El tratamiento de los productos refrigerados y ultracongelados cada vez adquieren más importancia a medida que se incrementa su consumo.
Madrid, a 29 de noviembre de 2010. Lineal Cero/Alas.
El desarrollo tecnológico en el área de alimentos, la proliferación de técnicas de captura pesqueras y conservación de alimentos del mar para su procesamiento y envasado en buques-factoría ha propiciado en las últimas décadas un mayor acceso y comodidad de los productos congelados del mar tanto al lineal como a la mesa del cliente. Estos avances tecnológicos y procesales en la explotación de recursos marítimos y su distribución comercial no han ido desligados de fenómenos socioeconómicos que ha sufrido una evolución paralela como de hecho ha constituido como tales la incorporación de la mujer al trabajo, el incremento de la renta disponible en gran parte de los países occidentales y los fenómenos de modernización cultural. El acceso universal a bienes de equipos de refrigeración por parte de la población residencial (en España el 100% de los hogares dispone de al menos un frigorífico de potencia media) han hecho el resto. El perfeccionamiento de los equipamientos de conservación, tanto industriales como comerciales y domésticos no sólo ha propiciado que cada vez más personas puedan disfrutar de una alimentación más equilibrada y diversificada, sino que su fenómeno dotó a cada vez mayores segmentos poblacionales (multitarget) de la asimilación de la importancia que el valor nutricional que han adquirido los productos frescos. La concienciación de la población en general y el resto de factores mencionados han propiciado el crecimiento de la sección de productos congelados y lácteos y sus derivados.
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Planograma infográfico de un buque-factoría y su secuenciación de procesos. |
Efectivamente, la sección de “Frescos” (también llamadas según las diferentes enseñas del sector como “Congelados y Lácteos”, “Congelados y Refrigerados” o “Mantequería”) ha pasado de ser un subsector nítidamente diferenciado dentro de una determinada sección a constituirse en el rey del lineal con una cada vez mayor presencia, demanda definida de consumo y participación en los metros comerciales de una sala de ventas en las medianas y grandes superficies. Sus productos son tan diversificados (no únicamente productos del mar, como sabemos), que los límites de su sección se confunden en la mayoría de los casos en una tienda abierta con otras secciones hermanas. Como consecuencia los lineales de cámaras, como son popularmente conocidos (también llamados “lineal del frío”), y su crecimiento han posibilitado ofrecer a los clientes una línea más conveniente y de mejor calidad de los productos de este género. Para el comprador, su éxito ha permitido una mejor conservación y como consecuencia, un abaratamiento por aprovechamiento que desemboca en una mayor democratización de su consumo (también, inevitablemente como consecuencia de todas su bondades, de su pérdida de textura). La consolidación de los productos congelados ha liberado de muchas operaciones (y tribulaciones) a las enseñas de distribución minoristas en el mantenimiento de su estructura de ventas. Orientadas a procesos, especialmente las grandes tiendas, vieron en la evolución de los productos del frío una mayor versatilidad de sus funciones, márgenes y cometidos así como una estratificación de su oferta, cuando no, incluso, una reducción de costes operacionales, salariales y mermas. De este modo el proceso de industrialización del tratamiento y distribución del pescado encontró su nicho predilecto en las grandes tiendas, como paradigma replicado que estas representan del “proceso de industrialización del consumo”. Con el producto congelado se redujeron notablemente las mermas, se eliminó la suciedad residual y microorganismos patógenos que provocaban estos productos y sus detritus, y se alcanzaron niveles de salubridad nunca antes vistos en estos artículos de inmediata descomposición. Como consecuencia colateral y con el paso del tiempo, ineluctablemente los frescos canibalizaron a sus productos hermanos: un ejemplo fue la paulatina desaparición en muchas enseñas, al menos en España, de la sección de pescadería fresca (algunas tiendas están recuperando esta sección con objeto de proveer al cliente de mejores servicios y atraerlos al punto de venta) así como productos naturales (como la leche fresca en bolsa y el pan de leña).
Artículo promocional sobre el I+D
en tratamientos de productos congelados.
A pesar de los pretendidos avances que se le quieran asignar a la modernidad y versatilidad de las secciones de productos congelados (y que de hecho ostentan), cualquier trabajador implicado y conocedor de los rendimientos de una tienda, sabe sobradamente que no es una sección cómoda al margen de la naturaleza de su producto (libre servicio) o sus largos periodos de caducidad. Precisamente, posee uno de los más acentuados índice de rotación de personal dentro del mundo del “grand retail”. La sección de frescos es realmente trabajosa si se desea perseguir los procesos profesionalidad y calidad propios y autoexigibles que debe representar una enseña al estar en sintonía con las normativas legislativas sobre alimentos. El tratamiento y venta de los productos ultracongelados y frescos incurre en operaciones de supervisión y conservación muchas veces ocultas a los ojos del público, no estando exentos de problemas que pudieran afectar a otros perecederos. El más importante y vital de todos ellos es el control de la cadena de frío. La cadena de frío es, como su propio nombre indica, una cadena de suministro de temperatura controlado con respectos a ciertos parámetros de protocolo de conservación de determinados productos (desde los yogures hasta el propio vino). La cadena de frío que se mantiene intacta garantiza a un consumidor que el producto de consumo que recibe durante la producción, transporte y almacenamiento y posterior venta no se ha visto perjudicado por las variaciones de temperaturas ambientales que les distancian de su rango de conservación. La cadena está constituida por varias actividades, representando los cuidados que deben ser tomados desde el momento en que el alimento fue refrigerado a altas temperaturas hasta su consumo. Las actividades que fcomplementan gran parte de la cadena de frío incluyen el procesamiento y refrigeración del producto en la fábrica o buque-factoría, distribución del producto a la red mayorista, horeca o filiales de venta y centrales de compras y plataformas; transporte del producto hasta el punto de venta así como su almacenamiento selectivo en las cámaras del túnel de congelados y, por último, el “retail”, esto es, la exposición y venta del producto y orientaciones de conservación del mismo al cliente. Para el vendedor dichos consejos al cliente deben traducirse en normas intangibles: los productos refrigerados o congelados sólo mantendrán sus propiedades, calidad y valor nutritivo, si todas las actividades de la cadena de frío son ejecutadas correctamente. Por lo tanto, el personal de productos frescos debe asimilar todas las implicaciones y responsabilidades de sus cometidos traducidas en ónicamente abastecer el mostrador de manera que no se produzca un bloqueo de las salidas de aire frío (esto es, que el frenteo no impida la las conducciones de refrigeración y aire), sino velar por todos los procedimientos de normalidad y conservación de las cámaras y regular su uso y temperatura (lo que implica limpieza diaria de las conducciones). De lo contrario, de hacer caso omiso a sus funciones y requerimientos de conservación, habrá una excesiva acumulación de hielo en los serpentines, lo que disminuirá la eficiencia de la refrigeración, comprometiendo la vida útil del producto. Por otra parte, aunque cada vez menos, es común la rotura de la cadena de frío debido a varios factores no necesariamente profesionales o gerenciales sino más bien de carácter técnico. Los más comunes devienen de la falta de equipamientos adecuados (flota de cámaras de lineal modernizadas), construcción ineficiente e inadecuada (inadecuación de determinadas cámaras para determinados productos en el diseño del lay-out), falta de conservación y mantenimiento, mal uso de la funcionalidad de la cámaras y sus prestaciones (esto es, desconocimiento de uso y optimización) así como procedimientos mal realizados (diseño del lineal del frío donde comparte fronteras productos dispares entre sí). No obstante, las incidencias de la cadena de frío son consustancial a la propia cadena, esto es, a veces llegan importados de la propia cadena y vida logística del producto debido, por ejemplo, a la deficiencia del sistema de transporte, recepción inadecuada por omisión o falta de inexperiencia de los agentes logísticos en el manejo de las mercaderías, etc… Lo veremos en la próxima entrada, ahondando aún más en este pequeño manual de conservación de frescos por fascículos en los que hemos convertidos estas incursivas entradas de blog.
Célula de ultracongelación y abatidor de temperatura
de Elkoma. Una circulación de aire particularmente baja y
una humedad del aire muy alta evitan que sus productos se resequen.
El proceso de recepción de mercancías de productos frescos y congelados, una de las operativas más complejas y revestidas de importancia para las enseñas.
Mérida, a miércoles día uno de 2011. LinealCero/Alas.
En el anterior post iniciamos los que constituye una serie de tres entradas relacionadas con la sección de frescos y productos congelados para su venta al consumidor final (que incluyen lácteos, refrigerados, congelados, precongelados y ultracongelados), esto es, todos aquellos que requieren de soporte técnico para su conservación, exposición y venta en un POS. Como notaréis hemos excluidos del protocolo de “conservación de frescos” todos aquellos artículos relacionados con quesos, productos derivados del huevo, embutidos y loncheados (lo que tradicionalmente se considera “productos de mantequería” por su alto contenido en grasas). La razón deviene sencilla: los frescos calóricos no tienen el alto riesgo de quiebra de cadena de frío a la que nos referimos y su consumo no se ha visto tan incrementado en los últimos años tanto como la cuota de sala e importancia que ha adquirido el llamado “lineal del frío”. Pero antes de todo un pequeño recordatorio. En la entrada anterior hacíamos referencia a la evolución de la sección frescos, su origen y consolidación gracias al desarrollo técnico de la industria pesquera y sector acuicultor, así como los efectos positivos tanto para la tienda como el consumidor. También resaltamos la importancia de la limpieza y conservación de los equipamientos industriales que le sirven de ubicación, incidiendo en la importancia de su cuidado y mantenimiento diario y la correcta asignación de la idoneidad de sus prestaciones dirigida a los productos que las requieren. Pero como contrapartida señalamos que, debido a la complejidad de su proceso logístico y de producción, donde intervienen muchos agentes, el ejercicio de sala y venta exige mayores controles y mantenimientos. En este texto vamos a hablar de cómo reducir los riesgos, tanto sanitarios como contables, al tiempo que agilizamos los procesos laborales que implican su control logístico-sanitario y reducimos las operaciones de sala a lo que todo ello da origen.
La importanción de bienes alimenticios congelados
ha sido impulsada por la logística de refrigeración.
El riesgo de mayor importancia a nuestro entender tras el debido cuidado preventivo de la conservación de los lineales y cámaras de frío es el relacionado con el transporte, la recepción y el almacenamiento. Lo primero que debemos conocer, sobre todo si se es coordinador de sala o jefe de sección o sector, es saber de antemano con qué material trabajamos, esto es, es definitiva, con quién trabajamos, quién es nuestro proveedor y si, en caso de haberlo en nuestra enseña, el jefe de producto está al tanto de la trazabilidad de los artículos y del prestigio y la calidad de su canal de distribución mayorista. Esto debe ser recalcable en el sentido de que en las últimas décadas, globalmente, cada vez más dependemos del suministro de mercados exteriores, especialmente del sudeste asiático, para la provisión de este lineal (incluso en países costeros con importantes flotas como España, Chile, Méjico o Argentina). El abaratamiento de los costes de transporte en buques desde Argentina o China, el proceso de congelación permanente a los que se ve sometido el género durante su traslado propiciando una conservación óptima (ver imagen), mayores caladeros y menos explotados en los países emergentes (Índico), rendimientos de escalas superiores y legislaciones más laxas asociadas a los países de origen del producto (China), acuicultura (Chile) y unos costes laborales muy inferiores a los de la U.E. (resto del mundo) son argumentos contables de peso para dar la espalda a parte de nuestro sector industrial de pesca (la mayoría multinacionales que operan en los nuevos caladeros del hemisferio sur, igualmente) que dirigen una parte de nuestro producto interno, por su mayor calidad, a la exportación, al servicio gourmet y al Canal Horeca. Aunque con ello hacemos un flaco favor a nuestras economías nacionales, con la importación de al menos un 50% de los productos congelados en España conseguimos reducir el precio de venta y atraer al consumidor hacia un concepto de compra más asequible; pero como consecuencia implícita ello implica estar más atento a la hora de recepcionarlos y que cumplan con las normativas nacionales y europeas. Verificar, pues, la trazabilidad y el origen del producto a través de la documentación logística que nos proporcione el responsable del transporte es fundamental.
Modelo virtual de albarán de transporte víal de mercancías
(para su validez debe ir cumplimentado, sellado y firmado).
A pesar de nuestra supervisión de la descarga, no debemos olvidar que el transporte de las mercaderías de la sección de refrigerados y lácteos es de total responsabilidad del proveedor, que debe llevarlo a cabo siempre mediante camiones frigoríficos y de una única clasificación de producto por expedición (no deben ir en un mismo habitáculo de carga productos de diferente protocolo de temperatura, tales como congelados con ultracongelados). Siguiendo esta lógica las temperaturas no deben oscilar en demasía de los padrones ideales recomendados por los proveedores, es decir, de cero a diez grados centígrados. De nuestra responsabilidad ante el transportista y la enseña parten diversas operaciones antes de firmar la confirmación de la recepción, mediante la cual se nos transmite formalmente la propiedad de la carga y su estado. La primera y más importante es, sin duda, tras autorizar el acceso al patio de transbordo al vehículo de descarga, verificar la temperatura interior del remolque contrastando la refrigeración adecuada del contenedor con respecto a la carga (muchos transportistas lo desconectan para ahorrar gasoil y perjudican el estado de los productos). Seguidamente, evaluamos la modalidad de transporte utilizada por el proveedor (camioneta, camión o tráiler) y sus condiciones físicas y de conservación, tanto exteriores como especialmente interiores (limpieza, higiene, mantenimiento). Aunque la recepción de mercancías en las grandes y medianas superficies se atiende por taxativo orden de llegada, con la logística de perecederos se suele saltar el protocolo siempre que un miembro de sala avisado de la sección de frescos se persone a su encuentro e inicie el procedimiento de admisión de mercancías. Por regla general la operación de descarga y traslado al almacén es cometido del transportista o de la persona que tenga a su cargo (salvo que la enseña pactara lo contrario con el distribuidor) la cual es llevada a cabo a lo largo de la evaluación de admisión. Para tal operación, se le ha de facilitar al transportista los medios propios de la enseña que le sean necesarios para el trasbordo y desplazamiento de la carga, siempre que su uso no implique costes de oportunidad o interrumpan los propios procesos de la tienda. Siendo así deberá esperar, aunque no es lo frecuente.
Pantallazo capturado de un software de gestión de imputs.
Una vez descargada la mercancía congelada y tras la inspección de documentación (carta de porte, packing list y demás) lo primero que debemos llevar a cabo es una inspección visual de la misma en el propio patio de transbordo. Esto se sincretiza en verificar que la carga corresponde con el protocolo de entrega y su contenido y estado (frescura, calidad e integridad del productos y su diferentes niveles de embalaje) y que corresponde del mismo modo con el volumen solicitado, la fecha de entrega, la secuenciación de los números de lote y la facturación. Así mismo, se debe medir la temperatura de los productos utilizando un termómetro específico y cerciorarse que los embalajes están en perfecto estado de conservación, especialmente el envase de venta unitario. Todo ello evitará que las posibles roturas trasciendan a la sala de venta y promuevan la contaminación del lineal y/o el desapego del cliente por deformación del packaging o sensación de salubridad. Ante la más mínima incidencia, y siempre en comunicación el responsable-jefe de almacén con el responsable de sector, la carga debe ser rechazada. Rechazar la mercancía puede parecer una decisión arriesgada para la tienda, y costoso para todos los agentes implicados en la cadena de distribución, incluida la propia tienda; pero si se dispone de un stock de seguridad adecuado, es un procedimiento a la larga beneficioso para todos en tanto en cuanto se establecen los parámetros de seguridad y las “reglas del juego” entre los agentes implicados con respecto a una serie de normas consensuadas. El conflicto con el proveedor o el agente logístico emergerá al respecto y estará presente hasta que finalmente entienda que responde a la inobservancia de sus responsabilidades lo que ha conllevado la desestimación de su producto o la carga. Si miedo: siempre será más conveniente romper la cadena de distribución que la del frío o la de la calidad. Recordemos que la responsabilidad civil subsidiaria de toda intoxicación es del punto final de venta, de la propia tienda; además, desde el punto de vista contable, devolverla a posteriori una mercancía incidentada vez aceptada nos requiere de mayor tiempo, más dinero, más mano de obra, más esfuerzo y más negociaciones (estás últimas, con nuestro proveedor o seguro) que el proceso de una nueva solicitud, aunque implique un mayor tiempo de espera y un coste a corto plazo mayor por compensación del stock de seguridad empleado.
En el pasado post sobre procedimiento de productos congelados y sus procesos de integración en la tienda tratamos el tema de la recepción en el patio de trasbordo. Nos centramos en qué tipo de prioridad se debe asignar frente a otras mercancías y el porqué; indicamos cómo evaluar la vida efectiva de la cadena de frío mediante el análisis de temperatura y si se produjera rotura cómo determinar la causa; defendimos igualmente la importancia de especificar claramente qué colaborador o compañero fue designado para su recepción y si éste previó los equipos internos y dispositivos necesarios con anticipación y, finalmente, cómo afrontar la verificación y consecuente admisión de la mercancía tanto a nivel de su supervisión visual (conteo) como administrativa (carta de porte o albarán y lista de pedido). En la presente entrada vamos un paso más allá y haremos incursión en cómo y dónde llevaremos a cabo el despaletizado y almacenamiento de los productos, cuál es su protocolo de ubicación en la antesala de venta (productos que pueden ser almacenados unos junto a otros sin incurrir en contagio); qué tipo de cámara le corresponden a cada subsegmento de producto y cómo respetar los procedimientos objetivos de acuerdo a las diferentes normativas alimenticias y de seguridad, tanto de los productos como de las personas implicadas en el proceso en su almacenamiento interior (ubicación y señalización de palés, distancia mínima recomendada entre productos, control de temperatura, sistemas Fifo). Por último, atenderemos al orden, control y periodicidad de limpieza de las cámaras.
Cámaras de congelados en el túnel de Frescos.
El primer proceso tras la recepción es el despaletizado, que a primera vista puede parecer simple. Con anterioridad ya se ha debido evaluar previamente la disponibilidad del espacio de las cámaras al respecto de la recepción y el orden de disposición interno de las mismas. La lógica nos empuja a pensar que deben estar prácticamente desocupadas antes de la recepción, ya que el objetivo del producto es que se encuentre predominantemente en la sala de ventas; pero el día a día se presenta diferente en los procesos reales y no todos los productos responden a una misma secuenciación de venta (aunque el historial estadístico ayude, los clientes no responden a un comportamiento de compra automatizado y predictible), por lo que complejiza la dinámica. Por lo general, existen ya en el mercado softwares de planogramas que en función de las ventas y el inventario interno diseñan el lay-out de las cámaras en tiempo real con el objeto de ayudar al personal de base a optimizar el espacio en función de la mercancía existente en stock, pero de esto hablaremos en otro momento con más pausa. Una vez determinado el espacio disponible y previo establecido orden de ingreso entre los diferentes palés o conjuntos diferenciados de mercaderías, procedemos a subdividirlas con la mayor presteza en unidades más asequibles para su transporte a cámaras o sala, según las necesidades de la tienda. Esta decisión debe correr a cargo o estar bajo la indicación del responsable-jefe de frescos, coordinador de sala o bien colaborador que designe para dicho criterio. La primera operación del despaletizado es el desprecinto, por lo que debemos evitar dañar el packaging unitario con los “cutters” en el caso de que dicha operación no se lleve a cabo mediante dispositivos automatizados (máquinas despaletizadoras, ver gráfico). Una vez subdividida la carga en unidades de menor densidad de volumen, procederemos a clasificarla según su tamaño, naturaleza y destino (sala de ventas o túnel de frescos, cámara y ubicación); durante este proceso prestaremos atención en detectar anomalías tales como productos dañados en subdivisiones (retráctiles dañados) o incluso mercancía ausente (es poco habitual, pero se dan casos de sustracción de mercaderías por el simple procedimiento de “dejar hueco” el interior del palé mostrando su exterior una percepción visual de mercancía completa: algunas enseñas –generalmente cashs- pesan los palés en el proceso de admisión de la carga para sortear esta tribulación).
Despaletizador automático.
El transporte indoor a la cámara deberá llevarse a cabo con transpalés, preferentemente manuales por su menores dimensiones y en el menor tiempo posible, procurando no tardar en la operativa más de treinta minutos en invierno, veinte en primavera y otoño y diez en verano y evitando con ello romper la cadena latente de frío (ningún producto debe ser sometido a oscilación de temperatura y humedad). El manejo de la logística interna debe ser cuidadoso, siguiendo las recomendaciones del distribuidor y preservándose la integridad de los productos evitando así, posibles mermas. Se debe respetar el apilado de las cajas colocando, siempre, los productos más frágiles encima de los más resistentes y en las cámaras apropiadas (que el producto esté congelado no quiere decir que posea mayor robustez, uno de los clásicos errores en esta sección). Cada producto tiene su ubicación significa que cada cosa tiene su sitio: por ello el interior de las cámaras está dotado de estanterías de diferente longitud y altura que responden a un diseño previo (el volumen y las dimensiones de las diferentes cajas y embalajes no responden a un capricho: están premeditadamente diseñadas para “cuadrar” en diferentes formatos que van desde un contenedor de transporte hasta el lineal del frío pasando por el camión y las cámaras). Las estanterías cumplen la doble función de armonizar el orden de los productos y mantenerlos aislados de elementos contaminantes (aíslan el contacto directo con el piso al menos veinte centímetros de distancia así como de las paredes y demás productos en diez centímetros de asegurando la libre circulación del aire frio).
Los productos congelados pueden trasladarse
sobre transportadoras provistas de bandejas.
Las cámaras que albergan el stock de seguridad en nuestras tiendas se entienden con conceptos just-in-time ajustados a rendimientos de escalas matriciales y por ello suelen ser pequeñas (mucha mercancía almacenada es un coste contable y logístico). Se pide sólamente lo que se necesita, esto es, lo que demanda el cliente: por ello respetar el protocolo de almacenamiento optimizando los espacios y colocando cada producto en su sitio es de vital importancia: es como el conocido juego electrónico ruso “Tetris”: la coordinación del orden, el tiempo y el espacio se vuelven fundamentales sino queremos que nos desborden las fichas. En nuestro caso y continuando con el analogismo, el “game over” es que finalmente no todas las unidades de producto destinadas a un mismo lugar pueden ser guardadas en las cámaras que les corresponden y acaban sueltas por el almacén o ubicadas en sitios que no le confieren (como en la cámara de productos cárnicos, por citar el más común de los recursos). En este sentido, debido al reducido espacio de las cámaras del que hablamos, es inviable además, y con menos motivo abandonar en su interior ningún tipo de carga volumétrica masiva como palés completos dado que no sólo impiden el versátil acceso para la reposición sino que fomenta los accidentes laborales y el daño de la carga (como subirse encima de su superficie). Otra anotación importante es tener en cuenta que el frecuente abandono de transpalés manuales en el interior de las cámaras durante el transcurso prolongado de la noche propicia su deterioro mecánico; los transpalés son dispositivos hidráulicos que contienen una pequeña carga de presión-gas: el frío a altas temperaturas no les viene nada bien y dañan irreversiblemente su ingeniería (cada transpalé manual tiene un coste medio sin impuestos en el mercado español de 145 € sin montaje).
Cestas de apilado diseñadas para separar, transportar y
proteger el producto fresco y optimizar el espacio en cámaras.
Una consideración final al respecto es advertir a los usuarios autorizados del túnel de frescos algo tan nimio como no dejarse las cámaras semiabiertas. Mantener los dispositivos herméticos de la cámara debidamente cerrados permite mantener su temperatura interna constante, reduce el consumo eléctrico de su alimentación y evita la ruptura de la cadena de frío y la formación de hielo y escarcha en el evaporador y las paredes. Esto facilitará que el descongelado y limpieza de las cámaras únicamente se lleven a cabo durante los días previstos, esto es, a lo largo de la jornada de descanso de la tienda, un domingo no laborable. El proceso de apagado y encendido de las cámaras para su limpieza periódica en cualquier caso debe llevarse a cabo única y exclusivamente por personal técnico o de mantenimiento (los últimos modelos implantados se controlan mediante software desde el ordenador central de la tienda) y por nadie más. Los responsables por esta sección saben que es importante tener a disposición un equipo de mantenimiento para proceder a estas operaciones así como a reparar lo más rápidamente cualquier problema relacionado con las cámaras (una simple perdida de gas puede generar gastos considerables para su reposición, ya que su coste, aún con seguro, puede materializarse en un importante daño contable). Un equipamiento dañado significa, muchas veces, perdidas en el segmento de producto. Por lo tanto, es de gran importancia el control y mantenimiento de los mismos y, mayormente, al mantenimiento preventivo mismo. En el próximo post acerca del tratamiento de frescos, el último, trataremos los aspectos de la puesta en venta y gestión del lineal de estos productos, dando por finiquitada esta serie de pequeñas incursiones formativas en “LinealCero” en su idea de ir más allá del análisis que son características de otras entradas y centrarse en la descripción de procesos.
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