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domingo, junio 28, 2015

El consumidor, entre la razón y la emoción.

El consumidor, entre la razón y la emoción.

Tendencias 21. Ciencia, tecnología, sociedad y cultura

Algunas marcas empiezan a entender que el poder está en la gente. El poder de la gente es inmenso. Lo decía Patty Smith en 1988: “People have the power”. El mundo se rige por nuevas normas. En febrero de 2010 escribí esta colaboración (que actualizo en datos) para la revista española del retail "Distribución Actualidad", el tiempo parece haber avanzado muy rápido para algunos, pero no para todos.


El consumidor, entre la razón y la emoción.
El mundo ha sido dramáticamente afectado por los cambios que estamos presenciando. Y estos cambios han llegado a todos los ámbitos de la vida, y con especial fuerza al mundo de la empresa y a su relación con el cliente. Por eso, ahora el marketing es conexión e interrelación, pero no sólo con el consumidor, sino con el grupo, el colectivo.

Me refiero a la comunidad cuyos miembros están perfectamente comunicados entre sí. En los que, de nuevo, el boca a boca adquiere relevancia y se convierte en el mejor mensaje de comunicación. El 78% de los consumidores reconocen que confían más en las recomendaciones de otras personas que en los formatos publicitarios. Son colectivos capaces de actuar como una fuerza única, pero con unas dimensiones hasta ahora desconocidas.

Esto provoca que el contexto al que nos enfrentamos sea completamente diferente al que hemos conocido hasta ahora. Hace sólo 25 años al Muro de Berlín lo derribaron personas deseosas del cambio. Lo que gobiernos, ejércitos y dólares no pudieron lograr, lo consiguió la gente. La radio tardó 40 años en llegar a 50 millones de espectadores. Facebook en 11 años ha alcanzado 1.350 millones de usuarios. Google llega a 5.500 millones de visitantes únicos por mes y en YouTube se suben 100 horas de video por minuto.

En los últimos 12 meses la población mundial creció en 115 millones (+1,6%), los nuevos usuarios activos de internet suman más de 550 millones de personas (+21%), hay 222 millones de nuevas cuentas activas en redes sociales (+12%). A enero de 2015 según TNW hay 7.210 millones de habitantes, 3010 millones de personas con acceso a internet (42%) y 2.078 millones de personas en redes sociales (29% de la población mundial, y 7 de cada 10 personas conectadas a la red).

Una audiencia millonaria y atomizada. Las reglas del juego han cambiado y las marcas ahora deben emplear mensajes que utilicen los sentidos como canal de comunicación para llegar al corazón, no sólo a la mente. El consumidor no atiende a razones, busca emociones, quiere ser protagonista del acto de compra. Esto debería transformarse en un acto memorable, singular, que genere ganas de contarlo, compartirlo y repetirlo.

Además, tenemos que tener en cuenta que cuando las emociones son lo suficientemente fuertes, creamos conclusiones lógicas que nos impulsan a comprar. Cuando las emociones mandan sobre la lógica, empezamos a buscar más formas para poseer lo que queremos, poseer a lo que estamos emocionalmente más unidos. Probablemente, esta es una de las claves del cambio. 

El consumidor, entre la razón y la emoción.
Ajenas a esta evolución, algunas empresas, tantas veces reticentes al cambio, se han refugiado en la supervivencia, en la táctica de la defensa: defender su cuota de mercado, defender la visibilidad de la marca y defenderse de las nuevas fuerzas que avanzan imparables y acabarán devorándoles. Esto ha provocado que el conservadurismo sea la enfermedad común de muchas marcas. Una oferta estandarizada es percibida como mediocre por el público. La cantidad y diversidad de productos y servicios que existen en la actualidad es la causa de que lo promedio no sea más que una exigencia que el comprador ya tiene satisfecha. Ahora la demanda se dirige al valor añadido de las emociones y, sin ellas, la relación empresa-cliente es imperfecta.

Esta evolución se convierte en revolución gracias a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías y, en concreto, Internet y el móvil (el m-commerce sigue creciendo y desarrollándose. Ya con más de 1.685 millones de cuentas móviles activas y desde diciembre de 2013 con más móviles que personas sobre la Tierra). Su influencia en el sector del retail es y será tan importante y ha introducido tantas modificaciones en el modelo hasta ahora vigente, que es imposible que vuelva ser el mismo de antes.

El consumidor/cliente tiene a su alcance una cantidad y calidad de información sobre la oferta comercial hasta ahora desconocida, gracias al inmenso escaparate en el que se ha convertido la Red. Sin embargo, las empresas no otorgan suficiente relevancia a los nuevos formatos. Unos formatos que ofrecen interactividad y conexión. Esa conexión anhelada por los directores de marketing para conocer a sus públicos, comunicarse con ellos, escucharles y hacerles vivir esas experiencias únicas que hoy priman en el acto de compra. No basta, como hacen algunas marcas, con decir que oyen a la gente. No basta con decirlo, hay que hacerlo. Darles el poder no es una elección, la gente ya lo tiene.

Tome las riendas del futuro o el futuro tomará las suyas. 

El consumidor, entre la razón y la emoción.
Andy Stalman

Miércoles, 8 de Abril 2015

El consumidor es la experiencia.

El consumidor es la experiencia.

Tendencias 21. Ciencia, tecnología, sociedad y cultura


"No puedes crear la experiencia. Debes experimentarla." Albert Camus


El consumidor es la experiencia.
Muchos retailers están siendo demasiado lentos a la hora de reinventarse a sí mismos en la era de la omnicanalidad.

Tendemos a sobrestimar el efecto de una tecnología en el corto plazo y a subestimar su incidencia en el largo plazo. Esto, sin duda, demuestra el caso de los retailers y su actitud hacia Internet. Después de un ataque de pánico en el cambio de milenio sobre el impacto que podía tener el entorno digital en su industria, las tiendas físicas se conformaron con hacer modestas modificaciones a su modelo de negocio o, como el avestruz, trataron de esconder la cabeza e ignorar lo que estaba ocurriendo. Pocos han hecho hasta el momento los cambios radicales y necesarios para enfrentar las amenazas del comercio electrónico y aprovechar su enorme potencial.

Pero no sólo del e-commerce, sino también agregando a la lista el m-commerce (móvil), pues el cliente será cada vez más “móvil”. Se estima que las compras a través de dispositivos móviles supondrán 600 mil millones de dólares, y quizá seamos testigos de la muerte del plástico y de la consolidación de la billetera móvil.

Y, además, tendrán que tener en cuenta el t-commerce (tabletas) y el f-commerce (Facebook) que, aunque hasta ahora ha registrado un fracaso estrepitoso, no debe de ser descartado.

Casi un 50% de los consumidores online compró a través de redes sociales en 2013. En un Informe de PwC sobre las expectativas y hábitos de consumo del comprador online, el 43% de los encuestados asegura haber comprado a través de tablets en 2013 y un 41% a través de smartphones.

La inacción pone en peligro la supervivencia de muchos operadores de retail. Las transacciones online están superando los 300 mil millones de dólares al año sólo en Estados Unidos. Su participación en el total de las ventas al por menor crece sin pausa, desde el 5% hace cinco años hasta más del 10% actual. Las personas de entre 20 y 30 años hacen una de cada cuatro compras a través del canal digital.

Es cierto que pocas señoras van a Internet a comprar sus vestidos de Armani, y los cazadores de gangas podrán seguir recurriendo a rebuscar en las tiendas de descuento. Pero, para atraer al resto, los minoristas tendrán que construir una oferta online sólida, al tiempo que hacen sus tiendas físicas más agradables, más convenientes y, en el caso de muchas grandes superficies minoristas, más pequeñas. De lo contrario, es probable que caigan, o simplemente se marchiten hasta cerrar y desaparecer.

Para construir una línea de negocio rentable los minoristas deben integrar todos sus canales. Muchos los mantienen separados, lo que aumenta el riesgo de que no se comuniquen o no trabajen juntos de manera adecuada. Las operaciones electrónicas de Walmart están en Silicon Valley, lejos de su sede de Arkansas. Tanto Wal-Mart, como otro gigante como Target, tienen una presencia insignificante online en relación con su tamaño. Al menos por ahora.

Sus tiendas, para atraer, deben enfocarse en cosas, como la ropa cara y los gadgets, que los clientes quieren probar antes de comprar, y por los que van a pagar un extra, como el asesoramiento de vendedores competentes. Sin embargo, la gente sigue (también de momento) buscando online, pero comprando offline.

Los establecimientos del mundo real (¿qué es real hoy?) tienden a ser más divertidos para visitar y recorrer, por lo que los compradores sienten que vale la pena el viaje al centro comercial o a la calle más céntrica de la ciudad. Las tiendas que apuestan por la diferenciación no sólo crecen debido a que contienen productos ‘cool’, sino a que están muy bien diseñadas, con un personal servicial y una experiencia diferente a las que ofrecen el resto de retailers. Los puntos de venta de Lego puede ser un calvario para los padres, pero a menudo obtienen éxito al dar a sus diminutos clientes “los mejores 30 minutos del día de un niño”. Sin embargo, todavía son muchos los minoristas que sólo piensan en conseguir una venta rápida, dejando de lado la construcción de relaciones con los clientes. Ellos son los que están más expuestos al riesgo del “showrooming”: compradores tratando de mirar productos “in situ” antes de escabullirse para comprarlo más barato online. 

El consumidor es la experiencia.
En la era digital, el ser humano se ha convertido en bien y medio de consumo.

Los retailers olvidan que retail es interacción. La mayoría de retailers exitosos han puesto su imagen y la experiencia de marca al mismo nivel de cara al cliente, como un pilar estratégico de su desarrollo y su crecimiento. A&F, Westfield, Uniqlo, Starbucks, Nike Town, Ikea, Nespresso o Lego son sólo algunos ejemplos.

¿Quién se anima a mostrar ejemplos de marcas exitosas que no ofrezcan una experiencia diferente?

Para sobrevivir en el nuevo mundo los comerciantes minoristas necesitan grandes cantidades de imaginación, no sólo de dinero.

El promedio de 5.000 impactos de marca con el que cualquier persona interactúa a diario en el contexto urbano (smartphones y tabletas; gráfica de periódicos, libros y revistas; bolsos y cepillos de dientes; la mesa o el perfume, por mencionar apenas algunos) sirve para calibrar su importancia.

En definitiva, los grandes ganadores serán los consumidores. Pueden mirar hacia el futuro conscientes de que su comodidad será cada vez mayor gracias al mundo digital. También encontrarán un creciente número de tiendas físicas que compiten para hacer de las compras un placer, pero también convertirse en un espacio funcional, social, con valores y sensorial.
Andy Stalman

Jueves, 16 de Abril 2015