Las 'amazon' criollas que revolucionan el comercio colombiano
Las 'amazon' criollas que revolucionan el comercio colombiano
Las nuevas aplicaciones para compra y venta de productos y servicios están revolucionando el comercio como nunca antes. Firmas colombianas ya están en las grandes ligas.
Simón Borrero y Felipe Villamarín, Cofundadores de Rappi. Foto: Fotografía: ESTEBAN VEGA LA-ROTTA
Nunca antes comprar o vender un producto o servicio fue tan sencillo. No importa si se trata de un apartamento, un carro o un par de tenis usados. Todo se vende y a tan solo un clic de computador o teléfono inteligente. Esta revolución, cuyo padre natural puede ser Amazon en Estados Unidos, está llevando a decenas de emprendedores colombianos a lograr el éxito con poderosas aplicaciones cada vez más descargadas y usadas.
¿Qué hace tan exitosa esta nueva industria que le está cambiando la cara al comercio tradicional? Básicamente las características que identifican a nuestra sociedad actual: tráfico pesado en las grandes ciudades, lluvia o calor intenso y el cada vez más reducido tiempo de las personas. Ese es el caldo de cultivo ideal para que germine y prospere este tipo de negocios.
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En Colombia ya hay varios ejemplos de éxito. Rappi es una empresa nueva creada por dos caleños y un bogotano hace apenas 3 años. La firma tiene presencia en 4 ciudades de México y su último desembarco es São Paulo, Brasil.
La oferta de servicios y productos de esta empresa sobrepasa el ya habitual domicilio de hamburguesa o la venta de un artículo a través de una plataforma de internet. En horas pico se produce un pedido cada tres segundos. La aplicación tiene una opción en donde se puede pedir casi cualquier cosa con cargo a su tarjeta de crédito, desde flores para la tía que está de cumpleaños en Barranquilla, hasta el mercado de la casa, incluyendo el aguacate para la ensalada.
La plataforma tiene gente ubicada en los grandes comercios, plazas de mercado, entre otros sitios para de esta manera facilitar las compras de las personas que están frente a un computador o teléfono inteligente. En otras palabras, el denominado personal shopper se baja de estrato, se universaliza. Por ejemplo, si usted quiere comprar una camisa para su padre y no tiene tiempo de ir a un almacén, uno de los rapitenderos (personas que aceptan realizar un servicio lanzado por la aplicación de Rappi y que generalmente van en bicicleta o moto, pero no son empleados de la empresa) hace todo por usted. “El cliente puede mandar la referencia o la foto del producto que chequeó por internet, pero también existe un chat en tiempo real para que entre el rapitendero y el cliente escojan el producto apropiado. Eso es revolucionario y no existía en Colombia”, dijo Simón Borrero, fundador y presidente de la empresa.
El modelo de negocio parece ser un éxito. Luego de dos años de operación, se están transando unos US$5 millones cada mes, con un crecimiento de 35% mensual en el número de usuarios. En el actual entorno, pocos o ningún otro sector tiene esas cifras.
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El bajo costo de cada pedido o servicio ha estimulado a más personas a que se animen a pedir todo tipo de cosas. Se puede ordenar hasta un antojo de medianoche. “En Rappi tenemos un acuerdo con Masglo para que una manicurista vaya a su casa y le haga la manicura. ¿Necesita un cuarto jugador de Playstation? Bueno, tenemos el caso de un rapitendero que se quedó dos horas con un grupo de tres jóvenes jugando uno de esos juegos”, dijo Borrero. ¿Los rapitenderos son o no empleados de Rappi? Esa es una discusión que se ha generado en este tipo de florecientes industrias. ¿Los conductores de Uber deben ser contratados por la aplicación? ¿Los que dan posada con Airbnb deben pagar impuestos como los hoteleros? Hay toda clase de preguntas. En el caso de Rappi, Borrero explica que en la actualidad hay unas 10.000 personas trabajando con esta aplicación en varias ciudades de Colombia. “Hay vigilantes, amas de casa, estudiantes, entre otros muchos que se inscriben en nuestra plataforma para prestar por horas o jornadas sus servicios de rapitenderos. Lo hacen cuando quieren y su remuneración está dada según el número de servicios que aceptan o toman”, explica Simón Borrero.
Según el fundador, en una jornada de 8 horas un rapitendero se puede hacer un salario mensual de $1,8 millones, pero eso depende del número de reservas que tome desde su celular o tableta. El negocio de Rappi es similar al de Uber, recibe una comisión por cada servicio prestado.
Pero esta no es la única empresa con importante proyección. Si los que creían que las tiendas de hard discount eran lo máximo en cuanto a precios bajos, hay que darse una vuelta por aplicaciones como Merqueo. Esta empresa no solo negocia de tú a tú con los grandes proveedores de alimentos y productos de la canasta básica, sino que ofrece el servicio de domicilio puerta a puerta por menos de lo que vale una hora de parqueadero.
“Cuando iniciamos el negocio nos dimos cuenta de que la gente se fijaba más en el precio bajo que en la rapidez con que llevábamos los productos. Por ello, a finales de 2016 centramos nuestro modelo de negocio en el ahorro. Pero, antes de eso, tuvimos que negociar arduamente y durante 6 meses con los proveedores, que en la mayoría de los casos no sabían lo que era el comercio electrónico”, explica Felipe Rincón, director de mercadeo de Merqueo. Hoy unas 25.000 personas hacen mercado a través de esta plataforma y la meta es llegar a las 80.000 al finalizar el año. Las ventas de Merqueo para este año se podrían aproximar a los $15.000 millones en un sector que crece de manera exponencial. “Nosotros empezamos distribuyendo los mercados en unas motos, luego migramos a las minivanes y ahora estamos llevando cosas en camiones medianos tipo NHR”, dijo Rincón.
Foto: Felipe Rincón, Gerente de mercadeo de Merqueo
Según la Cámara de Comercio Electrónico, en 2015 se realizaron en el país un total de 49 millones de transacciones por medios digitales, eso representó movimientos por US$16.200 millones.
El comercio cambió y las grandes industrias y locales tradicionales deben tomar nota.
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Foto: Victoria Virviescas, presidente de la CCE.
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Las nuevas aplicaciones para compra y venta de productos y servicios están revolucionando el comercio como nunca antes. Firmas colombianas ya están en las grandes ligas.
Simón Borrero y Felipe Villamarín, Cofundadores de Rappi. Foto: Fotografía: ESTEBAN VEGA LA-ROTTA
Nunca antes comprar o vender un producto o servicio fue tan sencillo. No importa si se trata de un apartamento, un carro o un par de tenis usados. Todo se vende y a tan solo un clic de computador o teléfono inteligente. Esta revolución, cuyo padre natural puede ser Amazon en Estados Unidos, está llevando a decenas de emprendedores colombianos a lograr el éxito con poderosas aplicaciones cada vez más descargadas y usadas.
¿Qué hace tan exitosa esta nueva industria que le está cambiando la cara al comercio tradicional? Básicamente las características que identifican a nuestra sociedad actual: tráfico pesado en las grandes ciudades, lluvia o calor intenso y el cada vez más reducido tiempo de las personas. Ese es el caldo de cultivo ideal para que germine y prospere este tipo de negocios.
No se pierda: Adiós al efectivo y tarjetas convencionales gracias a estos novedosos sistemas de pago
En Colombia ya hay varios ejemplos de éxito. Rappi es una empresa nueva creada por dos caleños y un bogotano hace apenas 3 años. La firma tiene presencia en 4 ciudades de México y su último desembarco es São Paulo, Brasil.
La oferta de servicios y productos de esta empresa sobrepasa el ya habitual domicilio de hamburguesa o la venta de un artículo a través de una plataforma de internet. En horas pico se produce un pedido cada tres segundos. La aplicación tiene una opción en donde se puede pedir casi cualquier cosa con cargo a su tarjeta de crédito, desde flores para la tía que está de cumpleaños en Barranquilla, hasta el mercado de la casa, incluyendo el aguacate para la ensalada.
La plataforma tiene gente ubicada en los grandes comercios, plazas de mercado, entre otros sitios para de esta manera facilitar las compras de las personas que están frente a un computador o teléfono inteligente. En otras palabras, el denominado personal shopper se baja de estrato, se universaliza. Por ejemplo, si usted quiere comprar una camisa para su padre y no tiene tiempo de ir a un almacén, uno de los rapitenderos (personas que aceptan realizar un servicio lanzado por la aplicación de Rappi y que generalmente van en bicicleta o moto, pero no son empleados de la empresa) hace todo por usted. “El cliente puede mandar la referencia o la foto del producto que chequeó por internet, pero también existe un chat en tiempo real para que entre el rapitendero y el cliente escojan el producto apropiado. Eso es revolucionario y no existía en Colombia”, dijo Simón Borrero, fundador y presidente de la empresa.
El modelo de negocio parece ser un éxito. Luego de dos años de operación, se están transando unos US$5 millones cada mes, con un crecimiento de 35% mensual en el número de usuarios. En el actual entorno, pocos o ningún otro sector tiene esas cifras.
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El bajo costo de cada pedido o servicio ha estimulado a más personas a que se animen a pedir todo tipo de cosas. Se puede ordenar hasta un antojo de medianoche. “En Rappi tenemos un acuerdo con Masglo para que una manicurista vaya a su casa y le haga la manicura. ¿Necesita un cuarto jugador de Playstation? Bueno, tenemos el caso de un rapitendero que se quedó dos horas con un grupo de tres jóvenes jugando uno de esos juegos”, dijo Borrero. ¿Los rapitenderos son o no empleados de Rappi? Esa es una discusión que se ha generado en este tipo de florecientes industrias. ¿Los conductores de Uber deben ser contratados por la aplicación? ¿Los que dan posada con Airbnb deben pagar impuestos como los hoteleros? Hay toda clase de preguntas. En el caso de Rappi, Borrero explica que en la actualidad hay unas 10.000 personas trabajando con esta aplicación en varias ciudades de Colombia. “Hay vigilantes, amas de casa, estudiantes, entre otros muchos que se inscriben en nuestra plataforma para prestar por horas o jornadas sus servicios de rapitenderos. Lo hacen cuando quieren y su remuneración está dada según el número de servicios que aceptan o toman”, explica Simón Borrero.
Según el fundador, en una jornada de 8 horas un rapitendero se puede hacer un salario mensual de $1,8 millones, pero eso depende del número de reservas que tome desde su celular o tableta. El negocio de Rappi es similar al de Uber, recibe una comisión por cada servicio prestado.
Pero esta no es la única empresa con importante proyección. Si los que creían que las tiendas de hard discount eran lo máximo en cuanto a precios bajos, hay que darse una vuelta por aplicaciones como Merqueo. Esta empresa no solo negocia de tú a tú con los grandes proveedores de alimentos y productos de la canasta básica, sino que ofrece el servicio de domicilio puerta a puerta por menos de lo que vale una hora de parqueadero.
“Cuando iniciamos el negocio nos dimos cuenta de que la gente se fijaba más en el precio bajo que en la rapidez con que llevábamos los productos. Por ello, a finales de 2016 centramos nuestro modelo de negocio en el ahorro. Pero, antes de eso, tuvimos que negociar arduamente y durante 6 meses con los proveedores, que en la mayoría de los casos no sabían lo que era el comercio electrónico”, explica Felipe Rincón, director de mercadeo de Merqueo. Hoy unas 25.000 personas hacen mercado a través de esta plataforma y la meta es llegar a las 80.000 al finalizar el año. Las ventas de Merqueo para este año se podrían aproximar a los $15.000 millones en un sector que crece de manera exponencial. “Nosotros empezamos distribuyendo los mercados en unas motos, luego migramos a las minivanes y ahora estamos llevando cosas en camiones medianos tipo NHR”, dijo Rincón.
Foto: Felipe Rincón, Gerente de mercadeo de Merqueo
Según la Cámara de Comercio Electrónico, en 2015 se realizaron en el país un total de 49 millones de transacciones por medios digitales, eso representó movimientos por US$16.200 millones.
El comercio cambió y las grandes industrias y locales tradicionales deben tomar nota.
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Foto: Victoria Virviescas, presidente de la CCE.
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