvieron el negocio en el edificio de Estanislao Estrada, este edificio quedó en poder de Hernando Jaramillo Estrada.
“A mi amigo Hernando lo mató uno de sus hombres de confianza, lo enterró en su finca en el sector de Chinchiná, hace seis años. A los Estrada les gustó mucho la farmacia y como en la época la gente de las droguerías formulaba acertadamente, leía mucho y los pacientes se autogestionaban tan fácil que se curaban, fueron curanderos de la época y no cobraban”.
Y recuerda más: el almacén Camel, de Camilo Gómez, el de Gregorito Botero, “un hombre célebre por su caballerosidad y respeto a las personas”, dice Eduardo con mucha seguridad. El almacén Maginot, de Octavio Jaramillo, un comerciante de Aguadas (Caldas).
Así se inició el almacén
Luis Gómez Botero, de Salamina, le vendió el negocio Siglo XX a Eduardo Giraldo. “Así fue como pude montar el Kingston, un local que quedaba en el edificio de los Gutiérrez, era muy pequeño, pero las personas encontraban de todo, era muy surtido”.
Otros almacenes que estaban en el sector del centro eran: Telas y brocados, de Santiago Gómez y hermanas; Calzado la Corona, de Vicente Gutiérrez; almacén y confitería, de Alfonso Salazar; y el de Joaquincito, donde sólo vendía confites y galletas importadas de primera calidad. El Rombo Azul, de Gilberto Ospina, que distribuía los vestidos Everfit.
En la casa de don Marco Gómez, importador de telas, paños y sombreros, era otro comerciante. El famoso e inigualable Café El Polo, dice Eduardo con picardía y risa, “lo llamábamos en sombra porque había sombra y sol, en la sombra estaban los viejos y en el sol los jóvenes, en este lugar se ventilaban todos los negocios de ganado, café y se chismografiaba mucho”.
Otro de los lugares que rememora es el diario LA PATRIA, de la familia Restrepo, en cabeza de José Restrepo. “Había una junta de periodistas de talla como Fernando Londoño, Silvio Villegas, Arturo Arango Uribe, Hugo Jaramillo y un grupo de empleados, linotipistas y armadores del periódico, además recuerdo a los famosos voceadores por las calles de Manizales diciendo “LA PATRIA de hoy con la tragedia de ayer”.
Flota Ospina, de Tulio Ospina, “él era el hombre más decente y pulcro del mundo entero, llegaba a las 4:00 de la mañana y despachaba los carros para Medellín, Bogotá, Cali y todos los conductores tenían que ir de corbata, camisa blanca, afeitados y sin tufo, tenía mucha disciplina, era una escuela de responsabilidad y respeto hacia los pasajeros, que hoy no se tiene. En la actualidad los conductores van de chanclas, camisetas, esqueleto, aretes, una cosa que desdice mucho de la cultura de la ciudad”, puntualiza Giraldo Duque.
Otros comerciantes y promotores de negocios
El comercio de la ciudad estuvo manejada por personas que se entregaron a los negocios y al servicio de la gente, “en esa época la palabra era todo”, dice Eduardo.
Otra era la Ferretería Colombia, de Emilio Restrepo Isaza, un importador de artículos de familia. En el edificio Pinzón estaba el inolvidable almacén España con el eslogan: La casa de todos, en el lugar se respiraba un aroma delicioso por la cantidad de golosinas que vendían.
Juancito Llano, el papá de Antonio Llano, y del actual alcalde de la ciudad, Juan Manuel Llano, tenía un almacén de víveres que lo manejaba con su hermano, su esposa Josefina y con todos los hijos.
En el edificio Félix Estrada estaba la tipografía Manizales, que la manejaba Guillermo Isaza, quien después de un tiempo fue Gobernador de Caldas. Allí vendían estilógrafos de las mejores marcas y papelería.
El baratillo Español, manejado por San Román. Había un salón de patinaje, la tipografía Éxito de la familia Tobón. Élite, de Ester Vargas, que vendía ropa fina para dama; la Salchichería Alemana, de Hervin Haisnfur, Para ti, de un antioqueño; la Cigarrería de Roberto Patiño, donde vendían los mejores tabacos importados, también los cigarrillos Piel Roja, Negritos y calillas”.
El almacén de telas de Abraham Durán; Batan, Panisa, de Conrado Llano e hijos, que vendían zapatos. “Era el más acreditado de la ciudad”.
En el almacén Galicia, de la familia Gallego, vendían artículos para mujeres y hombres, sombreros y zapatos. La panadería de don Pedro Ramírez, “la mejor que ha tenido la ciudad en toda la historia. Quedaba donde hoy está El Ley”. Libardo Giraldo, el papá de Eduardo, tuvo un café llamado Mi Ranchito, donde los comerciantes se reunían para hablar de negocios.
Así es la corta historia de 60 años del comercio en Manizales. Eduardo espera que esta tradición no se pierda, aunque considera que no todo volverá a ser igual como antes.
Curioso
En uno de los almacenes cambiaban las cajetillas de los cigarrillos Piel Roja por artículos del hogar (ollas, planchas, vasos, platos, cucharas, cuchillos). “La gente llevaba las cajetillas en tulas y en el almacén las quemaban, esa era una de las formas de hacer publicidad en la época”, dice Eduardo.
3 frases famosas del Kingston
1. “De cinco golpes y está en el centro del almacén, todo lo tiene a la vista y al alcance de sus manos”.
2. “Los precios son tan bajos que hay que agacharse para verlos”.
3. “Chiquito pero surtidito, de los más bonitos”.
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