Lo confieso, los paisas me caen mal, especialmente los de Medellín. Me caen mal porque viven en aquella hermosa ciudad, de clima perfecto y hermosos paisajes. Porque llevan la belleza en la sangre, tanto que hacen ver hermosas hasta a las gordas de Botero. Me caen mal porque hablan con ese lindo acento que acompaña su eterna, amable y cálida sonrisa, y porque son gente tan valiente que ha salido adelante a pesar de las duras pruebas que les ha tocado vivir.
¡Está bien, es cierto! Amo Medellín
No sé cómo, o más bien, sí sé! Seguramente fue su clima, sus montañas, sus hermosos parques, el desprendimiento de su gente y lo cosmopolita de una ciudad moderna cuyo sistema educativo y de transporte son dignos de admirar, sobre todo para estándares latinoamericanamente caóticos.
Una razón más para odiar esta hermosa ciudad, es que casi desde cualquier parte obtienes vistas increíbles, como las que logras desde el Parque Arví, (al que puedes llegar en un calmado viaje en teleférico, que es el medio de transporte de todo el que vive en las comunas para llegar a la ciudad).