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domingo, diciembre 13, 2015

Yupi endulzó su portafolio con compra de la antioqueña Copelia

Yupi endulzó su portafolio con compra de la antioqueña Copelia



TOMADO DE EL COLOMBIANO


Yupi endulzó su portafolio con compra de la antioqueña Copelia


  • Copelia es reconocida por sus dulces y panelitas. FOTO ARCHIVO
    Copelia es reconocida por sus dulces y panelitas. FOTO ARCHIVO



POR JUAN FELIPE SIERRA SUÁREZ | PUBLICADO HACE 36 MINUTOS

$10.800
millones de pesos en ventas realizó Copelia en 2014.
$216.000
millones de pesos espera vender Productos Yupi al finalizar este 2015.

EN DEFINITIVA
La tradicional empresa paisa espera seguir siendo marca referente en Antioquia pero ahora, en manos de capital caleño. Esto permitirá que Copelia aumente sus canales de distribución.

Haber empezado hace 32 años un sueño empresarial con la compra de una cafetería en la calle San Juan con la Carrera 80, en el barrio La América, occidente de Medellín, hizo que Jorge Enrique Cano Hoyos y su hermano Jaime superaran obstáculos para consolidar una marca que se volvió referente como postre o antojo de los antioqueños.
Se trata de Alimentos Copelia y su tradicional panelita, que hace pocos meses dejó de ser 100 por ciento paisa, tras haber sido adquirida por la empresa caleña Productos Yupi.
Aunque esta adquisición inspira a otros emprendedores antioqueños a luchar por sus ideales, se trató de una venta silenciosa y de bajo perfil, en la que EL COLOMBIANO buscó a voceros de ambas empresas para conocer detalles de esta compra que se concretó en agosto pasado.
Solo fue Jorge Enrique Cano Hoyos, fundador de Copelia y ahora su gerente temporal, quien atendió a este diario con el visto bueno de los nuevos dueños que hacen parte del Grupo Gilinski, eso sí, manteniendo bajo reserva los detalles de la venta y de los resultados alcanzados en 2015.
Sin embargo, al analizar el portafolio de Productos Yupi, donde lo salado prevalece, la compra de Alimentos Copelia fue estratégica porque introduce la línea dulce.
De hecho, la compañía caleña de pasabocas ha dicho públicamente que su meta al 2017 es vender 300.000 millones de pesos. A ello aportará Alimentos Copelia que vendió 10.800 millones de pesos, fruto del trabajo de sus 130 empleados y que es controlada desde el primero de septiembre pasado por Yupi.
Sin duda fue un negocio redondo para los Gilinski, pues la marca paisa stá en el referente nostálgico de los colombianos, un valor económico importante que seguramente fue incluido en la valoración que hicieron los fundadores para finiquitar el negocio (ver Claves).
Cano Hoyos reconoció que permanecerá en el cargo mientras realiza el empalme, pero confía en que ahora esa empresa que creó y ayudó a posicionar en el mercado por más de tres décadas, alzará vuelo nacional e internacional con los canales de distribución de Yupi. La idea es pasar de unos 10.000 puntos de venta en Colombia y otros siete países, a más de 200.000 que tiene la empresa caleña.
“Copelia es una marca muy querida por los colombianos y Yupi aprecia enormemente los valores intrínsecos de esta marca”, aunque frente al valor de venta, dijo Cano que se trata de información reservada.
En los últimos años, Copelia ha experimentado un crecimiento de dos dígitos y lo que se espera con Yupi, es mantener este desempeño, basado en ampliar su cobertura de ventas y mantener los procesos de innovación que ha servido para sacarle productos hermanos a la tradicional panelita.
Entre tanto, por más de dos semanas, este diario intentó conocer la opinión del gerente general de Yupi, Julio Caballero Durán, pero luego de varias dilaciones no se logró obtener respuesta alguna (ver Protagonistas).
No obstante, en una entrevista realizada por El País de Cali, en junio pasado, el ejecutivo explicó que Yupi es una organización ciento por ciento caleña, aunque es la mayor generadora de empleo en el departamento del Cauca, con 1.422 puestos de trabajo, con su planta de producción en la zona franca del municipio de Caloto, a 50 kilómetros de Cali.
Desde allí exportan a Panamá, Bolivia y Chile. Asimismo, cuentan con una planta en Ecuador, ubicada en Guayaquil.
Esta compañía de pasabocas es contemporánea de Copelia, porque la caleña tiene 37 años en el mercado y Copelia 32. Con esta mezcla ideal, la meta que tenía a mitad de año Caballero Durán era terminar 2015 con ventas por 216.000 millones de pesos.
“Este año no ha sido fácil, el primer semestre fue muy complejo por el costo de las materias primas, por el dólar y la baja demanda que nos golpea en términos de rotación de productos, aunque esperamos cumplir la meta”, manifestó Caballero en dicha entrevista.
Entre los pasabocas que manejan están las papas rizadas en varios sabores, la mayonesa-limón, las Tostiempanada y la Tostiarepa, así como Golpe, que mezcla varios snacks.
Experiencia internacional
Otro hecho significativo de esta compra es que Yupi apenas inició el proceso de exportación al mercado de Estados Unidos, del cual Copelia ya tiene mayor experiencia con canales de distribución definidos. Pero fue un aprendizaje que les costó las verdes y las maduras, dejándolos casi al borde la quiebra en 2006.
Desde 1996, Copelia incursionó en el mercado venezolano. Esta exportación se hizo de manera directa, aprovechando que a “los venezolanos las panelitas les encantan, incluso ese primer pedido fue de 100.000 dólares”, recuerda el gerente y fundador. Dada la magnitud de este despacho, desbordaba la capacidad de producción de la empresa y obligó a bajar el envío a solo 30.000 dólares.
La mala noticia fue que perdieron el 30 por ciento de esta venta porque “el tema no es colocar el producto en otro país, el asunto es comercializarlo. Y eso lo aprendimos porque no teníamos ningún laboratorio que certificara nuestra calidad de producto para ingresarlo a Venezuela”, apuntó Cano.
Otra experiencia fue en el año 2000 cuando se aventuraron hacia Estados Unidos. El problema que tuvieron que padecer esta vez tenía que ver con las fechas de vencimiento de las panelitas.
Aún así decidieron incursionar en el mercado norteamericano y pagaron hace 15 años 7.000 dólares (2,3 millones de pesos de hoy) para que les aceptaran el producto en una cadena de supermercados de ese país, pero sin ninguna garantía de venta ni de promoción o exhibición.
“Íbamos y veníamos, pero el producto no se vendía, permanecía en las estanterías y se dañaba, lo que nos ocasionó grandes pérdidas”. Así sostuvieron el negocio unos años, donde los únicos que compraban las panelitas eran los paisas que vivían en Estados Unidos y las consumían como parte de su “mercado de la nostalgia”, junto al aguardientes, las arepas, entre otros.
Por culpa de esta operación en Estados Unidos, perdieron 800 millones de pesos en 2006, cuando las ventas totales fueron de 2.500 millones , es decir, un 32 por ciento de lo que vendían se lo “comía en pérdidas” la operación norteamericana.
Esta mala jugada les obligó a vender una parte de la compañía a inversionistas independientes. Les dolió más porque en 2002 “nos habían ofrecido comprar a mejor precio, pero en plena crisis, nos tocó vender barato. Entregamos acciones bajo la modalidad de préstamo”.
Cano Hoyos destacó que esos inversionistas que llegaron eran ejecutivos de grandes compañías paisas, casualmente haciendo lo que se conoce hoy como un fondo de inversión.
No obstante, reconoce que esa crisis le sirvió para aprender que estar solo liderando una empresa no era bueno porque lo llevó a cometer errores. Con el ingreso de esa nueva administración se ordenó la compañía que hace 9 años generaba una tercera parte de los puestos de trabajo que tiene hoy.
El empuje de los Cano Hoyos

Para llegar a ser un referente de la economía de la nostalgia paisa, ahora en manos del Grupo Gilinski como propietaria de Productos Yupi, la empresa tiene una historia de emprendimiento muy valiosa que vale la pena recordar.
Todo comenzó en 1983, cuando Cano Hoyos comenzó a estudiar física pura en la Universidad de Antioquia. Pero su padre le retiró los auxilios económicos, por lo que convenció a un hermano, también estudiante universitario de biología, de montar un negocio, fuera una salsamentaria o una cafetería.
Encontraron una perfecta llamada Copelia, esa que en el barrio La América vendía también panelitas que hacían las señoras de edad que también eran las dueñas.
Jorge, de 22 años, y su hermano Jaime, de 34, compraron ese negocio que incluía la fórmula secreta de las señoras para preparar esas exquisitas panelitas.
Para 1984 decidieron separar los negocios y comenzaron a producir las panelitas en un local en el barrio Belén Las Mercedes, también en el occidente de Medellín. Un bulto de leche, un bulto de coco y una estufa a gas fueron sus primeros activos. La producción comenzó con 700 panelitas semanales, un proceso de cocción de 6 horas y ya trabajaban 5 personas en el negocio. Hoy serán miles de unidades diarias, pero el reservado Cano se abstuvo de dar la cifra.
En vista de que en ese momento les fue bien y el negocio se consolidaba, otro hermano (Luis Fernando) se les unió. Con su capitalización se compró un carro para llevar despachos y les tocó pasarse a otra casa más grande en Belén Fátima. Allí generaban ya 20 empleos (ver Para saber más).
“Mis jornadas empezaban a las seis de la mañana y terminaba pasadas las nueve de la noche. Intenté seguir estudiando física, pero no me daba tiempo. Me dediqué al negocio”, recordó el gerente.
Crisis microbiológica
En 1987 empezaron a vender sus panelitas a los almacenes de cadena pero tuvieron que afrontar la primera prueba como empresa: una crisis microbiológica les afectó el producto, que siendo muy artesanal, se les dañaba muy rápido.
Ya tenían ventas nacionales, pero los hongos se convirtieron en los principales enemigos y se demoraron dos años para derrotarlos. Perdieron también mucho dinero en esa época , aunque no bajaron la guardia. Fueron meses muy complicados hasta lograr controlar el proceso.
Mientras que el producto seguía demandado por la gente y se iba posicionando en el referente gastronómico paisa, tenían que lidiar diferentes batallas los hermanos Cano Hoyos.
Después apareció el problema de los altos niveles de desperdicio en la fabricación. Los almacenes de cadena les exigían un tamaño de panelita uniforme y no tenían la capacidad y les tocaba regalar el 40 por ciento de la producción.
Para resolverlo, pensaron en 1989 en una máquina para estandarizar el tamaño y la producción. “Una máquina de panelitas no se la traía uno ni de China, ni de Europa, ni de Estados Unidos. ¡No existía!”, agregó Jorge. La inversión de la máquina fue de 4,5 millones de pesos, les prestaron la plata y se demoraron 2 años en fabricarla.
Pero no les funcionó y le cambiaba la calidad a la panelita. Volvieron a buscar ayuda en universidades, pero nadie sabía de máquinas de panelitas.
Incluso hablaron con Jaime Arango, la persona que más sabía de arequipe en Colombia y trabajaba en Proleche. Pero tampoco. Sin embargo, en seis meses encontraron la solución por su propia cuenta. Otro desarrollo fue construir una máquina para empacar las penalistas, que tampoco existía.
Por eso los procesos innovadores que ha tenido esta empresa de ambiente familiar a lo largo de más de tres décadas fueron referente para que Productos Yupi apostara por ellos.
Seguro vendrán nuevos horizontes para esta nueva filial antioqueña de los Gilinski, cuya marca es recordada y apetecida para acompañar desde una buena mazamorra, hasta de postre de una bandeja paisa.

CONTEXTO DE LA NOTICIA

María Aurora Holguín trabaja en Alimentos Copelia desde el 27 de enero de 1986. Inició labores en el barrio Fátima como operaria de empaque y recuerda que cada compañero manejaba dos pailas y las batían con cada mano para alcanzar la consistencia deseada. Después se empacaba la panelita en papel parafinado. “Ingresé a la empresa y no había terminado ni el bachillerato, pero poco a poco fui creciendo laboralmente. Tengo cuatro hijos y aún así empecé a estudiar”. Ahora maneja el almacén y mantiene toda la gratitud con Copelia. Aunque con la venta de la empresa “vamos a extrañar el trato, porque era una empresa familiar, en la cual crecimos y en la que sentíamos el afecto. Seguramente las costumbres van a cambiar y vamos a extrañar las reuniones de diciembre”. Holguín está próxima a cumplir 56 años y espera jubilarse en un año.